La Razón (Levante)

Faltó la chispa

Pello Bilbao sucumbe ante Simon Yates en Bagneres de Bigorre, donde el pelotón llega de paseo tras el primer contacto con los Pirineos

- AINARA HERNANDO

BastanteBa­stante cabreo tiene ya encima Pello Bilbao cuando, a 150 metros de la llegada de Bagneres de Bigorre, en la última y decisiva curva, coge la rueda de Simon Yates y ya nota que le cuesta, piernas a punto de estallar en mil pedazos, sigue la estela y esprinta como puede, casi por momentos parece que va a rebasarle pero no, imposible. Bastante cabreo tiene ya el vizcaíno de Forua de haberse visto tan cerca del sueño, tan con la miel en los labios sin saborearla, como para que, nada más cruzar la meta Gregor Mühlberger se le acerque, histérico, gritando como un poseso recriminán­dole que en el esprint a tres que acaban de perder los dos frente al ganador de la última Vuelta a España, el del Astana le ha cerrado y le ha impedido disputar el final.

Le sigue gritando mientras Pello

mantuvo la calma y el saber estar. Su educación siempre tan correcto, aunque aún tiene el corazón revolucion­ado y los vatios por las nubes, le impiden ponerse a su altura y, tirando de su caballeros­idad acaba estando aún por encima. Delante, periodista­s, micrófonos y cámaras que recogen el momento. Lo histriónic­o del «loco» de Mühlberger frente a él. Cuando coge una bocanada de aire el del Bora-Hansgrohe, Pello aprovecha, le mira y se lo suelta: «Que sea la última vez que me gritas, primero hay que tener un poco de categoría y luego aprender a perder».

De clase y categoría, Pello va sobrado y se lo demuestra a todos así, en una meta en la que acaba de ser derrotado. Fue lo mejor de una etapa agria y aburrida hasta límites insospecha­dos. La primera de los Pirineos, con el bello Peyresourd­e y el salvaje Hourquette d’Ancizan en la que todos los favoritos decidieron sacar la calculador­a y echar cuentas, para la crono de 27 kilómetros que espera hoy en Pau, el final en el Tourmalet del sábado y la llegada a Foix del domingo. Mucha montaña que escalar aún. Pero la primera batalla, completame­nte desaprovec­hada.

Visto el desfile festivo en el que se convirtió la carrera atrás, con el Deceuninck de Julian Alaphilipp­e tirando por compromiso y el Ineos de Thomas y Bernal haciéndolo después para controlar posibles ataques revolucion­arios, lo interesant­e estuvo delante. En una fuga de cuarenta corredores donde Iván García Cortina, Imanol Erviti y el propio Bilbao pusieron la nota española; se formó antes del primer puerto y pronto tomó la ventaja que anunciaba un día para la siesta. Otro.

Lo que tenía que pasar sucedió delante. Y pasó que en el último puerto antes del descenso hasta Bagneres de Bigorre, aceleró Simon Yates cuando su compañero Trentin iba destacado y arrastró con él a Mühlberger. Ese no le preocupaba mucho. Pero cuando echó la vista atrás en las interminab­les rampas del Hourquette d’Ancizan vio cómo se acercaba Pello y entonces volvió a cambiar el ritmo.

«Con el gancho»

En la bajada, el bravo vasco se enganchó a la etapa. Pero había gastado ya tanto que acabó pagándolo en la llegada. «Iba ya un poco con el gancho, he tenido que sufrir mucho para cogerles» , se lamentaba. «Porque no se presentan muchas ocasiones así. Me ha faltado la chispa», continuó. De esa también faltó detrás ante la falta de ataques y movimiento­s de todos esos corredores que están llamados a comenzar más pronto que tarde su remontada para intentar ganar el Tour. Hoy, a todos les espera la dura prueba de la contrarrel­oj de Pau. 27 quebrados y muy exigentes kilómetros ideales para que Geraint Thomas siga distancián­doles un poco más. Y se lamenten de haber perdido una ocasión como la de ayer.

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REUTERS Simon Yates, por delante de Pello Bilbao en la primera etapa de los Pirineos

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