El G7 apacigua a Trump en su guerra contra Irán y China
El presidente de EE UU anuncia una nueva ronda de contactos con Pekín y se abre al diálogo nuclear
La «tormenta perfecta» de Trump parecía inminente sobre Biarritz al comienzo de la cumbre del G-7, después de que el pasado viernes ordenase la salida de las empresas americanas de China como represalia al anuncio de aranceles por valor de 75.000 millones de dólares sobre productos estadounidenses. El presidente de Estados Unidos dinamitaba los puentes y elevaba los temores sobre el futuro de la economía mundial. El G-7 corría el riesgo de ser inútil. Trump no se siente cómodo en este tipo de formatos y la espantada de Canadá podía repetirse. Todo lo contrario. Ayer, casi como por arte de magia –diplomática–, Trump apareció ante los periodistas tranquilo y conciliador, sin salirse apenas del protocolo para dejar un mensaje tranquilizador y esperanzador. Los presidentes de EE UU y Francia cerraron la cumbre en una rueda de prensa conjunta en la que, al menos, se abrió la puerta al diálogo para superar los escollos más inquietantes a nivel global: la guerra comercial entre EE UU y China y el acuerdo nuclear con Irán.
Respecto a este último, el golpe de efecto que supuso la invitación del ministro de Exteriores iraní, Javad Zarif, a Biarritz parece que dio resultado. Trump huyó de la confrontación y declaró, en contra de lo publicado, que sí supo con antelación la visita de Zarif, una personalidad afectada por las sanciones de EE UU. Aseguró que era demasiado pronto para reunirse con él, pero no ponía objeción a su presencia en la cumbre. Dijo estar dispuesto a entablar reuniones con Teherán
sobre el acuerdo nuclear, y aseguró que su Administración no busca un cambio de régimen.
«Lo que deseo es el bien para Irán, buscamos un Irán fuerte, no un cambio de régimen», insistió. «Buscamos hacer a Irán más rico, dejémosles hacerlo bien», añadió. La sorpresa llegó después, cuando Macron afirmó que «se dan las condiciones» para que los presidentes de Estados Unidos e Irán se reúnan «próximamente». «Hemos creado las condiciones para que se produzca [un encuentro] y para que haya un acuerdo», dijo en rueda de prensa.
El presidente francés había liderado durante todo el fin de semana los esfuerzos diplomáticos para mitigar la tensión nuclear y persuadir al magnate neoyorquino de que la ruptura del pacto podía dejar un Oriente Medio en llamas. Trump dijo estar dispuesto al encuentro si se dan las circunstancias adecuadas.
Idéntico giro experimentó la perspectiva sobre la guerra comercial con China. Trump mostraba ayer su deseo de reiniciar las negociaciones, en correspondencia, dijo, al interés que Pekín le había mostrado para establecer puentes que frenen una escalada de imprevisibles consecuencias para la economía global.
Efectivamente, en este nuevo capítulo de la guerra comercial, el Gobierno chino había manifestado su voluntad de retomar el diálogo y buscar una «negociación reposada» para reducir la tensión entre las dos mayores economías del planeta y evitar un conflicto mayor que «sería perjudicial para todos». Así lo expresó desde Pekín el vice primer ministro chino, Liu He, quien encabeza la delegación del gigante asiático en las negociaciones con EE UU, las cuales se retomarán el próximo lunes.
Fue el mismo Trump quien adelantó esa fecha de la nueva ronda de negociaciones y afirmó que el posible acuerdo «será magnífico para EE UU y para el mundo». «Nos han llamado y empezaremos a negociar en breve, y veremos qué ocurre», declaró ayer desde Biarritz. Sin embargo, las autoridades chinas no confirmaron que se hubiera mantenido dicha conversación telefónica, aunque sí apostaron por «resolver la disputa comercial con EE UU» y mostraron su firme oposición a los bloqueos tecnológicos y al proteccionismo. «Trabajaremos duro para mantener nuestras cadenas industriales intactas», añadió Liu.
A la espera de lograr un acuerdo, China aseguró ayer que continuará tomando medidas para «proteger nuestros derechos e intereses legítimos», afirmó el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, Geng Shuang. El gigante asiático «tiene un amplio margen de maniobra» y podría cubrir el vacío de Estados Unidos con otros mercados, advirtió. Y entre tanto revuelo, el yuan dio un nuevo golpe a los mercados descendiendo a su nivel más bajo de los últimos once años y llegando a cambiarse a 7,187 yuanes por dólar antes de volver a los 7,162. Lo cierto es que el anuncio de Trump llegó después de conocer este dato. La espectacular devaluación del yuan podría desactivar el efecto de las sanciones estadounidenses.
Éste es otro campo de batalla en el que las dos superpotencias tienen que lidiar. En el G-7 se abrió la esperanza al acuerdo.