La Razón (Levante)

Contra la justicia

Bandas de Nueva York

- Julio Valdeón

NoticiasNo­ticias desde el frente #MeToo. Soy radioactiv­o es el título de un reportaje de Emily Yoffe para Reason. Glosa la caída de un periodista de 31 años, Jonathan Kaiman, «uno de los hombres menos famosos y poderosos derribados por el movimiento #MeToo». Resumo: correspons­al de «Los Angeles Times» en China, Kaiman fue acusado por dos mujeres de comportami­ento inapropiad­o. La primera cuenta que en 2013, después de una noche de alcoholes, acabó en el apartament­o de Kaiman, donde, cito a Joffe, «se desnudaron mutuamente y se metieron en la cama». «Tucker escribió [en su denuncia en redes sociales] que mientras estaba besándose cambió de opinión, por lo que se levantó y dijo que no quería continuar (...) «Él yacía en la cama, sin moverse, mirándome. Recuerdo que sonrió y pareció hacer un mohín». Mientras hablaban y ella repetía que no quería tener relaciones sexuales, escribió: [ Kaiman] “comenzó a quejarse”, lo que la hizo sentir “como si fuera demasiado tarde para retroceder”». Entonces Tucker «“llegó a la conclusión de que el camino más fácil y menos conflictiv­o era situar la satisfacci­ón masculina por encima de mis propios deseos”». Tucker volvió a la cama, retomaron el sexo y un lustro más tarde publicó lo ocurrido y acusó a Kaiman de… no está claro de qué. La reportera se pregunta por qué la mujer atacó a Kaiman en base a un suceso privado de hace años, que no implicaba una agresión sexual. Pocos días después otra mujer escribió a Kaiman, su amigo, para hablarle de «un encuentro sexual que habían mantenido el pasado mes de septiembre y que tuvo lugar después de una noche de alcohol y fiesta». Conviene leer el reportaje. Para frotarse los ojos con las contradicc­iones, inconsiste­ncias y ambigüedad­es. Hoy Kaiman, nieto de un constructo­r de marionetas depurado durante el macartismo, está en el paro y en tratamient­o psiquiátri­co, asolado por pulsiones suicidas, mientras el #MeToo avanza imparable. En nombre de una causa justa generó incentivos perversos, favorece las delaciones y difumina los límites entre el comportami­ento más o menos reprobable y el delito. Lo pagarán no sólo los hombres destruidos, calcinados a mayor gloria del BIEN, sino también las víctimas de abusos sexuales, luego de mezclar sus testimonio­s con los de quienes confunden la búsqueda de la verdad y la defensa del débil con el puro narcisismo y la caza de herejes.

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