Las series más nostalgicas vuelven a nuestras vidas
RTVE y plataformas de pago han decidido traer de vuelta estas series míticas.
LaLa aceptable audiencia de «Verano azul» en La 2, –sus datos casi siempre están por encima de la media de la cadena, que se queda en un mísero 2,5 por ciento de cuota– a pesar de su enésima reposición demuestra que hay un nicho de espectadores con un ataque de nostalgia. A pesar de la sobreabundancia de series que pueden ver entre las cadenas generalistas y las plataformas de pago, no son pocos los que añoran ficciones que se emitieron hace décadas y que llegaron para quedarse en el disco duro de la memoria. Lo que quizá ignoran es que están al alcance de su mando, aunque en la mayoría de ocasiones hay que rascarse el bolsillo.
«YO, CLAUDIO»
Producida por la BBC –¿qué más se puede decir?– la adaptación de los libros de Peter Graves sobre la dinastía Julio-Claudia tuvo su mayor acierto en plantear su historia como emperadores de Roma como un drama shakesperiano de alto voltaje: intrigas familiares, luchas de poder, traiciones, venganzas, lascivia... No faltaba ni uno de los siete pecados capitales vistos bajo la mirada de Claudio, el miembro de la estirpe más infravalorado por su tartamudez y cojera que llegó a ser emperador de Roma. Emitida en 1978 por La 1, sus trece episodios fueron seguidos por la audiencia con la boca boquiabierta. Primero, por la calidad de los intérpretes, casi todos estrellas de la escena londinense como Derek Jacobi, Siân Phillips y John Hurt, entre otros. Aún se recuerda la personalidad introvertida de Claudio, la maldad sin fisuras de Livia y la crueldad de Calígula, que se comía el feto de su esposa embarazada. Filmin. El maestro sueco Ingmar Bergman Bermang no le hizo ascos a la televisión y en 1983 estrenó una miniserie a partir de un guión de su cosecha que un año antes, en su formato para el cine, ganó cuatro Oscar. Narra la historia de dos niños a los que la vida se les vuelve del revés cuando muere su padre y su madre se casa con un pastor protestante. Claustrofóbica, angustiante y, al tiempo, con una austeridad formal de una bellleza estremecedora, en la ficción está presente todo el universo de Bergman.