«Los Gemstone» HOMBRES MALOS, RIDÍCULOS Y BASTANTE TRÁGICOS
LA NUEVA COMEDIA DE DANNY MCBRIDE («SUPERSALIDOS Y «TROPIC THUNDER») CONFIRMA SU TALENTO ÚNICO A LA HORA DE RETRATAR A PERSONAJES DEFECTUOSOS
HabráHabrá espectadores que sientan rechazo hacia Los Gemstone. Es lo que sucede con todas las series creadas por Danny McBride y, de hecho, probablemente lo que él busca al crearlas. Gracias a sus dos ficciones previas producidas por HBO, «De culo y cuesta abajo» –sátira contra el machismo recalcitrante y una de las comedias más innovadoras de las dos últimas décadas– y «Vice Principals» –un vistazo a las miserias de la América masculina blanca–, McBride se reveló como un maestro a la hora de retratar con vitriolo y gran sentido del absurdo a la gente de la peor calidad, y aquí confirma esa habilidad adoptando un tono que hace equilibrios entre lo bobo y lo perturbador o, si se quiere, entre «Hermanos por pelotas» y «Breaking Bad».
Sus protagonistas son una familia disfuncional de telepredicadores liderados por el patriarca viudo Eli Gemstone (John Goodman), cuya red de iglesias genera a
diario millones de dólares a costa de los incondicionales feligreses. Sus tres vástagos ayudan a administrar el negocio familiar: el hijo pródigo Jesse (McBride) y el tontaina Kelvin (Adam DeVine) son pastores, mientras que Judy (Edi Patterson) se ve obligada a trabajar en la sombra a causa de la misógina enquistada en la prole. Los miembros del clan viven en sendas mansiones grotescas que comparten parcela, y viajan en un trío de aviones privados llamados El Padre, El Hijo y El Espíritu Santo. Lo tienen todo, a excepción de un código ético. La serie deja claro que son personas terribles y no trata de justificarlos cuando roban a la iglesia, se extorsionan los unos a los otros y actúan de forma del todo impía contra sus enemigos; y en el proceso encuentra grandes dosis de ironía en la enorme brecha que separa el moralismo que predican con el materialismo podrido que ejercen.
El más corrompido
Jesse es sin duda el más corrompido del grupo. Miente a su esposa, insulta a sus hermanos e hijos y abusa de la cocaína y las prostitutas. Igual que los personajes que McBride interpretó en las citadas series previas, es básicamente un imbécil. Pero si Kenny Powers –protagonista de «De culo y cuesta abajo»– y Neal Gamby –coprotagonista de «Vice Principals»– engendraban empatía a causa de lo mucho que habían llegado a fracasar en la vida, Jesse se ajusta al perfil del triunfador sin haber hecho nada para merecerlo.
La peripecia narrativa de la serie se pone en marcha cuando Jesse es chantajeado con un video incriminatorio y ello obliga a la familia a trabajar en equipo para evitar desmoronarse; otras subtramas incluyen la creciente frustración de Judy por las tradiciones patriarcales de la iglesia y la batalla de Eli contra una pequeña congregación local. Sin embargo, esas líneas argumentales son solo elementos secundarios en lo que por encima de todo es una paciente exploración no tanto de la estafa del negocio del evangelismo como de las causas y el proceso que empujaron a la prole titular a descarriarse y sumieron a cada uno de sus componentes en el dolor. Mientras la lleva a cabo, McBride logra un delicado equilibrio entre lo ridículo y lo trágico en buena medida gracias a una serie de momentos sorprendentemente sutiles entre los personajes. Sí, son un hatajo de personas terribles, pero tan profundamente humanas que resulta imposible no reconocerse en ellas. Sí, definitivamente, habrá espectadores que sientan rechazo hacia Los Gemstone.