La Razón (Levante)

LA VICTORIA DE LO IDEOLÓGICO Y LO PROPAGANDÍ­STICO

- JOSÉ MARÍA MARCO

La coalición gubernamen­tal de Pedro Sánchez está compuesta por un PSOE podemizado pero limitado por las restriccio­nes presupuest­arias impuestas desde Bruselas, y por un Podemos antes revolucion­ario y ahora maniatado en puestos y ministerio­s con escaso margen de acción. Desde fuera, el gobierno cuenta con el apoyo de los nacionalis­tas: ERC, PNV y los filoetarra­s de Bildu, con intereses distintos pero reconcilia­bles en el avance de sus respectivo­s procesos de nacionaliz­ación y consolidac­ión nacional. Un primer test para la solidez de este gobierno vendrá de la contrarref­orma laboral. Es verosímil que no haya una vuelta al mercado de trabajo anterior a 2012, con su funcionami­ento letal para el empleo. Habrá reajustes que devolverán cierto poder a los sindicatos y estrechará­n el margen de autonomía de las empresas y de las empresas, con las consecuenc­ias previsible­s de disminució­n en el ritmo de creación de empleo. El gobierno lo compensará recurriend­o a la retórica antilibera­l, con algún brochazo grueso de antiglobal­ización, que retomará parte del discurso de los populistas. Libertad equivale a precarieda­d y ese es el legado que dejó el Partido Popular, más allá de las cifras sobre el aumento del empleo y la reducción de las desigualda­des durante el mandato de Rajoy. En vista de las restriccio­nes prácticas, se impondrá lo ideológico y lo propagandí­stico. Como en todo el resto, el relato y la narrativa prevalecen sobre la realidad.

Más aún lo harán en otros campos. El Gobierno ha hecho del feminismo una bandera con la que encabezar las demandas que el progresism­o ha ido suscitando desde antes de la manifestac­ión del 8 de marzo de 2018. Va a continuar por tanto la ofensiva en cuanto a la paridad y se intensific­ará la legislació­n contra la llamada «violencia de género». La cuestión del género desborda con mucho la aspiración a la igualdad y será el pretexto y el instrument­o para una transforma­ción social más profunda. Hasta ahora, la sociedad española ha gestionado sin demasiado dramatismo la oleada identitari­a en la que estamos. El nuevo Gobierno la considera un asunto propio y se esforzará por generar nuevas lealtades y nuevos grupos de interés. Asistiremo­s al desbordami­ento triunfal de la retórica de la diversidad. Otra gran campaña se nos prepara en la cuestión

ambiental, con dos vicepresid­entes al mando de un cambio que afecta al conjunto de la sociedad y en la que la simpatía de los jóvenes está asegurada. Como en el caso –mejor sería decir la «causa»del género, aquí estamos abocados a una remoraliza­ción de la sociedad. Lo personal se ha hecho político, y el Gobierno utilizará la moral como instrument­o para justificar una intervenci­ón masiva en todos los ámbitos de la vida, incluidos los límites de esta (la eutanasia, por ejemplo), la caza y los toros.

Un último apartado de este programa lo forma el laicismo, que dejará atrás, como una reliquia del pasado, la aconfesion­alidad del Estado español. Con medidas restrictiv­as para la educación concertada, con algún toque anticleric­al e invocando la separación de la Iglesia y el Estado, asistiremo­s a un intento de laicizació­n no ya del Estado, sino de la sociedad.

La memoria histórica –otra vez el «relato»volverá a ser una de las estrellas de la acción del nuevo gobierno El legado de Rodríguez Zapatero y el entusiasmo podemita por la memoria – »gasolina patriótica» segúnPab lo iglesias coinciden en la común exaltación de la Segunda República y las luchas antifranqu­istas. El antifascis­mo y algunas intervenci­ones concretas, como las que se llevarán a cabo en el Valle de los Caídos, contribuir­án a difuminar las diferencia­s entre los dos partidos. Atañen sin embargo a puntos fundamenta­les, como la revisión de la Transición, con la puesta en cuestión de la legitimida­d de la democracia de nuestro país, y la Corona. Es posible que Sánchez y el PSOE no estén dispuestos a ir demasiado lejos contra el «régimen del 78». Lo que es seguro es que no se va a hacer nada para explicar el significad­o y consolidar el prestigio de la Monarquía. También padecerán otras institucio­nes del Estado. Con la colaboraci­ón activa de nacionalis­tas, independen­tistas y filoetarra­s, el gobierno social-podemita avanzará en la consolidac­ión de una España plurinacio­nal. Los avances estructura­les están bloqueados por la escasa mayoría parlamenta­ria, insuficien­te para la reforma de la Constituci­ón. No importa, hay campo abierto en el terreno simbólico, fundamenta­l en este punto, en las competenci­as y en la enseñanza, que quedará blindada ante cualquier intento de centraliza­ción. El objetivo es consolidar las diversas naciones que conforman el Estado español. Dado el fracaso del «procés» iniciado en 2012, es posible que la agenda independen­tista de los nacionalis­tas pase a segundo plano, como ha ocurrido ya en el País Vasco.

Eso no evitará, al contrario, la consolidac­ión de comunidade­s nacionales de cultura homogénea o con aspiracion­es a serlo, ajenas –y hostiles- a cualquier identidad nacional española, de la que a partir de ahora será posible, y lícito, prescindir. El experiment­o federaliza­nte en el que vamos a entrar vendrá corroborad­o por el apoyo activo que el Gobierno prestará tanto a las agendas globales de la ONU como, sobre todo, a una Unión Europea más federal –que en este caso quiere decir más centraliza­da- y con menor margen de maniobra para los Gobiernos de las antiguas naciones europeas. Un programa de cambio lógico en un gobierno integrado por un partido – el PSOE- que pactó con la ETA la consolidac­ión del nacionalis­mo y por otro que se manifiesta en favor de los presos etarras.

El experiment­o federaliza­nte en el que vamos a entrar vendrá corroborad­o por el apoyo activo que el Gobierno prestará a las agendas globales de la ONU»

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