La guardiana del «sanchismo»
CARMEN CALVO Vicepresidenta de Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática
Lo suyo fue un flechazo político. Hace tan solo tres años, en febrero del 2017, Pedro Sánchez era defenestrado como líder del PSOE y emprendía desde la base una dura batalla contra su rival, Susana Díaz. Con la vista puesta en Andalucía llamó a Carmen Calvo: «Me gustaría que me echaras una mano». La cordobesa cogió el guante: «Pedro, cuenta conmigo en lo bueno y en lo malo». Y así fue cómo se fraguó una relación de estrecha confianza, que ni los más adversarios de la número dos del Gobierno han podido romper. Desde entonces, Carmen ha sido la mano derecha de Sánchez sin tapujos. En el partido, en la campaña electoral, en los debates parlamentarios, en la exhumación de Franco y sobre todo en la Mesa de Pedralbes, dónde se sacó de la manga la figura del relator. Pierde ahora la parcela de Igualdad, pero adquiere otra de mucho mayor calado, el diálogo con Cataluña. «Estoy a la vera del presidente desde aquellas primarias tan duras y complicadas». Carmen Calvo Poyato fue siempre un verso suelto del partido, la Junta de Andalucía y el Ejecutivo, Ejecutivo, con una verborrea incontenida y mucha soltura para convencer a sus líderes. En su papel al frente de la vicepresidencia del Gobierno, varios de sus miembros y cuadros cualificados del PSOE la criticaban, pero nada de esto hizo huella en la confianza de Sánchez. Lo que algunos ministros y socialistas veteranos decían, «¡Ay Carmela, que vas por libre!», para el presidente era un escudo protector.
La cordobesa, una de las más fieles «apóstolas» del «sanchismo», no tiene reparos en confesar que ella «lo hace todo» por Pedro. A juicio de quienes bien la conocen Carmen es astuta, algo vanidosa y osada. Lo pudieron comprobar sus dos anteriores jefes, Manuel Chaves y José Luis Rodríguez Zapatero, testigos de sus fuertes desencuentros con algunas compañeras como Magdalena Álvarez y Rosa Aguilar. En las primarias del partido, su radical feminismo la hizo optar por Carmen Chacón frente a Alfredo Pérez Rubalcaba, aunque no le importó aparcarlo al defender a Luis Planas en su pugna contra Susana Díaz, con quien siempre ha tenido una pésima relación. En el gobierno de
Zapatero, ministra de Cultura, montó también unas cuantas y, según ministros de aquella época, sonoras eran sus broncas con la titular de Fomento. Sus leales aseguran que nada hace sin el consentimiento de Sánchez y que toda su estrategia de comunicación la tiene pactada, con suma habilidad, con el otro «fontanero» monclovita, Iván Redondo. Hermana de un histórico del partido andalucista de Rojas Marcos, Carlos Calvo Poyato, y separada de un dirigente del PSOE, el sociólogo profesor del Instituto de Estudios Sociales de Andalucía, Manuel Pérez Yruela, Carmen se erigió en decapitadora de Franco y el Valle de los Caídos, atacó el lenguaje «machista» de la RAE, y hasta increpó a un compañero masculino con una advertencia: «No me mires como voy peinada o vestida». Madre de una hija y apasionada de sus dos nietas, le gusta vestir moderna, a veces algo «hippy», los toros y el flamenco.
Ahora, su poder es indiscutible como vicepresidenta primera, ministra de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática. El autentico «fogón» de las decisiones en Moncloa. Mantiene hilo directo con Quim Torra y Pere Aragonés, lo que la convierte en paladín imprescindible en el diálogo con Cataluña, el auténtico desafío de este Gobierno. Salga como salga, Carmen Calvo es la centinela, verdadera guardiana del «sanchismo».
Mantiene hilo directo con Torra y Aragonés, por lo que es clave en el diálogo con Cataluña