El hombre tranquilo sobre un polvorín
FERNANDO GRANDE-MARLASKA Ministro del Interior
Fichado como independiente por Pedro Sánchez tras la moción de censura contra Mariano Rajoy, Fernando Grande-Marlaska (Bilbao, 1962) seguirá al frente de Interior. Su nombre siempre estuvo en todas las quinielas para mantenerse en el cargo y, en este caso, los pronósticos se han cumplido. El hombre tranquilo sentado sobre un polvorín salió indemne incluso de su particular Rubicón: la respuesta policial a los días de furia en Cataluña tras la sentencia del «procés», una gestión no exenta de críticas con la que, sin embargo, se ganó la continuidad en el Gobierno de Sánchez. Con todo, esa querencia a afrontar de perfil las embestidas políticas no siempre le ha garantizado salir indemne. Como cuando en la última manifestación del Orgullo justificó el veto a Cs.
El independiente Marlaska –condición acreditada por su elección como vocal del CGPJ a propuesta del PP y por el hecho de que su nombre sonara como fiscal general con Rajoy– se estrenó en el Ejecutivo socialista con su promesa de retirar las concertinas de la valla fronteriza de Ceuta y Melilla y encara ahora el nuevo mandato con la misión, pacto PSOE-PNV mediante, de gestionar el paso atrás de la Guardia Civil en Navarra y de entregar al Gobierno vasco la competencia en las prisiones. Incluso de escribir el epitafio de la Ley de Seguridad Ciudadana aprobada por el PP, la bautizada como «Ley Mordaza».
El juez que mandó a prisión a Arn al do Otegi fue objetivo de E TA, que en 2008 ordenó asesinarle aprovechando sus estancias en Ezcaray (La Rioja). Pero más que los siniestros planes del «comando Vizcaya», a Grande-Marlaska le marcó el distanciamiento familiar tras revelar su homosexualidad. «No he sido el mismo ni seré el mismo después de esa ruptura», confesaba a LA RAZÓN en una entrevista en 2016. Entonces aseguraba que le resultaría «muy difícil» dar el salto a la política, un paso hacia el vacío que afrontaría menos de dos años después.
La gestión policial tras la sentencia del «procés» le valió su continuidad en el Ejecutivo