La Razón (Levante)

Un murciano metido a terrorista artístico

- PEDRO ALBERTO CRUZ SÁNCHEZ

El pasado 28 de diciembre, un hombre angloindio de 20 años afincado en San Javier (Murcia) accedió a la Tate Modern y destrozó un cuadro de Picasso que, bajo el título de «Busto de mujer» (1944), está valorado en casi 24 millones de euros. El joven –cuyo nombre es Shakeel Ryan Massey– había estudiado el Bachillera­to de Artes Plásticas, y, aunque sus profesores le atribuyen ideas un tanto radicales sobre el arte, jamás pensaron que fuera a realizar un acto vandálico de tal índole. Mientras que permanece en prisión y a la espera de ser juzgado, las elucubraci­ones sobre el móvil que ha llevado a Massey a destruir esta obra de Picasso comienzan a prodigarse. Por lo pronto, las redes sociales han dictado una unánime y precipitad­a sentencia: se trata de un descerebra­do, con cierto tufo paleto, que ha rubricado tal acto de vandalismo con un «¡viva Murcia y El Mirador!». La cuestión que asalta, en este punto, es dirimir si, efectivame­nte, Massey es simplement­e un demente indocument­ado indocument­ado con ínfulas de notoriedad –los diez minutos de fama de los que hablaba Warhol– o, por el contrario, hay algo más. Para comenzar a centrar el asunto, la pulsión destructiv­a no solo no es nueva en el arte contemporá­neo, sino que además cuenta con una larga tradición. Gustav Metzger y Marta Minujín adquiriero­n notoriedad por destruir sus propias obras en espacios públicos. Dentro del movimiento Fluxus, artistas como Philip Corner y Robin Page propusiero­n acciones en las que se destruían guitarras y violines. El estadounid­ense de origen puertorriq­ueño Raphael Montañez Ortiz convirtió en su seña de identidad la destrucció­n de pianos con un hacha.

Y, a principios del siglo XXI, el británico Michael Landy alquiló un local cerca de Oxford Street para, ante los ojos atónitos de miles de espectador­es, triturar los 7.227 elementos que componían todas sus posesiones. Ahora bien, en ninguno de estos casos el artista atenta contra una propiedad ajena. ¿Existen casos en los que, como sucede con Massey, alguien haya destruido el trabajo de otros? Sí, y no pocos. Recordemos que Pierre Pinoncelli ha sido encarcelan­do por dañar dos de los urinarios de Duchamp que se exhiben en varios museos del mundo. Y obras de Damien Hirst y Tracey Emin han sido vandalizad­as con un diferente impacto sobre ellas. Que Massey haya cursado el bachillera­to de Artes Plásticas y que destacara por sus ideas radicales nos pone sobre la pista de su verdadera motivación: el «terrorismo artístico». Para este veinteañer­o, la crítica institucio­nal solo puede ejercerse de una manera radical: o destruyes o eres un farsante.

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 ??  ?? Shakeel Ryan Massey (sobre estas líneas) destrozó «Busto de mujer» (1944) en la Tate Modern de Londres. El cuadro de Picasso está valorado en casi 24 millones de euros
Shakeel Ryan Massey (sobre estas líneas) destrozó «Busto de mujer» (1944) en la Tate Modern de Londres. El cuadro de Picasso está valorado en casi 24 millones de euros

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