La Supercopa como trampolín
El título confirma el buen momento del Real Madrid Zidane ha cambiado la cara del equipo, van todos a una y ahora la temporada es prometedora
PorPor como ha sido la Supercopa, por los rivales, por las diferentes versiones que ha mostrado el Real Madrid y por la altura de la temporada en la que estamos, el trofeo que ha ganado el equipo de Zidane es algo más que una copa a mitad de curso, es la confirmación de que este grupo ha cambiado y de que la perspectiva de lo que viene es alentadora. Y más cuando hace unos tres meses nadie sabía qué podía pasar. El Real Madrid va hacia arriba y esa subida parece aún mayor por las sensaciones que está dejando su gran rival. Mientras el Barcelona es un lío del que no está muy claro cómo va a salir, en el Santiago Bernabéu han colocado un nuevo trofeo en una vitrina que vive años gloriosos y afrontan la segunda parte del curso con una fe y una convicción que les convierte en temibles para los rivales.
Es el trofeo, pero mucho más el modo como se ha conseguido, superando inconvenientes y bajas. El Real Madrid supo pronto que Hazard no se recuperaba para poder llegar a la Supercopa. La ausencia del belga fue determinante en los últimos encuentros del año pasado: con él en el campo, y más en el estado de forma en el que se encontraba, los resultados, sospechan casi todos en el Real Madrid, hubiesen sido distintos y más favorables.
El problema a la baja de Hazard es que se unió, a última hora, la de Bale y, sobre todo, la de Benzema, el futbolista imprescindible para el ataque blanco, el que más minutos sumaba antes de la disputa de la Supercopa y quizá el hombre más importante del conjunto blanco durante esta campaña.
Zidane, por tanto, tenía que inventarse un ataque y un modo de jugar para el Valencia y para la final. En el encuentro contra el Atlético, para jugarse el partido a cara o cruz, el Real Madrid terminó jugando en la delantera con Mariano, Vinicius y Rodrygo. El primero sólo había disputado unos minutos en el partido anterior contra el Valencia; los brasileños tienen 18 y 19 años y tenían la responsabilidad de hacer daño al equipo que mejor defiende del mundo.
Pero Zidane confía en todos y quiere que todos se sientan partícipes de los objetivos. La Supercopa le va a servir como ejemplo de que, trabajando en común y con todos dispuestos a echar una mano, es más sencillo conseguir el éxito. Porque si contra el Atlético la victoria final consistió, sobre todo, en un ejercicio de saber sufrir durante la primera mitad, sin apenas posibilidades de jugar, con la presión del rival y lejos del área; contra el Valencia el choque fue totalmente diferente y a él también se adaptó bien el conjunto blanco.
Los cinco centrocampistas ha sido la invención principal del francés para este torneo. Había que apostar por un dibujo nuevo y había que creer en un jugador como Isco, que no estaba claro qué resultado podía dar. Ha demostrado que es un elemento válido y que se puede contar con él en las citas importantes, como ha hecho Zizou durante el último mes.
Esa idea de llenar el campo de centrocampistas, esa apuesta de Zidane en un momento decisivo, ha cambiado la visión que los más críticos tenían del francés. Que si era un hombre afortunado y de ahí sus éxitos; o que si no era más que un alineador, que ponía a los futbolistas sobre el campo y eran estos lo que le resolvían todo.
Pero el papel de Zizou en los éxitos del Real Madrid es imposible de negar: nueve de nueve finales, más el título de Liga no permiten ninguna duda. «Es una bendición», aseguró Florentino Pérez después del encuentro. El francés, al que le costó encontrar el tono del equipo y que en verano y durante el otoño parecía que no lo tenía claro, ya ha dado con la fórmula y lo que se presenta ahora es apasionante. Primero el Sevilla y después, con la Copa, partidos sin parar hasta que, en Champions, llegue el City de Guardiola.