Los dos Papas
A las puertas del séptimo año de la era Francisco. No pocos han buscado las cosquillas a Benedicto XVI, para lanzar al Papa emérito contra el argentino. Visitas. Cartas. Alguna que otra cervecita bávara. Para sonsacar un exabrupto del alemán que decidió renunciar para dar el relevo a otro Pedro con más vitalidad para que enderezara una barca que hacía aguas a golpe de abusos y corruptelas varias. Bergoglio asumió el «marrón oscuro casi negro ». Una reforma integral que venía necesitando un Vaticano con algún que otro pilar carcomido. Su plan incomoda, porque levanta alfombras, moquetas y vergüenzas varias. Más allá de las etiquetas progreso carcas. Y mientras Bergoglio se afana en airear aquello, otros se cuelan en el retiro del teólogo alemán para sonsacarle. El cardenal Sarah le propuso colaborar en un libro sobre el celibato a su viejo amigo Ratzinger, en plena reflexión del Papa actual sobre la posibilidad de abrir un debate al respecto. Y no para iluminar, sino para presionar. Le arrancó un texto que el pasado domingo presentó al mundo como un libro escrito a cuatro manos. Y lo lanzó. Contra Francisco, revestido de «amor a la Iglesia». Después de unas horas de enrocarse tuvo que rectificar, cuando el secretario de Benedicto XVI le llamó al orden. Nunca dio el visto bueno final a la obra. Pero el daño está hecho. Contra el Papa emérito retirado. Contra el Papa en ejercicio que siempre ha guardado un silencio exquisito ante la herencia recibida. Y contra la Iglesia. Porque da alas de verosimilitud a la ficción de «Los dos Papas». Y esboza el guión para otra temporada a Sorrentino.