La Razón (Levante)

«MI FAMILIA ESTÁ DEMASIADO PENDIENTE DE MÍ.SOY MUY INDEPENDIE­NTE»

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va bien».

A estas alturas, Menchu es más de desprender­se que de acumular, y sí, claro que puede agradecer que su hija Henar le haya regalado alguno de los cuadros que pinta. «Nosotros somos, en opinión de Henar Ortiz, muy dados a personaliz­ar los regalos. Por ejemplo, los pequeños hacen un dibujo y los mayores una composició­n de fotos. Yo le he regalado varios de los cuadros que pinto». Menchu se define como «la abuelina de mis bisnetas», y prefiere como regalo «un beso de cada una de ellas. Qué más puedo pedir. Creo que no hay nada mejor que ser abuelina. Es muy bonito». Además de los besos de las cuatro bisnietas, dos de Doña Letizia, uno de Telma y otro de Érika, le encantan las flores, el chocolate negro, los arándanos, conectarse a la tablet, fumarse sus cigarrillo­s griegos y sentarse en el mirador de su casa, que dista tres kilómetros del mar Cantábrico,

a ver su mejor cuadro: el paisaje del valle en el que vive, porque la abuela de la Reina Letizia es más asturiana que la sidra y las fabes. Nació en Cantabria, de donde salió con seis años, rumbo a León. Allí vivió la guerra y, según cumplía 15, su familia se instalaba en Asturias, donde se convirtió en una celebridad mucho antes de recibir el título popular de «abuela de la Reina». Su programa “Coser y cantar” en la radio asturiana «nos dio popularida­d. Anteshabía­talleres de costura y nos escuchaban mucho. Ahora, la gente no cose, a mi casi se me ha olvidado». Ahí, en ese trocito de la España vaciada, ante un plato casero de fabes con almejas y con un culín de sidra en la mano, el Rey Felipe entendió el «Puxa Asturies» que lleva su familia política grabado a fuego y que ahora él repite cuando le brindan la ocasión. Antes de despedirme de Menchu, me ruega: «No escribas un texto cursi».

«SÍ, SIGO FUMANDO PORQUE ME GUSTA, Y A ESTAS ALTURAS PUES QUÉ QUIERES QUE TE DIGA»

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