La Razón (Levante)

Hasta que el cuerpo aguante

Está acordado que en los países con menos obesidad, las personas caminan más. Se anda por necesidad, pero ha crecido una afición a caminar, sea por ejercicio físico, incluso por gimnasia espiritual

- Manuel Calderón - Madrid

Una de las primeras actividade­s motrices que realiza el ser humano al nacer es andar. O ponerse en pie. Es posiblemen­te el acto del que nos sentimos más orgullosos, junto a montar en bicicleta: aprender a dar los primeros pasos, caernos y volvernos a levantar, hasta ganar la autonomía suficiente que permite soltarnos de la mano de nuestros padres es un ejercicio de libertad. Luego nos pasamos la vida andando, o dando vueltas, porque en realidad no salimos de un pequeño circuito de no más de 20, 10, o 5 kilómetros cuadrados. En ese limitado mapa transcurre la vida, se nace y se muere. Según un estudio de la ONU solo 272 millones de personas emigraron en 2019. «Solo», comparado con el total de la población mundial (6.000 millones). Empezamos andando y la mayor parte de la vida la pasamos sentados o acostados. Cuando se descubrió la rueda –un simple círculo, un gran paso para la humanidad– se creyó que se podría ir más lejos, y así fue. Sin embargo, viajar andando supone una conquista de la naturaleza y de su magnitud: el viento, el sol, el frío, las montañas, los ríos. Y es, también, una conquista espiritual: la modesta sensación de ser una parte ínfima en el universo. Henry David Thoreau había escrito que la democracia –la americana– se había hecho andando, pisando la tierra, apreciándo­la, considerán­dola el sustrato de todo lo que puede construirs­e. El mundo entonces podía cruzarse andando –quien tuviera tiempo, fuerzas o estuviese perseguido–; ahora, también, pero sorteando fronteras, aduanas y guerras. La distancia más larga que puede atravesars­e a pie es desde la ciudad de Magadan, en el extremo oriental de Rusia, hasta Ciudad del Cabo, en Suráfrica. Un total de 22.387 kilómetros, para los que no valen hablar de ir a buen paso, sino llegar, sin prisas, siguiendo lo que dijo Agustín de Hipona: «Una cosa es haber andado más camino y otra, haber caminado más despacio». España está en la media de los países más andarines con de 4,1 kilómetros diarios. Un modelo de ciudad abarcable, el clima moderado y un viejo apego al mundo rural juega a nuestro favor.

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