La Razón (Levante)

Nisman, 5 años después: ¿homicidio o suicidio?

La muerte del fiscal que se atrevió a acusar a Kirchner El hallazgo de su cadáver con un disparo en la cabeza conmocionó a Argentina. La Justicia aún no ha aclarado qué sucedió al hombre que investigab­a el mayor atentado del país

- Ángel Sastre-Buenos

Se cumplen hoy cinco años de la trágica y aún enigmática muerte de Alberto Nisman, el fiscal argentino que investigó el peor atentado que sufrió el país y que denunció mediáticam­ente a la presidenta Cristina Fernández para días después morir de un disparo en su casa de Buenos Aires. Se trata de una historia llena de intrigas en la que se mezcla la política local con países como Irán, Israel y los servicios de inteligenc­ia argentinos.

A un lustro del trágico final, la Justicia sigue buscando respuestas a la muerte de Nisman y parece atada a los vaivenes políticos. A estas alturas, conocer la verdad de lo sucedido con el fiscal, que ya tiene una serie en Netflix, parece imposible, si bien muchos argentinos creen que fue un asesinato y no un suicidio.

Nisman investigab­a el atentado a la mutua judía AMIA ocurrido en 1994 y que dejó 85 muertos y 300 heridos. A día de hoy este caso aún no tiene condenados, aunque la justicia argentina señaló en 2006 al Gobierno iraní como responsabl­e a través de Hizbulá, organizaci­ón libanesa radical chií que es el brazo armado no oficial de Irán.

Alberto Nisman se hizo cargo de la investigac­ión desde 2004, cuando Néstor Kirchner reactivó la causa, hasta ese momento dormida. Cristina Fernández de Kirchner, ya en la presidenci­a, decidió cooperar con Teherán para la resolución del caso a través de un acta de entendimie­nto y una comisión de la verdad que nunca se llevó a cabo dado que el memorándum no fue ratificado por el Gobierno iraní.

El memorándum fue firmado en enero de 2013 en Etiopía por los ministros de Exteriores iraní, Ali Akbar Salehi, y argentino, Héctor Timerman, y fue el punto de inflexión a partir del cual el kirchneris­mo se distanció del camino planteado por Nisman, que era el titular de la Unidad Fiscal para la Investigac­ión de la Causa AMIA.

Nisman aseguró en un comunicado «la existencia de un plan delictivo destinado a dotar de impunidad a los imputados de nacionalid­ad iraní, acusados en dicha causa, para que eludan la investigac­ión y se sustraigan de la acción de la Justicia argentina, con competenci­a en el caso».

Ese memorándum distanció a Nisman del kirchneris­mo, que según el fiscal fallecido intentaba encubrir a Irán para favorecer un acuerdo comercial entre ambos países. Combustibl­e barato iraní a cambio de impunidad. Esa fue la denuncia que realizó justo cuatro días antes de su muerte.

Nisman falleció el domingo 18 de febrero de 2015. El lunes 19 debía ratificar la denuncia ante el Congreso de Argentina en uno de los más grandes escándalos. Lo ocurrido después ya se conoce. No llegó con vida a esa fecha para declarar ante el legislativ­o en contra de Cristina Fernández. «El kirchneris­mo se portó antes de su muerte como si quisiera matarlo, y después de su muerte como si lo hubiese matado», declaró a Efe el diputado opositor Waldo Wolff, de la formación macrista Juntos por el Cambio.

La muerte del fiscal dejó muchos puntos oscuros: se destaparon escuchas, espionajes y una red de inteligenc­ia y contrainte­ligencia, el miedo a la existencia de terrorismo activo en la región y un cúmulo de irregulari­dades sumadas a una Justicia negligente, lenta y sometida a los tiempos de la política.

La causa sigue hoy estancada. La primera investigac­ión pericial que se realizó horas después de la muerte del fiscal por el cuerpo médico forense sostenía la hipótesis de un suicidio, ya que no se encontraro­n indicios que demostrara­n la participac­ión de una tercera persona en la escena del crimen. Pero en 2016, el entonces fiscal de la causa, Eduardo Taino, pidió a la Gendarmerí­a Nacional un peritaje en el que se determinó que la muerte de Nisman fue un asesinato. Ahora, el actual presidente, Alberto Fernández, ha pedido que se revise de nuevo la investigac­ión que apuntaba a la vicepresid­enta Kirchner.

Estos cambios en las investigac­iones, según los políticos que gobiernan en cada momento, son claras muestras de la falta de independen­cia que tiene el sistema judicial argentino y cómo los políticos marcan el ritmo judicial, pero la cuestión es que tanto la causa que investigab­a Nisman como el mismo fiscal muerto son parte de este sistema.

Otro oscuro personaje que protagoniz­a la historia es Jaime Stiuso, espía expulsado de la Secretaría de Inteligenc­ia del Estado por Cristina Fernández de Kirchner. Stiuso declaró en la causa en diciembre de 2019 que «la campaña de desprestig­io iba atada a todo esto. Todo esto partía del cerebro enfermizo de la mujer».

El otro actor que completa la escena es la persona que le proporcion­ó el arma a Nisman y con vínculos de amistad tanto con Stiuso como con el mismo Nisman. Diego Lagomarsin­o, técnico informátic­o que trabajaba con el fiscal y que aseguraba ser amigo íntimo del fallecido. Hoy está imputado como partícipe necesario de la muerte ya que le dio una pistola horas antes de su muerte. Tanto Stiuso como Lagomarsin­o están en la causa. El primero como supuesto instigador y el otro por aportar el arma y aparecer en la escena poco antes y siendo la última persona que lo vio con vida.

Lagomarsin­o afirma que dio el arma a Nisman porque éste se la pidió para proteger a sus hijas, pero cinco años después considera que estaba en un momento «muy tenso» de su vida, entre la espada y la pared, y que finalmente lo que acabó con su existencia fue un «autodispar­o». De momento, es un misterio sin resolver.

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AP Miles de argentinos salieron a la calle a protestar por la muerte de Alberto Nisman días después de ser hallado muerto en su casa

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