La Razón (Levante)

Sainz para la eternidad

En 1990 consiguió su primer Mundial de Rallys. Ayer, completó su triplete en el desierto a los 57 años y no piensa en la retirada

- FRAN CASTRO

DentroDent­ro de una o dos décadas, los aficionado­s españoles al automovili­smo recordarán esta época como algo irrepetibl­e. Los días en los que dos talentos puros como Carlos Sainz y Fernando Alonso lograron los mayores éxitos en sus respectiva­s categorías. Dos astros que pueden considerar­se auténticos genios que han sabido conjugar el talento con una enorme capacidad de trabajo y aprendizaj­e. Ayer Carlos Sainz conquistó su tercer Dakar, la prueba más dura del mundo por más que algunos se empeñen en inventar otras cosas. El Dakar, ya sea en África, en Sudamérica o en Arabia Saudí es una carrera de «locos», cuyo éxito sólo está reservado a «dioses» y leyendas como el piloto madrileño. A sus 57 años puede considerar­se ya uno de los mejores en esta especialid­ad, a lo que hay que sumar sus dos títulos en el campeonato del Mundo de Rallyes y el hecho de haber permanecid­o en la elite desde el año 1990 hasta el 2004. O 2020 porque ganar el Dakar es puro elitismo.

Lo de los coches y Carlos Sainz no fue una cosa desde que tenía tres años. Otros deportes «le llamaron» antes e incluso fue campeón de España de Squash dentro de su categoría. No fue hasta bien cumplidos los 12-13 años cuando la gasolina le entró por las venas. Hacía cualquier cosa para ponerse al volante de un coche y con 15 consiguió hacer de aparcacoch­es en su propia casa cuando llegaban visitas los fines de semana. Recorrer apenas unos metros con los vehículos de los amigos de sus padres era «lo más» para él. Algo parecido a cuando Demetrio, la persona que hacía el mantenimie­nto de su casa, le llevaba al colegio Retamar en Madrid y le dejaba el Seat 850 con el que iban. Hasta que un día el director del colegio pilló a Sainz al volante haciendo trompos y tirando de freno de mano en el aparcamien­to.

Estaba claro que tenía algo con los coches y muy pronto su padre se dio cuenta. Empezó a correr

El orgullo que siento ahora como hijo es muy difícil de explicar, por lo tanto no se me ocurre otra cosa que decir. Eres el P*** AMO»

Carlos Sainz jr.

El final está cada vez más cerca, pero no hay que mirar el DNI, hay que mirar el cronómetro. Me sigo divirtiend­o y eso se nota y se ve» Carlos Sainz

Grandioso Carlos Sáinz. No dejar de prepararse y entrenar en silencio, no dejar de tener ganas de competir, ejemplo de tesón y fuerza» Felipe VI

en rallyes y más tarde lo hizo en circuitos en competicio­nes míticas como la Copa Renault. También probó los monoplazas e incluso sorprendió en una importante prueba celebrada en Inglaterra, el Festival Fórmula Ford, en el que acabó cuarto.

Pero su destino no era la F-1, sino los rallyes, la especialid­ad más peligrosa y donde el nivel de riesgo es patente en cada curva. La competició­n donde la épica todavía existe y en la que los pilotos son verdaderos héroes. Sainz demostró su fuerza y su talento en el campeonato de España ganando a verdaderas «vacas sagradas» y se jugó el tipo en un imborrable Rallye de San Remo de 1988, en el que la noche y la niebla hacían casi imposible ni siquiera circular. Pero ahí estaba él, luchando contra los equipos oficiales con un Ford Sierra inferior a los Lancia Delta Integrale. Aquella demostraci­ón de conducción y valor le supuso fichar por Toyota. Dos años después de proclamaba campeón del mundo. Una bofetada para aquellos que antes le calificaba­n como un piloto sólo rápido sobre el asfalto, como dijo Cesare Fiorio, jefe de Lancia por aquel entonces (Sainz tuvo como maestro para la nieve y la tierra a mitos como Stig Blomqvist, ex piloto de Audi). Más tarde vio cómo Sainz se convertía en el primer piloto no nórdico en ganar el complejo y peligroso Rally de Finlandia, conocido como el 1.000 lagos, por sus saltos interminab­les, sus curvas ciegas y la cantidad de tiempo que el coche pasa de lado con el pie del acelerador a fondo. Todo un hito. El segundo título llegó sólo dos años después y a continuaci­ón peregrinó por equipos como Ford, Subaru, Lancia o Citroën, y con todos luchó por el título. Ya fuera el coche bueno o malo, Sainz lo hacía correr. En 2004 se retiró del mundial tras la irrupción del mejor piloto de rallyes de la historia: Sebastien Loeb. Sólo la edad y él pudieron con el madrileño.

Junto a Lucas Cruz

Sainz tomó el camino del Dakar en 2006, cuando la prueba se disputaba en África. Preparó el Volkswagen Touareg y, en 2010 (en 2008 no se disputó por amenaza terrorista) consiguió su primer triunfo, ya en Sudamérica. Después lo hizo en 2018 con Peugeot y ayer en Arabia Saudí con Mini. Siempre con Lucas Cruz como copiloto. Es un genio, un tipo con una sensibilid­ad enorme para conducir rápido y una tremenda capacidad de trabajo para entender el coche. Eterno Sainz.

 ?? EFE ?? Carlos Sainz y su copiloto, Lucas Cruz, levantan el Touareg, el mítico trofeo que distingue a los ganadores de esta carrera
EFE Carlos Sainz y su copiloto, Lucas Cruz, levantan el Touareg, el mítico trofeo que distingue a los ganadores de esta carrera

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