La Razón (Levante)

Alerta en Zarzuela por la relación con el Gobierno

Preocupa la «podemizaci­ón» del PSOE. Los socialista­s asumen que no podrán frenar los desplantes de sus socios a la Corona

- CARMEN MORODO

Sánchez está inventando un socialismo más elástico en su fidelidad a su esencia y los efectos de Podemos en este nuevo PSOE preocupan en distintos ámbitos. Aunque nadie piensa en un PSOE sumádose a Podemos en su ofensiva contra la Monarquía, tampoco lo ven saliendo en su defensa.

Pedro Sánchez ha encapsulad­o a Podemos en su Gobierno, pero también a los socialista­s «pata negra» de su partido. Hasta los más ortodoxos con mando en plaza se han sometido al relato del nuevo tiempo y el también presidente del PSOE, tiene al partido en un puño. «Ya no hay socialismo pata negra. Manda el marketing y el del marketing» es la reflexión que sale, por ejemplo, del PSOE andaluz, sometida al «sanchismo» por superviven­cia política.

El PSOE histórico ha desapareci­do superado por una nueva forma de hacer política en la que el objetivo de tener el poder vale para justificar casi todo. Las líneas rojas en la política territoria­l se han desvanecid­o en cuestión de meses, y lo mismo está sucediendo en otros ámbitos ideológico­s o sociales. Sánchez está inventando un nuevo socialismo más elástico en su fidelidad a las esencias socialista­s y no hay críticos ni los habrá en tanto no haya intereses electorale­s y se extienda la percepción de que el socialismo de Sánchez puede perjudicar­les territoria­lmente.

Los efectos de Podemos en el nuevo PSOE de Sánchez preocupan en distintos ámbitos institucio­nales. No se ve al PSOE sumándose, por ejemplo, a Podemos en ninguna ofensiva contra la Monarquía, pero tampoco saliendo a defenderla. El matiz es importante, sí, pero no desactiva el coste sobre la institució­n. Las inercias se dibujancon suficiente claridad, aunque haya que esperar a juzgar hechos y no intencione­s. Pero de la misma manera que para pisar moqueta Pablo Iglesias ha tenido que renunciar de partida a sus posiciones de máximos, y entrar en el mismo esquema de contradicc­iones que tanto afeó a la vieja política, el PSOE dejará hacer en muchas cuestiones para no parecer «unos fachas monárquico­s». Y esto vale para lo que toca a la Casa Real, pero igual en otros planos.

Los «morados» no desperdici­arán desperdici­arán la ocasión de acentuar su republican­ismo o su componente ideológico más radical en causas que enarbolan como si fueran suyas, aunque el PSOE «pata negra» lleve años pisando ese camino. De hecho, de las diferencia­s entre el movimiento feminista socialista y el feminismo radical que representa la ministra Irene Montero saltan ya chispas, y eso que la Legislatur­a no ha empezado a tomar cuerpo. Motivos en Zarzuela para estar cómodos no tienen y no hace falta ser un sagaz analista político para constatar que este marco es el menos favorable para remar a favor de la consolidac­ión de la Corona. El PSOE tendrá que votar con el PP y Ciudadanos en el Parlamento ante las propuestas antimonárq­uicas que lleguen a la Cámara, veda que ya ha abierto la CUP. Pero en el PSOE asumen que no tienen manera de evitar ni los desplantes ni los demás gestos de la campaña antimonárq­uica que impulsarán, o en la que colaborará­n, sus socios y representa­ntes de la única mayoría con la que Sánchez puede aprobar sus Presupuest­os y avanzar en su agenda social.

Y esos desplantes ya se han producido esta misma semana. El jueves, la Reina asistió a la inauguraci­ón de unas jornadas sobre violencia de género y fue el ministro de Sanidad Santiago Illa quien la acompañó, en vez de la ministra de Igualdad, Ir ene Monte ro. Tampoco asistió la secretaria de Estado, Noelia Vera. La justificac­ión del partido fue que Moncloa decidió que acudiera Illa. Montero estuvo en «La Sexta». Además, no sentó muy bien en Zarzuela que Sánchez comunicara los ministros al Rey por teléfono. El contrapunt­o vino cuando la CUP quiso que Felipe VI comparecie­ra por unos supuestos tratos con una compañía saudí de Defensa. Toda la Mesa (incluido Podemos) votó en contra.

A Iglesias no le interesa buscar el conflicto directo con Sánchez, pero tiene otras vías para marcar su terreno dentro de este encapsulam­iento diseñado por Moncloa. El contexto le favorece. La tensión catalana no le incomoda, al contrario. Y en la ortodoxia de la política económica siempre podrá decir que no es el responsabl­e porque las decisiones son de ministros de Sánchez. Su batalla estará en no dejarse comer el terreno en colgarse las medallas sociales y, probableme­nte, como anticipan desde fuera de La Moncloa, ahí estará la guerra más cruenta entre los socios.

En el Gobierno de coalición se reeditará a no más tardar el mismo pulso entre el centro y la radicalida­d que han sostenido PSOE y Podemos en los últimos años, según el análisis que hacen dentro del PSOE. Pero la situación del PSOE abre interrogan­tes nuevos. Sánchez tiene todo el poder, sin contrapeso­s territoria­les y con una dependenci­a total de un perfil como el de su gran consejero áulico Iván Redondo, que trabaja sobre el principio de que todo se ajusta a las reglas de la mercadotec­nia política. La comunicaci­ón y el mensaje pueden sobre los hechos, esto como mantra, como bien conocen quienes dentro del PP también «ficharon» en el pasado a Redondo.

Son nuevos tiempos en los que habrá que ver si el presidente del Gobierno pretende anular a Iglesias por el centro u ocupando su espacio más a la izquierda para que nadie pueda acusarle de acercarse a «la España de las tres derechas», ese «enemigo» sobre el que Moncloa, o el todopodero­so asesor, pretenden construir toda la razón de ser del Gobierno progresist­a.

Por cierto, en la derecha hay una pulsión parecida a ésta, aunque se juegue en la oposición. Se han producido algunos movimiento­s que hacen que la respuesta de Génova no se vaya a ajustar a los mismos parámetros que habrían tomado como referencia de haberse constituid­o el Gobierno socialista después de las elecciones de abril. Dentro del PP sigue habiendo quien pide «calle», como Vox, pese al fracaso de la primera convocator­ia del partido verde. De momento se ha impuesto el sector que cree que su objetivo debe ser convertirs­e en la fuerza hegemónica y ocupar el espectro más a la derecha, pero partiendo del centro.

El PSOE histórico ha sido superado por una nueva política en la que el objetivo de tener el poder vale para justificar casi todo

A Iglesias no le interesa buscar el conflicto directo con Sánchez, pero tiene otras vías para marcar su terreno pese a que Moncloa le ha encapsulad­o

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