La Razón (Levante)

¿ESTAMOS ANTE UNA NUEVA BURBUJA INMOBILIAR­IA?

- JUAN RAMÓN RALLO

Los precios de la vivienda en el conjunto de España se han incrementa­do más de un 15% desde sus mínimos alcanzados en el año 2014. En algunas ciudades, como Madrid o Barcelona, ese incremento ha sido sustancial­mente mayor. Cuando uno observa incremento­s tan sustancial­es en los precios de un activo, suele ser habitual plantearse si ese activo está adentrándo­se en una fase burbujísti­ca, es decir, si esos precios están aumentando de un modo insostenib­le. En el caso del mercado inmobiliar­io español, la duda resulta doblemente pertinente dada nuestra reciente experienci­a histórica: ¿estaremos volviendo a tan devastador­as andadas? Ésta es, precisamen­te, la misma pregunta que se han formulado Raymond Torres y Carlos Ocaña en su última investigac­ión publicada por Funcas. Y ambos autores responden negativame­nte a esta pregunta. De momento, no hay síntomas de burbuja en el mercado inmobiliar­io español. Primero, los precios actuales todavía se ubican un 20% por debajo de sus máximos precrisis (y, de hecho, el valor medio de las tasaciones actuales aún se encuentra un 33% por debajo del alcanzado en el pico de la burbuja). Segundo, el ritmo de variación interanual de los precios ya se está moderando. En el tercer trimestre de 2019 apenas aumentaron un 3,8%, frente al 5% del ejercicio anterior. Tercero, la formalizac­ión de hipotecas también se ha ido ralentizan­do con el paso del tiempo. Mientras que se expandía a ritmos superiores al 30% durante 2014, en la actualidad se ha moderado a apenas el 1,5% (en parte, por la influencia de la nueva Ley Hipotecari­a). Cuarto, el lado de la oferta inmobiliar­ia también se está debilitand­o. Los visados de obra nueva, que llegaron a crecer por encima del 30% interanual en 2015 y 2016, se expanden hoy a ritmos más modestos del 14% (asimismo, el consumo de cemento ha pasado de tasas interanual­es del 12% a aumentar por debajo del 1%). Quinto, el esfuerzo familiar para devolver la deuda hipotecari­a se ubica en el 33% de su renta disponible, un valor muy inferior al alcanzado en el peor momento de la burbuja (en 2008, representa­ba más del 50%). Asimismo, el precio de la vivienda equivale actualment­e a 7,5 años de ingresos familiares (frente a los 9 alcanzados en 2008). Y, por último, el peso de la construcci­ón en el PIB es hoy la mitad que durante la anterior burbuja.

En definitiva, los crecientes precios de la vivienda no responden a una dinámica burbujísti­ca (sobrecalen­tamiento especulati­vo) sino a una dinámica de desequilib­rio fundamenta­l entre oferta y demanda. Con la recuperaci­ón económica y la progresiva concentrac­ión poblaciona­l en grandes urbes españolas, la demanda se ha incrementa­do de manera sustancial y continuada pero, en cambio, la oferta de nuevos inmuebles no ha crecido de manera acompasada. El resultado, tal como sucedería en cualquier otro mercado donde la demanda supere la oferta, es que los precios suben. De ahí que resulten tan absolutame­nte contraprod­ucentes todas aquellas medidas políticas encaminada­s a restringir la oferta (como el control de alquileres o la limitación del suelo urbanizabl­e): España necesita mucha más vivienda y parte de nuestra clase política desea estrangula­r los incentivos que posibilita­n que esa nueva vivienda se construya. Abandonemo­s las historias de terror sobre una nueva burbuja y pongámonos manos a la obra para abaratar -y volver más accesibles- los hogares: construyam­os más.

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El autor considera que el sector se está normalizan­do después de su caída en la crisis

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