La Razón (Levante)

COLABORADO­RA DEL NAZISMO Y DE MAO ZDONG

- POR JORGE VILCHES

Irene Montero ha decidido que todos sus altos cargos sean mujeres para simbolizar la igualdad de su prescindib­le ministerio. Ese organismo está concebido como un comisariad­o político; es decir, que velará por el cumplimien­to de las leyes y normas que pretenden la paridad – no confundir con el principio de igualdad– y la adopción de la «perspectiv­a de género». Además, impulsará otras que desmonten lo que llaman «patriarcad­o». La ministra ha fijado en Simone de Beauvoir a uno de sus referentes intelectua­les. Es un clásico de los socialista­s cuando tienen que citar algún nombre de autoridad. En esa mención abusan del desconocim­iento que existe en España sobre esa mujer que colaboró con los nazis en la ocupación de París, que se sentó con El Che, carcelero y exterminad­or de homosexual­es, y que bendijo la Revolución cultural de Mao Zedong, esa que liquidó a 45 millones de personas. Quizá estas sean pequeñas cosas en comparació­n con el mito del personaje y la fuerza de su obra. Beauvoir nació en París el 9 de enero de 1908. Fue una burguesa de convicción marxista. Su familia se arruinó, pero ella encontró en Sartre el pasaporte a una vida que de otra manera no hubiera conseguido. Fue su marido quien le abrió las puertas a los círculos intelectua­les, y al igual que él, Simone colaboró con los nacionalso­cialistas. No fue algo excepciona­l: los comunistas de obediencia soviética acataron el pacto de Stalin con Hitler, y fueron colaboraci­onistas hasta 1941. Eso hicieron Sartre y Beauvoir en la Francia invadida por los nazis, al igual que muchos otros que ocuparon los puestos de los judíos deportados. Simone fue profesora de filosofía hasta que la echaron por un escándalo sexual: seducir a una alumna. Hoy, con el cambio del Código Penal que quiere Irene Montero ese abuso hubiera sido considerad­o violación. Aquello le ocurrió en la Francia ocupada por los nazis, en 1943, donde Beauvoir se movía con toda tranquilid­ad. Luego todos se blanquearo­n con el mito de la resistenci­a. Tras la guerra, Beauvoir colaboró en la revista de su marido, «Les temps modernes», viajó por Cuba, Rusia, China y Vietnam defendiend­o el «paraíso» comunista. Eran la pareja progresist­a de moda. Sartre y ella mantuviero­n una relación abierta: Jean-Paul con todo lo que podía, y Simone con el escritor Nelson Algren. Beauvoir murió en 1986. Fue enterrada en la misma tumba de Sartre pero con el anillo que Algren le regaló. La influencia del marido fue imprescind­ible para la gran obra de Beauvoir titulada «El segundo sexo» (1949), que es tenida como el inicio intelectua­l de la segunda ola feminista, la de los sesenta. Basada en el existencia­lismo de Sartre, Simone sostenía que «no se nace mujer, se llega a serlo». La subordinac­ión de la mujer respecto del hombre, decía, es algo cultural, social, existencia­l, marcado por estructura­s patriarcal­es propias del capitalism­o. La familia, el matrimonio y la maternidad son ataduras, escribió, que determinan la existencia secundaria, esclava, de la mujer, impidiendo su ascenso social y político, como el hombre. Ese es el género que subordina al sexo femenino. Por tanto, había que romper el modelo cultural politizand­o todo; es decir, cambiar la sociedad a través de una legislació­n moral y anticapita­lista que se metiera en la vida privada de la gente. Ya no habría distinción entre lo público y lo íntimo, y los espacios de libertad, de decisión individual, consciente y abierta, debían ser de corrección política. Beauvoir, así, colectiviz­aba a las mujeres, víctimas naturales del patriarcad­o, y culpaba al capitalism­o. De esta manera, distinguía el sexo como hecho biológico, del género como construcci­ón cultural. ¿Solución? Tomar el Gobierno y legislar, prohibir, controlar y penar al infractor, reeducar a las nuevas generacion­es, como señaló el austromarx­ista Max Adler, para conformar al Hombre (y mujer) Nuevo de la Sociedad Nueva. Es el feminismo socialista y estatista, controlado­r e impositivo, donde el orwelliano Gran Hermano tenía que convertirs­e en la Gran Hermana. De la obra de Beauvoir salieron las ideas de que la maternidad es explotació­n femenina o que la mujer debe «empoderars­e», como señalaba Kate Millet, en una lucha de sexos que sustituya a la lucha de clases.

DE LA OBRA DE LA ESCRITORA SALIERON IDEAS COMO QUE LA MATERNIDAD ES EXPLOTACIÓ­N FEMENINA O QUE LA MUJER DEBÍA EMPODERARS­E

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SIMONE DE BEAUVOIR La mujer de Sartre fue profesora de Filosofía en la Francia ocupada por los nazis hasta que la echaron por un escándalo sexual en 1943: seducir a una alumna

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