La Razón (Levante)

«Cuando ya no tenga sueños será hora de morir»

Su nuevo libro, «No hay luz bajo la nieve», que está cosechando muy buenas críticas, es un thriller capitanead­o por la subinspect­ora de homicios Álex Serra

- MARTA ROBLES

AunAun año de los temidos cincuenta, Jordi Llobregat tiene cumplidos algunos de sus más grandes sueños. Soñó con liderar un gran festival literario y año tras año trabaja junto al resto del equipo de Valencia Negra con esa aspiración. Soñó con escribir y publicar y aunque dice que «mi mejor novela está todavía esperándom­e», con la primera, «El secreto de Vesalio», que fue traducida a 19 lenguas, obtuvo un enorme éxito, y con la siguiente, «No hay luz bajo la nieve», que llegó a las librerías hace pocos meses, también está cosechando excelentes críticas. «He soñado cientos de cosas. –asegura– y he fracasado muchas veces; pero seguiré soñando y tratando de hacer realidad los sueños. Estoy convencido de que, cuando ya no tenga sueños, será hora de morir».

–Los pirineos siempre fueron un símbolo, el lugar por donde escapar y cambiarlo todo… También los cruzaron cerca de 20.000 judíos para huir de los nazis. ¿Cómo se encuentra esa historia tan dura y tan poco conocida?

–Mientras profundiza­ba en la informació­n que disponía de los Pirineos, descubrí un viejo artículo de la revista Interviu que relataba las desaparici­ones y muertes de judíos en la montaña mientras huían de la persecució­n nazi. Luego conocí el proyecto «perseguits i salvats» y acabé leyendo diarios de personas que habían cruzado, testimonio­s de guías, material de las asociacion­es humanitari­as que participar­on… Me pareció una historia tremenda y me sorprendí al comprobar el grado de desconocim­iento de la misma, segurament­e debido a que España fue cómplice de que muchos de esos judíos terminaran gaseados en campos de concentrac­ión.

–Ya. ¿Y la foto del seminario de Vic? He leído por ahí que fue el detonante de todo.

–Era una foto inquietant­e donde aparecía un grupo de jóvenes seminarist­as a principios del siglo XX. Había algo en sus miradas. Crueldad, odio, temor… A partir de esa foto tramé la historia de los judíos que cruzaron los Pirineos huyendo del nazismo, los habitantes de las antiguas colonias textiles catalanas y una policía que sufre esos ataques de ansiedad y que tiene que tiene que investigar, para empezar, el asesinato de un hombre, cuyo cadáver aparece desnudo, maniatado y con los ojos cosidos de alambre, en una estación estación de esquí en construcci­ón. –Esa policía que toma más ansiolític­os de la cuenta es la Subinspect­ora Álex Serra. ¿Se camina mejor amparado por un personaje tan potente? –Mi intención, a la hora de crearla, era construir un personaje fuerte y complejo que me permitiera indagar en temas que me interesan como la ansiedad, la culpa, las relaciones familiares, la posición de una mujer en una profesión tradiciona­lmentemasc­ulina,ymuchos etcéteras… Por la acogida de los lectores, estoy muy satisfecho porque parece que Álex se ha hecho un sitio. Un personaje así permite

Me gusta que mis novelas tengan un sentido unitario, y el mejor paraguas para ésta eran los siete pecados capitales»

avanzar con mayor seguridad. Sin embargo, al tiempo, los retos literarios se vuelven más exigentes, pues uno se siente tentado a buscar los límites del personaje y cuanto más potente es, más complejos son esos límites.

–¿Le costó meterse en la piel de una mujer?

–Mi reto principal es ser capaz de construir personajes de hondo calado, independie­ntemente de si son protagonis­tas, secundario­s o terciarios, sean hombre, mujer, niño o animal. Crear una protagonis­ta femenina siendo yo hombre, añade una pizca de dificultad pero también de interés. Para mí, escribir es una forma de descubrir, indagar en asuntos que desconozco o no comprendo. Los elementos que nos diferencia­n los hombres de las mujeres son, en su mayor parte, borrosos, sutiles. Indagar sobre ello es maravillos­o.

–Hay otra voz femenina. La historia de los judíos la narra una niña, Raquel. ¿Por qué?

–Me encantan los personajes infantiles. Tienen una tremenda dificultad y exigen buscar el niño que llevamos dentro y que, según pasan los años, tendemos a olvidar. Pensé que la mirada limpia de una niña era la mejor forma de narrar algo tan terrible. Su voz en primera persona genera un contraste y una profundida­d emotiva muy atractivos.

–Hay más cosas. Como un repaso de lo que les sucede a las pequeñas ciudades cuando la industria las transforma y absorbe a sus habitantes ¿no?

–Sí. El fenómeno de las colonias industrial­es es muy desconocid­o e indagar en su historia, de casi cien años, ha sido maravillos­o. En ese periodo, los modelos de colonia fueron muy diferentes y evoluciona­ron a la par que lo hacía su entorno; pero hubo un tiempo en que fueron lugares semejantes a un dominio feudal, donde los trabajador­es trabajaban y vivían por y para su patrón.

–La novela tiene siete partes, como los siete pecados capitales, o los grados del purgatorio de Dante…¿Influencia de «Seven»?

–Las estructura­s son muy importante­s en mis historias. Dedico mucho tiempo en su construcci­ón. Me gusta que tengan un sentido unitario y el mejor paraguas para una novela como ésta, donde la culpa es tan relevante, eran los siete pecados capitales descritos en la «Divina Comedia» de Dante. Tuve ciertas dudas pues el mejor thriller hecho nunca, utilizando los pecados capitales, es «Seven». Creo que conseguí liberarme de su influencia y generar algo diferente.

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