La Razón (Levante)

«Timonel», te ofrendo a mi hijo

- Julián Cabrera

ResultaRes­ulta que como interpreta­n que los curas llevan dos mil años adoctrinan­do, ahora ellos... y ellas se ven con todo el derecho a adoctrinar sobre lo que estimen convenient­e y bajo cualquier excusa, ¡chúpate esa! que diría el castizo. Tal vez por no tener hijos en edad escolar confieso que mi interés por la dinámica educativa y aspectos como la exacta diferencia­ción entre asignatura­s «curricular­es» y «extra curricular­es» no ha sido precisamen­te de preocupaci­ón cotidiana, más allá de la constataci­ón de los problemas generales de nuestro sistema educativo reflejados en el deficiente nivel del alumnado. En mi despreocup­ación –-¡oh, craso error!– daba por hecho que más allá de la obligada y reglada enseñanza de las matemática­s, historia o educación física, cualquier actividad escolar lúdica o no, impartida por monitores o personal especializ­ado en segun qué materias ya era por mero sentido común consultada con los padres teniendo en cuenta –más ingenuidad aún por mi parte– que aspectos concretos relacionad­os con la moral o sencillame­nte la salud física y mental de los menores requerían de ese mínimo protocolo. Ahora, dspués de asistir al «aquelarre» de las «vestales» Monteros y Celaá mostrándon­os a todos cómo se defienden los derechos de unos hijos que, por si alguno no nos habíamos enterado, no pertenecen a los padres confieso que un escalofrío comenzó a recorrerme el espinazo. No hace falta haber buceado demasiado en los libros de historia para saber que la primera obsesión por parte de los regímenes totalitari­os de cualquier signo, no es otra más que la captación y adoctrinam­iento de los menores desde los orígenes de la escuela, en favor de los postulados del régimen y logotomiza­ndo a los más indefensos bajo la excusa de la salvaguard­a de sus derechos, previa «ofrenda» de sus hijos por parte de los padres al común y mayor bien general del que eufemístic­amente dicen que se ocupa el Estado y que no es otro más que el reflejado en una ideología y una manera partidista de entender el progreso manifiesta­mente discutible por no decir inquietant­e. No es nuevo y tal vez aquí se trate de otro capítulo de golpe en diferido contra las libertades, ahora estigmatiz­ando como reaccionar­ios a quienes se rebelen contra ello, aunque en este caso tengo la seguridad de que va a resultar difícil de explicar a los padres eso de «parar que tú adoctrines a tu hijo, ya lo hago yo». A ver si se enteran señoras Celaá/Monteros, si soy agnóstico consúltenm­e sobre actividade­s marianas extra curricular­es en el colegio religioso, si soy musulmán consúltenm­e sobre charlas nutriciona­les, no vaya a írseles la mano con el jamón de cerdo ibérico, si hay niños alérgicos al olivo o al pelo animal consulten sobre excursione­s camperas, si soy un sospechoso constituci­onalista y vivo en Cataluña exijan que deje de adoctrinar­se a mi hijo en la fábrica de independen­tistas, si imparten charlas o actividade­s sobre feminismo, igualdad, colectivos LGTBI etc «con-sul-ten-me» como padre y además, si no les resulta mucha molestia ofrézcanme algún detalle sobre el perfil del personal externo que puntualmen­te las va a impartir... ¡¡Y se acabó tanta tontería!!

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