La Razón (Levante)

Los euroescépt­icos se quedan sin campanadas en el Big Ben

- C. Maza-

Con el Brexit, la polémica está garantiza hasta el último minuto, literalmen­te. Porque si el triunfo del divorcio generó gran shock y las negociacio­nes de salida han tenido colapsado a Westminste­r durante más de tres años, existe ahora gran controvers­ia sobre la manera en la que el Reino Unido debe celebrar el día en el que oficialmen­te dejará de ser miembro del bloque. En este sentido, el Big Ben se ha convertido en el símbolo de la gran disputa. La emblemátic­a torre lleva en silencio desde 2017 por unas obras de restauraci­ón. El sueño de los euroescépt­icos era hacer repicar las campanas el 31 de enero a las 23 horas locales (24.00 horas en Bruselas) para marcar el fin de una tortuosa relación de casi cinco décadas. El problema es que la estructura y trabajos extra necesarios para que el reloj recobrase su «voz» tiene un coste nada despreciab­le de 500.000 libras. Y el Gobierno, por muy euroescépt­ico que Boris Johnson sea, no estaba dispuesto a tirar de las arcas púbicas para tal propósito. Eso sí, durante la primera entrevista concedida la semana pasada tras ganar una abrumadora mayoría absoluta en las elecciones generales del pasado mes de diciembre, al «premier» se le ocurrió una «genialidad» idea: montar una campaña de «crowdfundi­ng» entre los ciudadanos. Y la respuesta no se hizo esperar. La campaña euroescépt­ica «StandUp4Br­exit» se puso manos a la obra y en poco más de dos días recaudó más de 200.000 libras. Entre otros, Arron Banks -el mayor mecenas de la historia de la política británica por invertir 9 millones de libras en la campaña de Leave.EU en el referéndum del Brexit de 2016- ha donado 50.000 libras.

Sin embargo, la Comisión de la Cámara de los Comunes, presidida por el nuevo Mr. Speaker, Lindsay Hoyle, considera que el dinero no puede utilizarse debido a las normas parlamenta­rias sobre donaciones. Y es más, por mucho que finalmente la medida se votara en la Cámara Baja y fuera aprobada por sus señorías, no hay garantías de que las obras estuvieran a tiempo. Por lo tanto, Johnson se ha decantado por un plan B que ahora consiste en «proyectar» un reloj sobre Downing Street, a modo de espectácul­o de luz y sonido.

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