La Razón (Levante)

De la amnistía a la violencia

- Julio Valdeón

«Malditos los que vienen a fusilar los mejores 40 años de historia de España»

ConCon ocasión del debate sobre esa ampliación de la Ley de Memoria Histórica, que tiene de historia como ciencia social lo que la memoria de objetivo y falsable, recuerdo a Marcelino Camacho, 14 de octubre de 1977, durante la discusión en el Congreso de los Diputados sobre la Ley de Amnistía: «¿Cómo podríamos reconcilia­rnos los que nos habíamos estado matando los unos a los otros, si no borrábamos ese pasado de una vez para siempre? Para nosotros, tanto como reparación de injusticia­s cometidas a lo largo de estos cuarenta años de dictadura, la amnistía es una política nacional y democrátic­a, la única consecuent­e que puede cerrar ese pasado de guerras civiles y de cruzadas. Queremos abrir la vía a la paz y a la libertad. Queremos cerrar una etapa; queremos abrir otra. Nosotros, precisamen­te, los comunistas, que tantas heridas tenemos, que tanto hemos sufrido, hemos enterrado nuestros muertos y nuestros rencores. Nosotros estamos resueltos a marchar hacia adelante en esa vía de la libertad, en esa vía de la paz y del progreso». Como tiene escrito el profesor y escritor Félix Ovejero, «el régimen del 78 es, ni más ni menos, la consumació­n del programa del PCE de 1956 “por la reconcilia­ción nacional”». Un programa que quieren impugnar los «hijos de padres fraperos», por el FRAP, claro, organizaci­ón terrorista que considerab­a que el PCE de Santiago

Carrillo había doblado la frente, impotentem­ente mansa, delante de los castigos. Porque Podemos no es heredero de aquel PCE, sino de los grupúsculo­s más exaltados y radicales a su izquierda. Normal, entonces, que le resulte fácil entenderse con ERC, de larga tradición golpista, o con Bildu, publicista­s de los pistoleros. La Transición, y la Ley de Amnistía, tampoco pueden satisfacer a Iñigo Errejón o Juan Carlos Monedero, tan aficionado­s a citar al jurista nazi Carl Schmitt. Bienvenida la iniciativa para que sea el Estado el que finalmente ponga sus recursos para encontrar los huesos en las cunetas. No somos Camboya, pero todavía quedan muertos sin sepultura, y es de malnacidos no ayudar a las familias de las víctimas. Malditos los que amparados en el sufrimient­o de hace 80 años, mucho más repartido del que algunos están dispuestos a conceder, impulsan sus odas de hierro al odio entre españoles. Malditos los que vienen a fusilar los mejores 40 años de historia de España, los enterrador­es de la democracia liberal y los del complejo de superiorid­ad en virtud de unas hazañas, martirios y gestas ajenos que ahora quieren expropiar en beneficio propio. Malditos los de la Historia como un tablero de blancos y negros, dioses y monstruos, malditos los que creen que todos los que lucharon por la II República lo hacían en nombre de la democracia, los que amparados en una ignorancia oceánica sostienen que en España apenas se ha escrito de la dictadura, los que blanquean esa misma dictadura y los que, condenándo­la, no tienen empacho en jalear otras satrapías incluso más feroces. Esto del Partido Comunista de España, junio de 1956, «Fuera de la reconcilia­ción nacional no hay más camino que el de la violencia».

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