PARA REENCARNARSE HAY QUE MORIRSE
EnEn la India los funerales suelen ser muy rápidos para facilitar que el alma del difunto pueda emprender su nuevo viaje, de ahí que el cuerpo se queme. Las cenizas son la demostración de que sólo somos ese humo que va pasando por la vida. Pero la vida no está para muchos ritos y, de la misma manera que el coronavirus expande con su aliento invisible su lento e imparable avanpueden, ce, así van desapareciendo los muertos de una manera industrializada. No hay tanta tierra –quién lo iba a decir– para tanto difunto. La India, con más de 1.300 millones de habitantes –en la capital, Nueva Delhi, viven 22 millones– ocupa el tercer puesto entre los países con más muertos por el coronavirus. Las cifras oficiales de la OMS hablan del 80.808, por detrás de Estados Unidos (199.000) y Brasil (132.000). Mirado con el relativismo que exigen los gobiernos para convencer a sus ciudadanos de que ellos, como los demás, hacen lo que está claro que India no es el país que peor sale parado. El número de fallecidos es de 60 por millón de habitantes, mientras que España es de 647. Por mucho que se empeñen las imágenes de los trenes atestados de gente, de calles intransitables, de grandes aglomeraciones que como un enjambre de seres anónimos van de una lado hacia otro, el virus es menos letal: en el país de Gandhi, aparentemente tan desnudo y frágil, fallece el 1,6% de los contagiados por cada millón de habitantes, mientras que en España es el 4,5%. Después de todo, trabajan en tres vacunas viables contra el coronavius a la vez y, aún así, creen en el alma. Y muchos, en la reencarnación.