«QUE IGLESIAS DEJE VIVIR A OKUPAS EN EL JARDÍN DE SU CASA»
LaizquierdaantisistemaqueLaizquierdaantisistemaque tan cómodamente se ha instalado en el sistema, del que disfruta con entusiasmo y con el que confraterniza como si de un deseo cumplido de la infancia se tratara, ha considerado que el fenómeno de la okupación no es un problema que deba preocupar o ser objeto de la acción de cualquier administración, incluido el Gobierno, sino que estamos ante la respuesta y la solución a una anomalía de esta sociedad desaprensiva e injusta. Para algunos más que para otros, claro. Pablo Iglesias está muy lejos de integrar esa singularidad, porque lo suyo con la cuestión inmobiliaria ha sido siempre un matrimonio bien avenido, que ha prosperado con los años de manera extraordinaria. La okupación, por lo tanto, parece conocerla de oídas tanto por activa como por pasiva. Su solidaridad con las gentes de la patada en la puerta –estos sí– es franca y honesta. Los propietarios, en cambio, pueden esperar despiertos, y eso que el vicepresidente es miembro distinguido de la hermandad. Pero es una oveja negra, una, eso sí, con casoplón y vergel «piscinero» para el esparcimiento. De esos en los que bien aprovechados, con cabeza y sentido de la proporcionalidad, podrían dar cobijo a unos cuantos desamparados sin techo bajo el que caerse muertos. La solidaridad obrera es un timbre, un marchamo, que se reconoce al instante cuanto lo miras a los ojos. Pablo Casado sacó ayer a pasear las ínfulas okupadoras del Pablo vicepresidente con una elocuente ecuación, en la que tras despejar las incógnitas podemitas e impostoras, la lógica hacía el resto: Como Iglesias justifica la okupación: «Que deje vivir a okupas en el jardín de su casa». La cosa cuadra y parece a priori poco objetable. Además, para alguien criado en Vallecas –aunque en el barrio no lo vemos desde el último pelotazo político/doméstico– atender al prójimo como a ti mismo debe ser el mandamiento primero de ese credo holístico que maneja para la reparación de la injusticia y la salvación del creyente y desposeído. Pues poseer está muy bien, sobre todo si lo ganas con el sudor de tu frente y no con el del prójimo.