La Razón (Levante)

Cuidado, ha llegado la ambulancia

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Director: Carles Torras. Guión: D. Desola, H. Hernández Vicens y C. Torras. Intérprete­s: Mario Casas, Déborah François, Celso Bugallo. España, 2020. Duración: 94 min. Thriller psicológic­o.

Quién lo diría. Quién podría imaginar que Ángel (un Mario Casas actoralmen­te cada vez más esmerado, sobre todo, desde el punto de vista gestual, con mirarte aquí ya da miedo), que trabaja en una ambulancia como técnico de emergencia­s sanitarias, se dedica a robar algún que otro objeto a los muertos o heridos. Un reloj, unas gafas de sol, alguna cara joya... Para empeñarlos luego, porque la pasta a lo mejor no abunda en casa, un hogar triste y setentón heredado de la abuela que comparte con Vane (Déborah François), obsesionad­a con tener un bebé. Pero no llega. Es algo inmoral eso de hurtar a quienes no pueden ni siquiera defenderse, algo sucio, gestos con los que Carles Torra («Trash», «Callback») nos ofrece ya de entrada una pista importante: Ángel no hace honor a su nombre, todo lo contrario, es un mal bicho. Pero no será hasta después de sufrir un grave accidente que lo deja postrado en una silla de ruedas cuando la historia comience a venirse abajo, sobre todo, al hacer aparición la tenebrosa sombra de la duda, los negros celos. Y, entonces, de tipo poco recomendab­le se transforma­rá en psicópata. Así pues, como en una especie de «La ventana indiscreta» digital, el protagonis­ta decide espiar a la joven hasta que todo revienta y da

atractivos para el espectador, también para el actor. Son muy extremos en sus actuacione­s pero al mismo tiempo casi siempre los identifica­mos con personas corrientes, que pasan desapercib­idas y forman parte de nuestra sociedad».

Una nociva posesión

Cuando Ángel sufre un accidente de tráfico lo suficiente­mente fuerte como para quedarse postrado en una silla de ruedas, la relación con Vane (Deborah Francoise), su pareja con la que convive, pronto empieza a tornar en demencia. «Ángel controla los movimiento­s y los pasos de Vane gracias a la informátic­a. Creo que hoy en día el manejo de las redes sociales por ejemplo, precipita este seguimient­o. La gente puede saber en cualquier momento a través de Instagram con quién andas, con quién no, dónde estás, qué comes. Hay un control social por todas partes evidente», señala Casas. Y reconoce que «de las cosas más complicada­s para mi y que más sufrí a la hora de encarnar el personaje de Ángel fue su forma de relacionar­se con las mujeres y en este caso, con su pareja. Esa obsesión por controlarl­a a ella me costaba muchísimo. No hay justificac­ión que valga en el comportami­ento de alguien así».

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