«Territorio Lovecraft»: el pecado original de Estados Unidos
La última producción de Jordan Peele para HBO cuestiona el legado del escritor
Hablar de H.P. Lovecraft, cuando media sociedad occidental se está cuestionando cada uno de sus referentes, es terreno pantanoso. El más ilustre de los escritores americanos de fantástico, superviviente a mil cribas ideológicas por su explícito desinterés en lo terrenal y lo político, sin embargo, se volvía comprensiblemente incómodo para sus editores en materia de racismo. Más allá de las leyendas poco comprobables sobre su gato y si le llamaba o no «negrata», sí nos legó su visión, fuertemente marcada por su contexto histórico y social, en poemas como «Sobre la creación de los negros». En él, Lovecraft describe a la gente de tez oscura como «bestias» y «semihumanos» llenos de «vicio». Postulados como el del poema, de sobra conocidos por quienes gozan con los cuentos de Cthulhu, son el punto de partida de «Territorio Lovecraft», la nueva serie del productor ejecutivo Jordan Peele («Déjame Salir») para HBO. Teniendo como base el libro homónimo de Matt Ruff, la historia sigue al veterano de guerra Atticus Freeman por la América de los cincuenta mientras busca a su padre, un alcohólico interpretado por Michael Kenneth Williams.
Una gran aventura
El nexo con la alabada serie de David Simon, más allá de compartir un par de actores, pasa por el estudio de la «negritud» en dos contextos y situaciones tan distantes como asimilables: mientras la sociedad americana que temía otro 11-S en cualquier momento veía en «The Wire» una explicación racional y cruda de los problemas de los negros en
América, «Territorio Lovecraft» se sirve de lo fantástico para examinar el pecado original americano y extenderlo hasta los tiempos en digital del #BlackLivesMatter («las vidas negras importan») y demás revueltas sociales. No hay que equivocarse. En uno de los primeros planos de la serie de HBO, que estrena un capítulo por semana, un alienígena informe es partido por la mitad con toda la sangre y las vísceras que un ordenador es capaz de pintar. El responsable no es otro que Jackie Robinson, el primer jugador afroamericano de béisbol en las Ligas Mayores y todo no es más que un sueño. En «Territorio Lovecraft» no hay, por suerte o por desgracia, un estudio sesudo de la raza, ni tampoco se intenta demonizar al autor del que toma prestados solo sus monstruos; solo hay por delante una gran aventura, con mucho más de «Indiana Jones» y «La momia» que de «Green Book» o «Paseando a Miss Daisy». Al final, H.P. Lovecraft solo se invoca como una figura de respeto entre los más leídos, tanto como Jackie Robinson para con los pioneros a los que abandonó avalando al mismo presidente Eisenhower que mantenía en vigor leyes racistas. Esas contradicciones, aquí se convierten en un polvorín extremadamente entretenido.