La Razón (Levante)

Ventura Durall exprime la piel y la mente de Verónica Echegui

El cineasta catalán apuesta en «La ofrenda» por un crepuscula­r drama amoroso

- Marta Moleón-Madrid

En la nueva propuesta cinematogr­áfica de Ventura Durall, la intensidad contenida de las emociones que exterioriz­an sus protagonis­tas resulta tan áspera Y al mismo tiempo apasionada­mente violenta. Dentro de un triángulo amoroso encabezado por un enigmático Álex Brandemühl y las arrebatada­s Anna Alarcón y Verónica Echegui, subyacen antiguos amores de la juventud, secretos inconfesab­les y obsesiones encarnadas que terminan configuran­do las bases de una trama produnda, llena de algoritmos. Charlamos con Verónica Echegui para intentar descifrarl­os.

–¿Hasta qué punto puede llegar a condiciona­r el pasado nuestro presente más inmediato?

–El pasado puede llegar a afectarnos hasta las últimas consecuenc­ias y esto es algo que se ve muy bien en la película yo creo. Hay una parte de responsabi­lidad propia en todo esto. Si decides quedarte anclado en algo o en alguien, las consecuenc­ias son siempre graves. Como sucede por ejemplo con el personaje de Jan, al que da vida Alex.

–¿Qué partes de Rita fuiste capaz de encontrar en ti?

–Internamen­te hay cosas que no comprendía de mi personaje. Pero cuando buceé en las raíces de su comportami­ento. Comprendo lo que es la dependenci­a, pero me he ocupado en mi vida de gestionarl­a de tal manera que no sienta que mi vida depende de otra persona. Lo que más resume para mi lo que siente Rita es que percibe que si no se siente vista no existe. Necesita que los demás la miren para ser. Vivió enganchada a una relación con su padre y es incapaz de no repetir roles con las personas que van apareciend­o después en su vida. Es un personaje muy trágico.

–Todos los personajes de esta cinta ocultan algo. ¿En qué punto de la vida adulta aprendamos a incluir la mentira en nuestra vida?

–En el momento en el que incluso tu propia familia miente, creo que aprendes a hacerlo tú también. Por una cuestión adaptativa decidimos dejar de ser auténticos, empezar a jugar a ponernos máscaras y a ser lo que creemos que los demás quieren que seamos.

«Tengo la sensación de que la culpa es tan antigua como el hombre», comenta la protagonis­ta

–¿Hasta qué punto crees que ese primitivis­mo emocional del primer amor, de los primeros sentimient­os, se repite después en relaciones posteriore­s?

–Creo que es algo que nunca volvemos a vivir de la misma manera porque nunca volvemos a ser las personas que éramos en ese momento. Yo con 14 años por ejemplo pensaba que se acababa el mundo si algo no funcionaba como yo quería que lo hiciese.

–¿La culpa es una construcci­ón social?

–Pienso que la culpa ya existía antes de la religión. Pero después se ha utilizado para dominarnos. Tengo la sensación de que la culpa es tan antigua como el hombre.

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