Esa dulce culpa
Dirección: Ventura Durall. Guión: G. Sala, C. Roquet, S. Beltran y V. Durall. Intérpretes: Álex Brademühl, Verónica Echegui, Anna Alarcón. España, 2020. Duración: 90 minutos. Drama.
¿Morir es ajustar cuentas con tu pasado? ¿Pedir perdón es suficiente para redimir el daño que le ha cambiado la vida a un ser amado? ¿Cuánto pesa la culpa? La culpa, de hecho, es la herencia que pasa de mano en mano en “La ofrenda”, el regreso a la ficción de Ventura Durall después de diez años dedicado al documental. Del padre de Rita a su hija (Veronica Echegui), de Rita a Jan (Álex Brendemühl), de Jan a Violeta (Anna Alarcón), de
Violeta a Nico (Pablo Molinero): en la transferencia de culpas y angustias se coagula una versión del amor a menudo obsesiva, plagada de secretos, envuelta en un manto siniestro, que la película mantiene, en su primera
Lo mejor
Lo peor
mitad, en un tono ambiguo, propio de un thriller psicológico que va despejando sus tinieblas a medida que los flashbacks iluminan el deseo que unió a Jan y Violeta en sus años mozos, y que acabó en llanto y crujir de dientes. En este cuarteto pasional sufren los que aman, y en esa red de mentiras y estrategias que configura su encuentro en la cumbre, una comida entre supuestos viejos amigos y sus nuevas parejas, culmina la fascinación por saber cómo resistirán el envite de la verdad. Con todo, «La ofrenda» se resiente de una cierta necesidad de rizar el rizo de la verosimilitud. En una película tan dependiente de las pulsiones de sus criaturas, sorprende la fría funcionalidad de sus distantes imágenes.
El trabajo de sus intérpretes, con especial mención para Echegui y Alarcón
Es demasiado fría para lo visceral de las pasiones que retrata