Que le crezca la nariz no es el problema

Director: Matteo Garrone. Guión: M. Garrone y M. Ceccherini, según el cuento de Carlo Collodi. Intérpretes: Roberto Benigni, Federico Lelapi, Gigi Proietti. Italia, 2019. Duración: 125 minutos. Animación.

Dice Garrone que su «Pinocho» quería alejarse de las versiones edulcoradas del cuento de Collodi. No es precisamente un relato amable, ni siquiera en la versión de Disney: después de todo, el muñeco de madera protagonista hace de la mentira su estilo de vida con tal de satisfacer su egoísta anhelo de ser niño de carne y hueso. A Garrone le interesaba fijarse en la adaptación de Luigi Comencini, muy anclada en un realismo sucio, de pobreza rijosa, para que su «Pinocho» fuera pura crudeza. Cierto es que los mejores momentos de la película son los que no atienden a la sensibilidad del niño promedio: la siniestra imagen de Pînocho ahorcado, la aparición de un ataúd infantil o la angustiosa secuencia en la que Pinocho se convierte en burro, demuestran que el mal gusto de Garrone, bien canalizado, puede personalizar un relato que los italianos consideran patrimonio de la humanidad. Al director de «Gomorra» le interesa, pues, centrar su atención en la relación padrehijo, que es también la del creador y su creación. Benigni, que se estrelló en 2001 con su propio Pinocho interpretando, bizarra idea, al muñeco del título, encarna a un Geppetto frágil y azucarado, como si sintiera la obligación de reeditar las lágrimas de «La vida es bella». Farragosamente episódica, la película se olvida de crear una auténtica empatía con el protagonista y se preocupa más de la eficacia feísta de cada aventura de Pinocho que de su objetivo final, que es ser niño. No es tan importante que le crezca la nariz o que se reúna con su padre en el vientre de una ballena. Lo es más el aroma rancio, el tono bizarro, de sus correrías, las de un (anti)héroe de novela picaresca.

Lo mejor

De vez en cuando, el mal gusto de Garrone juega a favor de singularizar su propuesta

Lo peor

Es fea, densa y apelmazada, avanza con la ligereza de un elefante en una cacharrería

Sergi SÁNCHEZ