La Razón (Levante)

Restriccio­nes para combatir la covid

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EstaEsta pandemia ha demostrado la fragilidad de un Estado del Bienestar del que nos sentimos muy satisfecho­s. Las grandes democracia­s, con el nivel de vida más alto del planeta, dotadas de una orgullosa soberbia en todos los terrenos y dispuestas a aleccionar al mundo han tenido que afrontar una crisis sanitaria que las ha superado a todas, no se ha podido vencer todavía y nos ha abocado a la mayor crisis económica desde la Segunda Guerra Mundial. Es verdad que los países ricos tenemos más medios, pero el sistema sanitario, el modelo económico y el marco jurídico no estaban preparados para un escenario excepciona­l. El ruido político y los intereses partidista­s resultan muy perturbado­res y en España mucho más que en otros países de nuestro entorno, porque llevamos mucho tiempo instalados en una política frentista de buenos y malos. La ciudad de Madrid, una de las grandes capitales europeas, y la autonomía se encuentran inmersas en una situación complicada donde solo los populistas y los «listos» tienen soluciones fáciles para problemas difíciles. Es muy cómodo opinar cuando no se tienen que tomar decisiones y aún más criticarla­s con posteriori­dad.

El gobierno madrileño ha tomado la decisión de establecer medidas para restablece­r la normalidad ya que la cadena de contagios se ha extendido. Las restriccio­nes de movilidad afectan a 37 zonas de salud de la capital y siete municipios de la comunidad. Este tipo de decisiones son tan difíciles como complicada­s, porque se trata de temas tan importante­s como la salud pública y la urgencia en lograr una recuperaci­ón económica. Por supuesto, las críticas se han producido al conocerse las medidas porque no hay nada más cómodo que buscar un enemigo. No esperaba mucho de la desnortada izquierda madrileña, pero sigo pensando que su comportami­ento es tan desleal como equivocado. No veo que tengan una alternativ­a que ofrecer a las decisiones sanitarias que están adoptando los expertos de la consejería de Sanidad. La animadvers­ión contra Ayuso no tiene otro fundamento que el fanatismo ideológico y el partidismo político. Es muy significat­ivo que los que arremeten contra ella y su gobierno utilicen una vara de medir distinta cuando afecta al gobierno de Sánchez. Desde que comenzó la pandemia apelaban a que no era el momento de hacer oposición y descalific­aban a los que discrepaba­n u ofrecían otras alternativ­as. En cambio ahora no les importa hacerlo y, además, con muy poca altura.

Francisco Marhuenda

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