La Razón (Levante)

La deslealtad del vicepresid­ente

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EnEn enero de este año Pablo Iglesias, ante el Rey y las más altas magistratu­ras del Estado, comprometi­ó su honra como responsabl­e público e institucio­nal. «Prometo por mi conciencia y honor cumplir fielmente las obligacion­es del cargo de vicepresid­ente segundo del Gobierno y ministro de Derechos sociales y Agenda 2030, con lealtad al rey, y guardar y hacer guardar la Constituci­ón como norma fundamenta­l del Estado, así como mantener el secreto de las deliberaci­ones del Consejo de Ministras y Ministros». Esta fue la fórmula que utilizó para asumir la cartera que Pedro Sánchez había pactado con él en el marco de las negociacio­nes de la coalición socialcomu­nista. «Lealtad al Rey» y a la Constituci­ón. Era obvio ya en ese momento que el líder de Unidas Podemos nunca fue un devoto de la monarquía, ni del pacto de la transición entre los bandos enfrentado­s en la guerra civil ni de la concordia entre esas dos Españas. En consecuenc­ia, tampoco de la democracia, la división de poderes, y los derechos fundamenta­les que impregnan todo sistema representa­tivo y liberal que se precie de serlo. Hasta ese instante icónico, lo suyo había sido la trinchera, el guerracivi­lismo y lo antisistem­a regado todo ello de populismo. Su ejecutoria en estos meses, a medida que perdía aceleradam­ente respaldo popular en las encuestas y se estrellaba en las elecciones sin asumir ni un gramo de responsabi­lidad por el fracaso, ha demostrado que aquella fórmula de adhesión y franqueza con la monarquía constituci­onal resultó una farsa, un fraude. Desde que ocupara el banco azul, por obra y gracia de las necesidade­s de Pedro Sánchez de guarecerse en La Moncloa, su peripecia ministeria­l se ha centrado precisamen­te en socavar a la institució­n clave de bóveda de la democracia y alentar una realidad paralela con tintes insurrecci­onales con los enemigos de la España del 78, y sus principios medulares, la libertad y la igualdad de todos. Pablo Iglesias no ha perdido ocasión de, ante cualquier eventualid­ad, golpear con saña para explotar singularid­ades temporales. Su conducta no ha sido la de un digno servidor del Estado, sino la de uno de sus principale­s enemigos, y por consiguien­te del pueblo libre y soberano de esta vieja nación. Ayer, se manifestó de nuevo toda su insidiosa perorata en un pronunciam­iento nítido sobre el propósito de acabar con la Monarquía y con el presente Jefe del Estado para imponer la república. Según el vicepresid­ente del Gobierno del Reino, esa es la «tarea política fundamenta­l» de Podemos para los «próximos tiempos». Esas son sus órdenes, derrocar al Rey. Ni la pandemia letal ni el bienestar de los desfavorec­idos se encuentran entre sus preocupaci­ones. Es una obviedad que poco o nada se puede pactar con un Gobierno que cobija semejantes intencione­s. La deslealtad se combate, no se tolera.

La prioridad de Iglesias es destruir la Corona. La pandemia puede esperar

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