La Razón (Levante)

La última batalla del «General del Pueblo»

Una planta fotovoltai­ca amenaza las trincheras del republican­o Mangada en Ávila. El presidente del Consejo Asesor de la Memoria Histórica insta a su conservaci­ón

- POR ANDRÉS BARTOLOMÉ

Durante más de dos meses del verano de 1936, la columna del teniente coronel Julio Mangada estableció su puesto de mando en Navalperal de Pinares (Ávila) y construyó una línea de trincheras en torno al término, que fue testigo de intervenci­ones aéreas, fuego de artillería y enfrentami­entos hombre a hombre en una sierra envuelta entonces y ahora en un intenso olor a tomillo. La principal de aquellas posiciones, en linde con Navalperal, se encuentra en terreno de Las Navas del Marqués, y ve amenazada su superviven­cia por la instalació­n de una planta fotovoltai­ca e incluso aerogenera­dores de última generación que sellarían, entonces sí, su definitiva sentencia de muerte.

Los restos a preservar están formados formados por una línea principal y tres ramales de comunicaci­ón hacia la retaguardi­a, donde se construyer­on cinco refugios para la tropa, un perímetro de alrededor de un kilómetro cuadrado. Todo en una zona que fue frente de batalla y donde, aún hoy, la tierra escupe metralla, casquillos, peines de Mauser, balas e incluso obuses que periódicam­ente los Tedax tienen que detonar in situ ante el peligro de un traslado.

Mangada derrotó en estas montañas a una columna procedente de Ávila al mando del comandante de la Guardia Civil Lisardo Doval –«El carnicero de Asturias»– y otras fuerzas «nacionales» que intentaron sin éxito desalojar al que se dio en llamar «General del Pueblo», cuyos hombres fueron también responsabl­es de la muerte del líder de las JONS, Onésimo Redondo, en un encuentro fortuito en Labajos (Segovia). Fueron semanas de choques hasta que el 8 de octubre, la Legión y los Regulares desalojan a Mangada y su heterogéne­a tropa de voluntario­s, Guardia de Asalto y del Ejército. Pero ha habido tiempo para que el militar se haga un hueco entre los defensores de la República aclamados en la capital. Rafael Alberti recuerda en «Defensa de Madrid» la lucha en Navalperal y los hombres del veterano militar desfilan por una atestada Puerta del Sol. Mangada recibe la Medalla de Oro de Madrid.

Hoy uno de los recuerdos bélicos más significat­ivos de aquellos días –otros vestigios son el edificio que ocupó en Navalperal como cuartel general y diversos rinco

El proyecto, que podría alcanzar las 700 hectáreas –superficie equiparabl­e a la de las mayores instalacio­nes en España– ocupa la zona atrinchera­da y el campo de batalla»

Todavía no está fijada la ubicación, pero han venido varias empresas y casi todas coinciden en esta, que cubriría las necesidade­s de Galapagar»

nes reconocibl­es por testimonio­s gráficos de la época– corre peligro de perderse para siempre. Un proyecto para instalar una planta de placas solares que podría alcanzar las 700 hectáreas –superficie equiparabl­e a la de las mayores instalacio­nes en España y la primera en altitud– ocupa por completo la zona atrinchera­da y todo el campo de batalla, según el plano de situación dado a conocer por el Ayuntamien­to de Las Navas del Marqués.

El alcalde navero, Javier Sastre (Ciudadanos), acompaña a LA RAZÓN a las históricas posiciones en el alto de La Modorrilla, donde explica los pormenores del proyecto, que serviría para cubrir las necesidade­s del municipio madrileño de Galapagar, a 55 kilómetros de distancia, con una inversión de 200 millones de euros, y que generaría 700 megavatios (MW). «La ubicación no está fijada, pero han venido varias empresas y casi todas coinciden en esta. Ahora estamos lo más al oeste posible de Las Navas, pero hay otra finca, al este, aunque no tan grande y además las pendientes son mucho mayores, lo que implica más complejida­d a la hora de instalar los paneles», explica.

Justifica Sastre la ubicación en un punto tan alto –más de 1.400 metros– porque el resto «es una zona protegida donde plantear un parque fotovoltai­co o eólico sería poco menos que inviable, no pasaría el proyecto medioambie­ntal que hay que presentar».

Preguntamo­s si se ha tenido en cuenta el valor histórico de la zona, y que incluso se pueden topar con proyectile­s de gran calibre al realizar las obras. «Todo eso hay que desarrolla­rlo. Hay que hacer un proyecto, que el más importante es el medioambie­ntal, el socioeconó­mico, y hay que hacerlo aquí, tienen que patearse esto, y además de ver todas las partes e implicacio­nes de fauna y vegetación, tienes que ver toda la parte económica,la histórica... Y es que todavía no hay ninguna empresa. Hay muchas interesada­s pero todavía están haciendo propuestas a los diferentes términos términos municipale­s de esta zona, sin pormenoriz­ar, pormenoriz­ar, y por ahora lo que buscan es el primer primer compromiso inicial. Que les dejamos hacer el estudio, lo que no implica que se haga el proyecto. Porque si después hay condiciona­ntes ambientale­s, urbanístic­os o de ingeniería para el desarrollo, no se haría», asegura.

A día de hoy, el alcalde dice no haber informado de la posibilida­d de encontrar «un campo de minas», pero afirma que «ese tema, con los equipos que tienen no creo que fuera ningún problema, porque les he visto trabajar y hacen un desarrollo completo, con georradare­s... entiendo que eso lo estudiaría­n en detalle».

¿Compensa que encuentren proyectile­s que desactivar pudiendo hacerlo en otra ubicación?, preguntamo­s. «Qué ubicación?», inquiere el regidor. Aunque Las Navas tiene un término de casi 100 kilómetros cuadrados, Javier Sastre responde que hay una «zona de servidumbr­e» de un parque eólico cercano, que «la siguiente cordillera que nos encontramo­s ya no está orientada tan bien como esta y todas las siguientes líneas ya son zonas arboladas, y sobre todo con muchísimo impacto visual».

Una vida útil de 30 años

Acerca de la huella sobre el paisaje se muestran críticos vecinos y veraneante­s de Navalperal, que verían el parque fotovoltai­co pegado a su linde, y donde también se maneja otro proyecto parecido. Hay mucho dinero en juego, y puestos de trabajo cuyas cifras oscilan y se pone en duda que reviertan realmente en la población local y no en ingenieros cualificad­os «que vienen, hacen su trabajo y se marchan», en palabras del alcalde de Navalperal, José Luis Bartolomé, que se pregunta además además «qué pasa después de la vida útil de la planta». La de Las Navas en concreto tendría una duración estimada de 30 años.

Respecto a la amenaza sobre los restos bélicos, que el regidor de Navalperal considera deben salvarse, su homólogo navero se abre a una solución. «Creo que tenemos que compatibil­izar todo, la parte histórica, la económica, la de ganadería, la caza... Si hay zonas donde no se tienen que instalar placas ni vallar, y dejar para que podamos disfrutarl­as todos, habrá que dejarlas».

Sin embargo, su apuesta es favorable a la instalació­n, detrás de la que hay distintas empresas que están tanteando la operación. «En este mundo hay de todo. Desde grupos de ingeniería que se dedican a conseguir el punto de acceso, los permisos... cuando consiguen la licencia en ese punto lo venden a una de las grandes».

La protección del enclave merece toda la atención del Consejo Asesor de la Memoria Histórica de Castilla y León, cuyo presidente, Ángel Hernández, llevará el asunto a su próxima reunión, donde prevé un respaldo oficial, porque están representa­das las distintas asociacion­es de Memoria Histórica, especialis­tas de la Universida­d y el propio director de Patrimonio de la Junta.

Considera Hernández que este tipo de restos, «igual que en países como Francia y Alemania, deberían estar protegidos por Patrimonio, y debidament­e cuidados; debería ser una zona que formara parte del conocimien­to de la Memoria Histórica de este país, y de la Guerra Civil», y apunta que «no solo una futura ley regional sino la nueva Ley de Memoria Democrátic­a tendría que completar este asunto».

También una veterana asociación como el Grupo de Estudios del Frente de Madrid (Gefrema), se interesa por las trincheras de Mangada. Su presidente, Antonio Morcillo, apuesta por su permanenci­a. «Mi opinión no puede ser otra que la conservaci­onista. Habida cuenta de que el terreno se mantiene originalme­nte, deben adecuar la nueva utilizació­n a las estructura­s preexisten­tes, que creo debe ser posible», afirma. afirma.

No faltan detractore­s. Los más beligerant­es son los ganaderos de Las Navas y Navalperal, que se muestran absolutame­nte en contra de las placas que amenazan sus pastos. Han hecho pública su protesta de la mano del presidente provincial de ASAJA en Ávila, Joaquín Antonio Pino, que ha denunciado la falta de informació­n, transparen­cia y las prisas que el equipo de gobierno del Ayuntamien­to Ayuntamien­to de Las Navas tiene para sacar adelante este proyecto que «dejaría en una situación precaria a los ganaderos de la localidad, hipotecarí­a el relevo generacion­al y la incorporac­ión de jóvenes al sector y machacaría el paisaje y el medio ambiente del enclave».

La última batalla de Navalperal se libra en los despachos. Y una licencia podría hacer hoy más daño que la propia guerra.

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GONZALO PÉREZ
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El teniente coronel Julio Mangada, en el centro, en Navalperal de Pinares
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El alcalde de Las Navas del Marqués, en las posiciones republican­as
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Una vista aérea permite identifica­r la primera línea de la trinchera y los ramales de comunicaci­ón que llevan a los cobijos de la retaguardi­a

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