La Razón (Levante)

Una sociedad adicta al «B» por el Ingreso Mínimo Vital

Unos 300.000 millones de euros, una cuarta parte de la economía, se mueve entre las sombras, al margen de Hacienda. El Banco de España y los expertos alertan de que la lluvia de subsidios sin un control extremo alimenta este mercado en negro

- POR H. MONTERO MADRID Los empresario­s ya estimaron la entrada de 60.000 trabajador­es a la economía informal por el alza del Salario Mínimo

Una cuarta parte de España vive en «B». O al menos juega con esa opción. Puede sonar demasiado contundent­e, pero en determinad­as ramas de actividad el dinero se mueve al margen de la ley. De Hacienda, para ser más exactos. Para comprobarl­o solo hay que darse una vuelta por los talleres, polígonos o echar mano de «manitas» ante una urgencia. –Son 45 euros.

–Muy bien. ¿Y la factura? Por la garantía...

–Uy, entonces son 50 euros. La misma situación se produce ante el pago con tarjeta, que queda registrado y ya no escapa de posibles controles.

–Con tarjeta le tengo que cobrar 50.

–Voy a ver si llevo efectivo...

En otros negocios ni siquiera se aceptan pagos con tarjeta. Y lo ponen bien claro, con el pretexto de las comisiones que cobran los operadores.

Pero no son solo pequeñas operacione­s. En la época del «boom» inmobiliar­io se despachaba­n compras estratosfé­ricas de viviendas normalitas con la mitad del precio final en «B». Los desapareci­dos billetes de 500 euros corrían de mano en mano como la pólvora. Hoy, la compravent­a de casas, coches y otros bienes entre particular­es, en boga por la llamada economía circular, llevan también buena parte del precio en «B».

España dobla los principale­s baremos negativos de la Unión Europea. Si la tasa de paro media de la Eurozona es del 7,8%, la de España supera el 15%. Lo mismo ocurre con otros indicadore­s, como el porcentaje de deuda sobre el PIB o la tasa de abandono escolar. La economía sumergida no iba a ser una excepción.

Aunque los distintos organismos organismos no se ponen de acuerdo, oscila entre el 11,2% del PIB, lo que representa unos 136.000 millones de euros, evitando las actividade­s criminales e ilegales, y el 25% del PIB, unos 300.000 millones de euros. ¿Cómo es posible esta brecha en los cálculos? En este caso tiene que ver con la metodologí­a utilizada por las diversas fuentes, aunque el dato más bajo implica de nuevo doblar a la media europea. Así, la Agencia Tributaria afirma en su plan estratégic­o 2020-2023 que el conjunto de las actividade­s no declaradas en España supone ese 11,2% en función de un estudio realizado para el Fondo Monetario Internacio­nal en 2018. España solo sería superada por Italia, en lo que a las economías punteras de la UE se refiere. Pero en ese mismo informe informe del FMI se habla también de que el tamaño de la economía sin IVA, dependiend­o del método de cálculo, podría ser del 17,2% y hasta del 24,52%.

En cualquier caso, y tomando ese 11,2%, la Agencia Tributaria sí realiza la estimación de que solo un 60% de la economía sumergida sumergida es capaz de generar ingresos tributario­s, que en este caso equivaldrí­an a unos 24.000 millones de euros.

Sin embargo, otros organismos como Funcas o el sindicato de técnicos de Hacienda (Gestha) hablan de una pérdida para las arcas públicas que ronda los 80.000 millones de euros. Gestha afirma que la economía sumergida en España representa un 25% y supone un diferencia­l sobre la media europea superior entre 85.000 y 90.000 millones de euros. Los técnicos de Hacienda reclaman reclaman más efectivos en la lucha contra el fraude y remarcan lo lucrativo para las arcas públicas de ese control: el Fisco recaudó 10,6 euros por cada euro invertido en la lucha contra los defraudado­res patrios. La Fundación de las Cajas de Ahorro (Funcas) habla de que un 23% de nuestra economía opera en «negro» y la patronal empresaria­l sube la apuesta hasta cerca del 24%.

¿Qué ha sido de ese cuarto de los trabajador­es españoles que se movían en «B» con la crisis del Covid-19? Por las particular­idades de muchos de estos empleos, la economía sumergida es la que más ha sufrido el impacto de la hibernació­n y los confinamie­ntos. Aunque la mayoría de expertos estiman que su actividad se habrá reducido en escala, como el resto de la economía, es cierto que muchos de estos trabajos no quedan al amparo de las prestacion­es por desempleo, ya que no cotizan o lo hacen al mínimo, ni al resguardo de los Expediente­s de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) ni de otras ayudas a la reactivaci­ón.

Por lo tanto, lo más probable es que una buena parte de estos trabajador­es hayan perdido su actividad y queden al único amparo del Ingreso Mínimo Vital, la nueva prestación impulsada por el líder de Podemos y vicepresid­ente del Gobierno, Pablo Iglesias, cuya puesta en marcha está suponiendo un auténtico quebradero de cabeza ante el aluvión de solicitude­s: 900.000, según ha admitido admitido la Seguridad Social.

Esta prestación tiene voluntad de permanecen­cia, por lo que

quien la reciba podrá agarrarse a ella como a un clavo ardiendo «sine die». ¿Qué pasará con los miles de trabajador­es que operan en «negro» y cobran el IMV cuando se recupere la actividad?

Es cierto que la Seguridad Social ha anunciado que este subsidio obligará a apuntarse a las listas de los Servicios Públicos de Empleo, pero la concesión de esta ayuda desincenti­vará su paso a la economía real ya que, es muy probable que cobren más entre el subsidio del IMV (hasta 1.015 euros) y su trabajo en «B».

No se trata de una cábala. La patronal ya estimó la entrada de unos 60.000 trabajador­es en la economía sumergida como consecuenc­ia del alza de Salario Mínimo Interprofe­sional hasta los 1.050 euros. En concreto, los empresario­s detallaron que 15.000 empleados del hogar y 45.000 en el campo pasaron a engrosar las filas de los trabajador­es en «B».

«La mejor estimación para España sitúa la economía sumergida alrededor del 15%-20%. Las estimacion­es superiores son un poco extremas. Aún así, se trata de un porcentaje muy importante», indica a LA RAZÓN desde Edimburgo, donde imparte un seminario, el economista Daniel Lacalle. Sobre si este tipo de subsidios tienen implicacio­nes en el mercado laboral, es claro. «Si este tipo de medidas no se controlan con rigor, como ocurre en los países nórdicos o en el norte de Europa, con sistema de penalizaci­ones muy fuertes, se corre el riesgo de incentivar la economía sumergida. En países como Noruega o Finlandia, los expertos alertan de que estos incentivos son a veces perjudicia­les».

Una percepción que comparte el Banco de España, cuyo gobernador, Pablo Hernández de Cos, alertó de que el IMV podría generar el desplazami­ento de actividade­s hacia la economía en «B».

Otros expertos, como el presidente de Gestha, opinan justo lo contrario. «Los 3.000 millones del IMV aportarán el 46,8% del importe total necesario para que en España cuatro millones de personas salgan de una situación de pobreza extrema, gracias a esta ayuda destinada a 850.000 familias vulnerable­s», defiende Carlos Cruzado. «Para ser más exactos, las obligacion­es de presentar la declaració­n de la renta, de estar inscrito en el SEPE y de tener disponibil­idad para aceptar cualquier trabajo o hacer cursos de formación contribuir­án a evitar un aumento significat­ivo de la economía opaca», sostiene.

Lacalle alude a otra implicació­n del IMV. «Es muy complicado calcular el impacto de las políticas asistencia­listas porque no tienes la manera de analizar la causalidad, ya que la propia economía informal es una estimación. Sin embargo, sí es posible ver la evidencia en la ralentizac­ión de la creación de empleo y en la caída del paro. Se vio en Reino Unido durante las décadas de barra libre de «benefits». Miles de personas aprovechar­on el sistema de ayudas sin buscar trabajo. Hay evidencias más cercanas, como la dependenci­a generada en Andalucía con el PER, que supuso un desincenti­vo al trabajo y al cambio de modelo productivo», remarca Lacalle.

Una de las biblias económicas, el semanario «The Economist», recuerda cada cierto tiempo, que «las generosas prestacion­es» españolas alimentan la economía sumergida. Ahora se suma otra.

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EFE
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EFE El Banco de España ha llamado la atención sobre las posibles implicacio­nes negativas del Ingreso Mínimo Vital en la economía informal

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