La Razón (Levante)

La tormenta perfecta: invierno, gripe y Covid-19

Dolor de garganta y muscular, fiebre, fatiga... Gripe y coronaviru­s comparten síntomas que aumentarán la confusión del dictamen médico. Y encerrados por el frío se dispararán los contagios

- POR JOSÉ L. LOBO

Lo ha dicho esta misma semana un médico tan reconocido y prestigios­o como Rafael Bengoa, a saber: experto en salud pública, director de Sistemas de Salud en la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) durante 14 años, asesor del ex presidente estadounid­ense Barack Obama en sus dos mandatos y ex consejero de Sanidad del Gobierno vasco. En su opinión, hay «un exceso de optimismo y falta de preparació­n» frente a la pandemia, y atribuye esa responsabi­lidad al Gobierno y las autoridade­s sanitarias, que están «intentando convencer a la población de que las cosas van mejor de lo que van. Hace falta tratar a la sociedad civil de manera madura», ha apostillad­o.

Pero el Ejecutivo de Pedro Sánchez no se da por enterado y parece mirar hacia otro lado, exhibiendo un impostado optimismo, por ejemplo, trasladand­o a la población el inconsiste­nte vaticinio de una inmediata comerciali­zación de la vacuna, mientras el coronaviru­s vuelve a cabalgar desbocado y los servicios sanitarios empiezan a estar otra vez desbordado­s ante esta nueva embestida de la Covid-19.

Por si fuera poco, la llegada del otoño y el invierno no augura nada bueno porque puede dar lugar a una tormenta perfecta: un coronaviru­s descontrol­ado y una gripe que cada año afecta a unos 800.000 personas y se cobra más de 15.000 vidas. Como dice a LA RAZÓN la inmunóloga y viróloga María Montoya, «vamos por detrás del virus en vez de adelantarn­os a su transmisió­n».

Por su parte, Salvador Tranche, presidente de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitari­a, apunta que «es imposible clínicamen­te distinguir un cuadro de gripe de uno de infección por coronaviru­s porque los síntomas son muy similares, de manera que a todos los pacientes que presenten síntomas síntomas de fiebre, dolor de garganta, fatiga, dolores musculares, náuseas, vómitos o diarreas habrá que hacerles la PCR. Y eso supone muchísimas, con lo que podemos encontrarn­os con una situación en la que haya carencia de pruebas diagnóstic­as o cuyos resultados se demoran mucho, entre ocho y 10 días, con lo cual la utilidad utilidad de la prueba diagnóstic­a es mínima. En junio existía un consenso generaliza­do por parte de economista­s de la salud, epidemiólo­gos, epidemiólo­gos, especialis­tas, de gestores e incluso de políticos, de que había que apostar por la atención primaria y la salud pública. Pero desde entonces no se han incorporad­o los recursos necesarios. Necesitamo­s más recursos para hacer frente a esta pandemia y a esta situación que se avecina en otoño e invierno, en la que van a coincidir gripes, infeccione­s respirator­ias y coronaviru­s», concluye Salvador Tranche.

Otra declaració­n relevante es la de Ildefonso Hernández, catedrátic­o de Salud Pública de la Universida­d Miguel Hernández de Elche (Alicante) y vocal de la Sociedad Española de Salud Pública y Administra­ción Sanitaria. «El optimismo, o más bien irresponsa­bilidad, de algunos gobiernos autonómico­s ha contribuid­o a que lleguemos a las puertas del otoño en una situación delicada. No acaba de entenderse que no reforzaran en tiempo y forma los recursos sanitarios de los dispositiv­os de salud pública (epidemiolo­gía, (epidemiolo­gía, rastreador­es, etcétera) y de personal de atención primaria para poder hacer una verdadera contención de los brotes. No se trata tanto de cómo se comportará el virus que, afortunada­mente, afortunada­mente, ha dado muestras de que no es proclive a muchas mutaciones, sino de qué haremos nosotros y qué harán las administra­ciones competente­s. Aunque otra vez se llega tarde, hay tiempo para tomar las decisiones correctas a pesar de que da la impresión de que alguna máxima autoridad autonómica no está preocupada por la situación», añade.

En su opinión, «el que en alguna comunidad se supere el 20% de ingresos debidos a la Covid-19 ya es una mala noticia. Eso indica que se va a retrasar, o no realizar, la atención sanitaria indispensa­ble a otros problemas de salud, y la población tendrá que usar sus recursos, quien los tenga, para afrontar la situación. Además, la realidad en algunos centros de atención primaria es ya de colapso. No sabemos a qué grado de intensidad de demanda de ayuda sanitaria y mortalidad llegaremos llegaremos en invierno, pero sí sabemos que la solución no se basa en más hospitales, sino en hacer todo lo posible, absolutame­nte todo, para evitar contagios y para controlar la transmisió­n de los casos detectados. Si no se toman con rapidez y contundenc­ia las medidas necesarias, las perspectiv­as no son optimistas. Aunque no se llegue al colapso de primavera, se puede alterar seriamente el funcionami­ento funcionami­ento del sistema de salud».

Y apostilla: «Falta sobre todo personal sanitario en primera línea para controlar la pandemia con las tres medidas conocidas: diagnóstic­o, seguimient­o o rastreo de contactos y aislamient­o. Faltan también recursos para reducir las graves desigualda­des sociales que se están agravando por la pandemia y cuya existencia contribuye a su extensión. Si no atendemos a las condicione­s sociales y aplicamos el criterio de equidad en todas las políticas tendremos dificultad­es».

María Montoya, jefa del grupo de Inmunologí­a Viral del Centro de Investigac­iones Biológicas Margarita Salas, adscrito al Consejo Superior de Investigac­iones Científica­s (CSIC), alerta de que en invierno pasamos más tiempo en lugares cerrados, lo que supone un riesgo añadido para la transmisió­n del virus. «Desde el punto de vista científico, la Covid sigue comportánd­ose de la misma misma forma. Es un virus muy transmisib­le transmisib­le y, por tanto, infecta a las personas en cuanto hay alguna posibilida­d. Somos nosotros los que cambiamos de hábitos o de circunstan­cias que favorecen o no la transmisió­n del virus. Por ejemplo, en verano hemos estado más tiempo en sitios aireados, fuera de las casas, donde no es tan fácil la transmisió­n; pero por otro lado tendemos a aumentar nuestros contactos sociales. Ahora mismo, a las puertas del otoño e invierno, nos enfrentamo­s a otro cambio de hábitos: permanecem­os permanecem­os más tiempo en sitios cerrados (casas, oficinas...), lo que favorece la transmisió­n del virus. La ventilació­n de sitios cerrados donde pasamos largas jornadas se va a hacer más necesaria que nunca», señala Montoya.

«El virus ha demostrado en España y en el mundo que sigue con su capacidad de contagio elevada, aprovechan­do todas sus oportunida­des», apunta Juan Jorge González Armengol, jefe de la Unidad de Urgencias del Hospital Clínico San Carlos de Madrid y presidente de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencia­s.

«Si relajamos distancia, mascarilla se higiene, y hay aglomeraci­ones fuera de las recomendac­iones,en el contexto de movilidad geográfica que existe, junto con

«Vamos por detrás del virus en vez de adelantarn­os a su transmisió­n», denuncian los inmunólogo­s

la variabilid­ad en comportami­entos individual­es y densidad de población, pueden seguir aumentando los contagios». Y añade: «Vamos a vivir con unas cifras que deberían ser asumibles de manejo asistencia­l de estos pacientes. Probableme­nte con vaivenes. Pero si existe falta de control razonable epidemioló­gico podemos tener problemas de saturación. Las atenciones en urgencias, ingresos en hospitaliz­ación, ingresos en UCI y fallecimie­ntos irán en proporción a la cifra de contagios; de manera diferente a marzo, pero ocurrirán».

Javier Urra, doctor en Psicología y en Ciencias de la Salud y académico de número de la Academia de Psicología de España, advierte: «Hemos de convivir con la pandemia, de lo contrario, colapsarem­os. Desde la realidad hay que trasladar ilusión y esperanza. Estamos más preparados que en la primera oleada. Pero me preocupa el daño emocional de muchas personas que no se explicita, entre ellas el personal sanitario. Hay que tener un importante retén de sanitarios ante el riesgo de infección de los titulares de los distintos servicios. Y hay que pactar con el Consejo General de la Psicología para que psicólogos clínicos y psiquiatra­s apoyen emocionalm­ente a los sanitarios. Me preocupa que la ira contra los otros y contra uno mismo mismo aumente exponencia­lmente, dando paso a agresiones, asaltos...». La tormenta perfecta.

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ALBERTO R. ROLDÁN «Hemos de convivir con la pandemia, de lo contrario colapsarem­os», advierte el doctor en Psicología Javier Urra

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