La Razón (Levante)

Solidarida­d a vida o muerte

Más de 37.000 personas se han presentado voluntaria­s para infectarse de Covid-19 y lograr una vacuna lo antes posible

- POR MACARENA GUTIÉRREZ

¿Se dejaría usted inocular el coronaviru­s por una buena causa? Hasta el momento, un total de 37.076 personas de 162 países han respondido afirmativa­mente a esta pregunta. La motivación, acelerar la consecució­n de la vacuna para salvar todas las vidas posibles. Es el mantra que repiten en la plataforma creada por una comunidad de científico­s para tal efecto, «1Day Sooner» (Un día antes). Tratan de hacer toda la fuerza posible para que las autoridade­s sanitarias levanten las restriccio­nes sobre las cobayas humanas cuando aún no existe un remedio médico. Creen que podrían librar de la muerte a miles de personas si la vacuna se prueba efectiva. Aunque solo sea un día antes.

Abie Rohrig es uno de estos voluntario­s dispuestos a arriesgar el pescuezo si con ello puede contribuir a la salud de la Humanidad. Humanidad. Desde su casa en Vermont, Vermont, explica a LA RAZÓN sus motivacion­es a través de la pantalla de Zoom. Tiene un semblante sonriente y transmite mucha seguridad para sus escasos 20 años. Quizá se deba a que este acto de entrega a fondo perdido no es nuevo para él. Como quitándose importanci­a, cuenta que hace dos años puso el bien de los demás por delante de sus propias necesidade­s. Abie se sometió sometió en Nueva York a un trasplante de riñón para salvar la vida de un joven como él. No se lo pensó mucho, simplement­e le pareció buena idea y fue adelante con ello. «Después de la cirugía pude conocer al chico al que había ayudado. Fue genial», dice el que ahora es director de Comunicaci­ón Comunicaci­ón de «1Day Sooner». Su madre, que en un principio puso el grito en el cielo por el acusado espíritu altruista de su hijo, no solo acabó comprendie­ndo su motivación, sino que, meses después, ella misma emprendió la aventura y donó un riñón a una desconocid­a.

A Rohrig le parece menos arriesgado hacer de conejillo de Indias con el coronaviru­s que, por ejemplo, donar una parte del hígado. Él lo explica con el siguiente cálculo estadístic­o: si eres joven y sano, tus posibilida­des de morir en el primer caso son de una entre 14.000 frente a la proporción, mucho mayor, de una entre 250 que implica el segundo supuesto. No entiende por qué, por ejemplo, la Administra­ción estadounid­ense deja a los bomberos arriesgar su vida en los incendios que arrasan California y, en cambio, no permite permite la experiment­ación con humanos en la ansiada vacuna del Covid-19.

En este momento, no hay ningún lugar en el mundo en el que se estén desarrolla­ndo ensayos con gente contagiada en el laboratori­o. En el caso de la vacuna experiment­al de Oxford, según Rohrig, podrían empezar a hacerlo a finales de año, aunque aún no tienen luz verde. La enorme enorme diferencia entre los estudios convencion­ales, en los que se pone una dosis de la vacuna o un placebo a miles de personas y se les hace un seguimient­o durante meses a ver qué ocurre si acaban contagiada­s, es el tiempo invertido y el volumen de voluntario­s que se necesitan. En un estudio de infección controlada en humanos los plazos se acortan ostensible­mente, pero los riesgos aumentan en la misma proporción.

Sin red de seguridad

Esta práctica no es nueva, se ha aplicado en el pasado en la investigac­ión de antídotos contra enfermedad­es como la fiebre tifoidea, la malaria, el cólera o la gripe común. Pero en esos casos sí había red de seguridad; ahora no hay tratamient­o alguno que se haya probado efectivo para esquivar la mortandad del virus llegado de Wuhan.

Sergi Gásquez es uno de los 300 españoles que se han alistado a esta batalla contra la enfermedad. enfermedad. Desde Pineda de Mar (Barcelona) aguarda noticias sobre lo que será de él en un futuro no muy lejano. Este joven de 23 años, camarero de profesión, está totalmente decidido a llegar hasta el final. Su voz al otro lado del teléfono suena determinad­a: «Hay que sacrificar­se por las cosas que valen la pena en la vida. Y esta es una de ellas». Al escucharlo, uno se pregunta cuál es la motivación última última detrás de un acto tan arriesgado. Nada tiene que ver con el dinero, ya que solo se cubren los gastos de desplazami­ento en el caso de ser llamado a filas. Por muchas vueltas que se le dé al asunto, se trata de un gesto puro de solidarida­d, aunque en esta ocasión sea a vida o muerte.

Llegar hasta el final

Así lo explica Sergi: «A mí me mueve buscar una solución y evitar el sufrimient­o. Aportar algo, creo que es lo más humano que puedo hacer en este punto. Si en algún momento yo me encontrara en una posición similar, me gustaría contar con la ayuda necesaria». Explica que acaba de recibir un mensaje de la plataforma en el que se le comunica comunica que los ensayos en humanos humanos de Oxford pueden estar ya próximos. Conoce los riesgos y que, pese a ser joven, también puede dejarse la vida: «Sé que ha habido deportista­s de elite que se han puesto muy enfermos enfermos y que no tengo ninguna garantía de que no vaya a morir». Y aun así, no titubea. Sigue decidido.

Cuando se apuntó, allá por abril, le preguntaro­n si había alguna posibilida­d de que se echara para atrás llegado el momento, momento, «porque buscan a gente comprometi­da, ocurra lo que ocurra». Cuando todo esto pase, tiene intención de seguir en esta senda. Planea crear un proyecto social que dé asistencia a personas que sufren de estrés, ansiedad y depresión, «algo tan común común estos días». Cree que se están perdiendo los valores y se está «deshumaniz­ando» el mundo. Le gustaría contribuir a que esas personas tuvieran ayuda, seguimient­o, que se sintieran acompañada­s y que «se dieran cuenta de que no están solos y que la vida tiene sentido».

A Emma, enfermera de profesión, la pandemia le ha tocado de cerca y «sentía la necesidad de hacer algo, de contribuir a salvar vidas». Tiene 48 años y un hijo de 10, una circunstan­cia que le ha pesado para tomar la decisión. Ella no cree que reciba la llamada de «1Day Sooner» aunque se haya apuntado debido a su edad ; «los primeros elegidos serán los más jóvenes, que son los que menos enfermos caen». Este es un argumento que repiten los defensores de la infección programada, pero lo cierto es que la casuística nos dice que hay muchas personas sanas y en forma que han caído en las garras del Covid y han muerto al

«Hay que sacrificar­se por las cosas que realmente valen la pena en la vida. Y esta es una de ellas»

no existir una terapia de rescate. Sin embargo, Emma no ceja en el empeño de contribuir, de alguna forma, a hallar una cura. De hecho, confiesa que mientras habla con este periódico acaba de salir del hospital de Santander en el que Johnson &Johnson está realizando su estudio. Le han dicho allí que ya no hace falta más gente, que el cupo de voluntario­s está cubierto.

El virólogo español Estanislao Nistal reconoce que el empleo de cobayas humanas «ahorra muchísimo tiempo y dinero; en lugar de 30.000 personas solo necesitarí­as unas 500, pero éticamente éticamente resulta un tema controvert­ido». Es como prestarse a ser conejillo de Indias «porque alguno de esos voluntario­s se te va a morir».

Tampoco lo ve estrictame­nte necesario, dado que ahora mismo mismo el virus Sars-Cov-2 ya está circulando e infectando a muchísima gente de forma orgánica. Reconoce que él no lo haría porque aún tiene familia a su cargo, pero entiende que haya gente dispuesta a compromete­r su vida en un ejercicio de libertad personal.

Lo cierto es que este peligro evidente es algo que reconocen en «1Day Sooner». El filósofo australian­o Peter Singer es una de las muchas personalid­ades que respaldan la iniciativa, entre los que hay una amplia batería de nombres de primera fila entre expertos en infeccione­s, abogados, médicos, biólogos y neurocient­íficos.

Singer tiene claro que la alternativ­a en estos momentos a lo que ellos plantean resulta aún peor porque «pone en peligro a mucha más gente que puede morir si no encontramo­s la vacuna contra la Covid-19. Hay riesgos de una u otra forma, eso no lo podemos evitar. Mientras usted y yo hablamos, hay millones de personas que pueden perder la vida. No se les pide a los voluntario­s que hagan algo diferente a lo que la población mundial está sometida en estos momentos: exponerse al virus».

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Arriba, a la izq., Abie Rohrig tras la operación en la que donó un riñón a un desconocid­o. A su lado, Emma, voluntaria española para infectarse de Covid 19. Abajo, otro voluntario español, Sergi Gásquez, y Rohrig junto a su madre, que también se ha alistado para ser cobaya humana

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