La Razón (Levante)

Los «pájaros amarillos» migran a Taiwán

Tras la masacre de Tiananmen cientos de chinos huyeron del comunismo en Hong Kong ahora lo hacen en la isla de Formosa

- Victoria Pascual -

El sábado pasado, las familias de varios hongkonese­s detenidos en su travesía en barco a la vecina Taiwán se reunieron para dar una rueda de prensa y pedir explicacio­nes sobre el paradero de sus familiares. Con el corazón en un puño, la madre del treintañer­o Tang Kai-yin, se lamentaba: «espero que Hong Kong pueda ayudarlos a regresar, al menos entonces podremos verlos. Ni siquiera sé si (mi hijo) está vivo o muerto». Sus palabras calaban hondo en una sociedad que cada vez se lo piensa más antes de elevar la voz. En la ex colonia británica, a lo largo del último año se ha detenido a cerca de 10.000 manifestan­tes antigubern­amentales, mientras que la reciente imposición de la Ley de Seguridad Nacional en este territorio semiautóno­mo ha acentuado la persecució­n de políticos y activistas de la oposición.

Como resultado, se ha creado una situación insostenib­le para muchos que, con las autoridade­s pisándoles los talones, han tratado tratado de poner tierra – y mar- de por medio. Un fenómeno inimaginab­le hace tan solo unos años.

Hasta la fecha, algunas fuentes aseguran que al menos tres barcos han partido de las costas hongkonesa­s destino Taiwán, algo que Taipéi no ha confirmado ni desmentido. No obstante, el estado insular sí ha apoyado públicamen­te la libertad y la democracia de la urbe china y ha prometido suministra­r «asistencia necesaria» a «los residentes de Hong Kong o Macao cuya seguridad y libertad se vean inmediatam­ente amenazadas por razones políticas», en palabras del viceminist­ro del Consejo de Asuntos Continenta­lesdeTaiwá­n,ChiuChui-Cheng. Sus declaracio­nes solo han servido para irritar aún más a Pekín, pese a que el oficial taiwanés aclaró que no alientan a nadie a viajar por medios ilegales. Sin embargo, algunos hongkonese­s consideran que no les ha quedado otra opción, puesto que las condicione­s de libertad bajo fianza en este tipo de arrestos les obligan a entregar sus pasaportes.

Ese es el caso de los 12 activistas locales que fueron arrestados el pasado 23 de agosto en su ruta a través del Mar Meridional de China, en un intento de obtener asilo político al otro lado del estrecho de Formosa. Aquel día, la guardia costera del régimen chino confirmó que las autoridade­s de Guangdong habían intercepta­do un barco y arrestado a un grupo de más de 10 personas «sospechosa­s de cruzar ilegalment­e la frontera» alrededor de las 21:00 horas. Según informaron los medios locales, entre ellos se encontraba el activista prodemocra­cia Andy Li, que colaboró en la redacción de un informe que detallaba los abusos llevados a cabo por la Policía de Hong Kong en los últimos meses. Li, además, había sido arrestado en agosto junto a otras nueve figuras prodemocra­cia por violar presuntame­nte la recién impuesta Ley de Seguridad Nacional, que criminaliz­a la secesión, subversión, terrorismo y colusión con fuerzas extranjera­s con penas de hasta cadena perpetua. En su caso, antes de ponerlo en libertad bajo fianza, le acusaron de colusión con fuerzas extranjera­s y lavado de dinero.

Desde entonces, tanto él como sus compañeros de barco y los otros activistas detenidos hace una semana en otra embarcació­n permanecen en la China continenta­l sin posibilida­d de ser telefonead­os o tener acceso a abogados. «No puedo dormir, estoy muy preocupada. Me preocupa que (no haya) medicament­os para ellos», lamentó la madre de Kai-yin tras rogar a las autoridade­s chinas que los traigan de vuelta a Hong Kong.

Paradójica­mente, la situación actual ha traído a la memoria lo ocurrido tras la masacre de Tiananmen en 1989 cuando fueron cientos de manifestan­tes de la China continenta­l los que huyeron hasta Hong Kong para buscar asilo político. Por aquel entonces, activistas prodemocrá­ticos, empresario­s, diplomátic­os y agencias de inteligenc­ia extranjera­s, artistas y un reverendo se unieron para crear la operación «Yellowbird», un mecanismo que durante años ayudó a huir de las autoridade­s comunistas por tierra y mar a muchos de los cabecillas de las protestas estudianti­les y llegar a este puerto seguro.

«Esta vez el territorio del que tenemos que escapar es Hong Kong, y Taiwán se convierte en el destino de la gente, la esperanza de la gente de Hong Kong», afirmó Eddie Chu, legislador prodemocrá­tico. Según el gobierno taiwanés, el número de ciudadanos hongkonese­s que se establecie­ron en Taiwán aumentó a más del doble durante los primeros seis meses de 2020, en comparació­n con el año anterior. Sin embargo, para Cai Chongguo, uno de aquel centenar de pájaros amarillos que fueron traídos hasta Hong Kong, el viaje hasta Taiwán es «mucho más peligroso que nuestra fuga hace 31 años». «Pekín y (la jefa del Ejecutivo) Carrie Lam no deberían considerar a los jóvenes de Hong Kong como sus enemigos», afirmó. «Deben prestar atención a la opinión pública... y presentar propuestas de reforma política», declaró al diario South China Morning Post. Difícil que sus deseos lleguen a fraguar en una ciudad en la que desde noviembre los barcos entre Hong Kong y Taiwán llevan transporta­ndo a manifestan­tes -la mayoría jóvenes- arrestados por su participac­ión en las protestas. Canadá u otros lugares con visados de turista mientras buscan opciones que les otorguen derechos para vivir, trabajar o estudiar en esos lugares. Los que se han echado al mar lo han hecho a sabiendas de que la travesía es peligrosa y la guardia costera de Hong Kong cuenta con sofisticad­os sistemas de vigilancia. Pero, desesperad­os, consideran que merece la pena correr el riesgo y vivir con la misma libertad de la que hasta hace bien poco gozaron.

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EFE Postales de apoyo para los 12 activistas que fueron detenidos tras huir a Taiwán

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