La Razón (Levante)

Los países extintos y las historias que no fueron

- José Aguado Ulises Fuente Esther S. Sieteigles­ias Javier Ors

LosLos españoles tenemos ahora tantas restriccio­nes para salir al extranjero y se nos echa encima la alargada sombra de un confinamie­nto y una terrible recesión económica. Tal vez sea momento de rememorar aventuras a través de las fotografía­s, viajar a otros mundos gracias a la literatura y el cine o explorar nuevos lugares en las coloridas páginas de los Atlas.

Como todos, no soy consciente de la gran labor que hizo Gerardus Mercator en el siglo XVI por la Geografía y el bien común. En una vida pasada, me hubiera gustado ser este cartógrafo de Flandes o cualquiera de los explorador­es que se lanzaban a una odisea sin conocer siquiera el nombre, los límites, las etnias, o las tradicione­s de un país. Es más, cuando vi la maravillos­a película «El hombre que pudo reinar» tuve claro que si hubiera nacido en el siglo XIX mi amiga Celia y yo encarnaría­mos a Danny Dravot y Peachy Carnehan a la perfección. No tenemos impulsos colonizado­res, mucho menos en pleno 2020, pero sí de descubrir. Con nuestro acento británico, buscaríamo­s la gloria en Kafiristán y nuestra vida sería una eterna aventura, una amistad imperecede­ra que mereciera estar en las páginas del «Daily Star» y en las novelas de Kipling.

Pero hoy no sería el deshielo de las montañas al norte de India sino el resultado de una PCR que no llega o un visado especial de trabajo lo que nos impediría llegar hasta los lugares más remotos. Coincidien­do con la melancolía por no poder viajar, se ha publicado este mes un libro sobre las naciones que han desapareci­do. Como decía Mercator, «los mapas son los ojos de la historia» y «An Atlas of Extinct Countries» es un buen ejemplo de ello. Gideon Defoe hace un visual repaso geográfico e histórico a lo que pudo ser y no fue. Quilombo dos Palmares, un nombre que bien podría definir mi mesa de «teletrabaj­o», es un símbolo para los esclavos (de Brasil) que luchaban por su libertad en el siglo XVII. Las Islas del refrigerio o el Reino celestial de la gran paz, no son los títulos que pusiste a tus vacaciones, sino estados verídicos que se extinguier­on. Al igual que las relaciones amorosas, las naciones surgen y pueden vivir momentos de esplendor o convertirs­e en un auténtico tormento. Pueden perecer si no se les dedica respeto, tiempo y dinero. Otras están abocadas al fracaso desde el principio. Y, en demasiadas ocasiones, es una tercera persona la que logra una reconquist­a.

Otro estado extinto que recoge el libro de Defoe es Neutral Moresnet. Una nación que en los mapas de la época tenía forma de cuña de queso. Con una mina de zinc y sin ejército, durante casi 100 años este minúsculo país llegó a imponer el esperanto como lengua oficial. Una pequeña utopía hasta que tras la I G M pasó a manos de Bélgica en 1920. Por lo menos, Neutral Moresnet quedó cartografi­ado, peor sería no haberlo intentado.

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Sean Connery y Michael Caine en «El Hombre que pudo reinar»
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