En torno a la nota Re
Mozart: «Kyrie en Re menor K 348/368 A». Mahler: «Sinfonía nº 1» en Re mayor. Coro y Orquesta de la CAM. Director: Víctor Pablo Pérez. Auditorio Nacional. Madrid, 25 - I -2021.
Aplazado el estreno de Juan Durán, el concierto quedaba constituido por las dos obras arriba consignadas, dos caras de la nota Re, dos partituras bien distintas. No está mal para empezar este «Kyrie» de Mozart, una composición al parecer mal fechada por Koechel en su catálogo, que la anotó en 1780, pues más tarde se ha podido saber que fue escrita en realidad en abril de 1791, el mismo año que el «Requiem» en la misma tonalidad. Ese fúnebre Re menor imbuye de un dolorido dramatismo a este fragmento, probablemente el primero de una obra de mayor amplitud. Los primeros compases nos dieron la pauta de que la versión, bien respirada y expuesta, iba a subrayar ese lamentoso colorido a lo largo de una recreación pausada y meditativa que nos hizo penetrar en los concentrados pentagramas, con muy buena planificación «tutti»-voces. A falta de un mayor encaje entre líneas y un empaste más conseguido, la belleza de la música sobrecogió. Nos sumergimos en otro mundo, el de la naturaleza y los cantos folklóricos e infantiles, con la «Sinfonía Titán», la primera que Mahler compusiera y que en esta ocasión se nos ofreció en el arreglo de Iain Farrington, aunque en buena parte modificado, ya que añade a los distintos grupos de cuerdas más instrumentistas hasta que presenta unos 40 músicos; lo que otorga una mayor amplitud al conjunto y una densidad más corpórea a la obra. Un camino intermedio hasta cierto punto, podríamos decir. El director entendió bien el significado de la composición, que abrió en un sutil pianísimo y a la que proporcionó el clima adecuado. Con bien delineados diálogos de los vientos, sin que faltaran los oportunos alargamientos y glisandos, tan propios del lenguaje mahleriano. Adecuada preparación de la jubilosa explosión final, en la que se apreciaron ciertos defectos de ejecución. Buena labor, mínimos deslices aparte,
«El director entendió bien el significado de la composición de Mahler, a la que proporcionó el clima adecuado»
del primer trompa en el marchoso «Scherzo», que fue bailado como corresponde a un «ländler» casi soñador en la sección intermedia. Tras una conveniente afinación general se abrió el camino de esa tan curiosa marcha fúnebre que es el tercer movimiento, que ya sabemos recrea, a partir de un deformado «Frere Jacques», de una manera mordaz y onírica, una pintura de Callot («El funeral del cazador») y que fue expuesto con la necesaria alternancia de metros y de climas. Bien cantada la segunda y liederística sección. La rectoría supo preparar la súbita explosión que conduce al dramático pero más bien exterior y altisonante cuarto movimiento. Los dos interludios líricos se delinearon con cuidado y la conveniente morosidad. General claridad de planos, favorecida por la orquestación, aunque en la coda todo sonó en exceso.