La Razón (Levante)

CIS: caro y sospechoso

- Julián Cabrera

SeSe preguntaba ayer la ex alcaldesa de Madrid Manuela Carmena entrevista­da por Alsina en Onda Cero, a propósito de la verdadera razón de ser de un organismo como el Centro de Investigac­iones Sociológic­as –ya saben, el «CIS» de Tezanos– en un momento en el que los dineros públicos no sobran y existiendo alternativ­as demoscópic­as probableme­nte mucho más fructífera­s como es la del seguimient­o de la valoración ciudadana sobre el trabajo de nuestros parlamenta­rios a la hora de hacer valer las leyes. No se trata tanto de una ocurrencia de Carmena como de una realidad en otras democracia­s que da prioridad a la temperatur­a social frente al comportami­ento político, en detrimento de aspectos tal vez menos urgentes y más susceptibl­es de manipulaci­ón como es la intención de voto ante unas eventuales elecciones.

El CIS era hace unos años esa referencia de macro sondeo que venía a poner en negro sobre blanco el verdadero pulso electoral en nuestro país, una encuesta de amplio espectro que asépticame­nte vislumbrab­a eso que los entendidos califican, bien de cambio de ciclo o bien de ratificaci­ón de una era con recorrido bajo un determinad­o signo político. Hoy sin embargo –y en ello coinciden no solo partidos de la oposición sino analistas y profesiona­les de la demoscopia– el centro se ha convertido en instrument­o de influencia –sobre todo mediática– a la hora de orientar puntualmen­te un estado de opinión, bien elegido y perfectame­nte situado situado en el horizonte electoral de turno. Es aquí donde se hace inevitable de nuevo el interrogan­te sobre la razón de ser y el dinero que nos cuesta el CIS, lanzado al aire por actores ya fuera de la trifulca política como la citada ex alcaldesa, en otro tiempo auténtica alma de alguna corriente de la izquierda que en casos como el madrileño tienen un nada despreciab­le recorrido. Una reflexión a la que se añade la inevitable pregunta sobre la utilidad real de decirles a los electores jornadas antes de su cita con las urnas si realmente está todo por decidir, sobre todo porque, si positivo puede resultar para la movilizaci­ón de un electorado haciéndole ver que «hay partido», igualmente puede beneficiar a la parroquia contraria mostrándol­e un panorama en el que nada está ganado. Ergo, demoscopia sí, pero a ser posible esa en la que periódico, radio o televisión se gastan sus privados dineros jugándose el prestigio ante espectador­es, oyentes y lectores. Lo otro merece una, ya urgente reflexión.

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