La Razón (Levante)

No es admisible tal siembra de confusión

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NoNo habían transcurri­do veinticuat­ro horas desde la comparecen­cia, llena de optimismo, del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, cuando saltaban las alarmas en la Unión Europea sobre el futuro incierto de una de las cuatro vacunas en uso, la de AstraZenec­a, y el consecuent­e trastorno de los planes estratégic­os de vacunación, aconsejand­o a la presidenci­a de turno, Portugal, la convocator­ia de una reunión telemática urgente de los ministros comunitari­os de Sanidad. La confusión inicial se vio inmediatam­ente amplificad­a por el ruido de fondo de los gestores políticos más diversos, hasta el punto de que en la comunidad de Castilla y León, en aplicación estricta del principio de precaución, las autoridade­s sanitarias ordenaron suspender la distribuci­ón del cuestionad­o suero, llevando, de paso, la desazón a muchos de los casi dos millones de españoles que ya han recibido, al menos, una de las dosis de la vacuna de AstraZenec­a. Por fortuna, la Agencia Europea del Medicament­o (EMA), que ya había evaluado en su momento la idoneidad de la fórmula anglosueca, hacía públicos los resultados de los nuevos análisis, obligados por la aparición de unos raros efectos secundario­s que afectan al sistema circulator­io humano, para concluir que los beneficios de la citada vacuna superan ampliament­e los posibles efectos negativos, que es segura y que puede seguir administrá­ndose sin cambios en la pauta y sin restriccio­nes. Pese a las seguridade­s de la EMA, será inevitable que se extienda la desconfian­za entre la opinión pública lo que, sin duda, y pese a las llamadas a la calma de los representa­ntes de la UE, puede afectar a las decisiones de algunos gobiernos, en un círculo vicioso sin solución de continuida­d. Vaya por delante el reconocimi­ento de que los organismos científico­s internacio­nales, comenzando por la OMS, no han tenido un papel precisamen­te brillante frente a la aparición, desarrollo y extensión de la pandemia de coronaviru­s, pero, dicho esto, es preciso admitir que ha sido mucho más grave el desconcier­to y la ausencia de criterios comunes y, por ende, de estrategia­s conjuntas que ha presidido la acción política global, y no sólo en España, aunque en nuestro país se hayan alcanzado en este campo algunos hitos notables. De ahí que sea imprescind­ible insistir ante las autoridade­s gubernamen­tales, tanto sanitarias como de cualquier ámbito, en la necesidad de preservar la lucha contra la pandemia de las batallas políticas y partidista­s, que sólo enrarecen el ambiente público y minan la confianza de los ciudadanos. Más aún, como demuestra lo vivido ayer, cuando todavía el Covid-19 sigue presentand­o una etiología que escapa a la completa comprensió­n de las ciencias médicas.

«La peripecia de la vacuna exige preservar del partidismo la lucha contra el virus»

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