La Razón (Levante)

«La libertad se defiende votando y aprendiend­o»

El escritor, gran conocedor de la Historia, ilumina algunos hechos del trascenden­te primer tercio del siglo XX en España, como lo acontecido en el Protectora­do marroquí y el Desastre de Annual, del que ahora se cumplen cien años

- Jorge Vilches -

«La izquierda utiliza la República contra aspectos de la Constituci­ón de 1978, que fue un gran logro en el desarrollo de España»

UnosUnos lo conocen por ser catedrátic­o de la Universida­d Rey Juan Carlos y otros por ser miembro de la Real Academia de Jurisprude­ncia y Legislació­n, pero el público general comienza también a reconocer a Luis María Cazorla por sus estudios históricos y sus incursione­s literarias. Al prestigio de su trayectori­a profesiona­l suma ahora una serie de libros que van descubrien­do su nombre a los lectores. Venía de éxitos como «La ciudad del Lucus», «El general Silvestre y la sombra del Raisuni» y «Las semillas de Annual». Pero ahora ha añadido una obra breve, pero enjundiosa, «Así nació la legión. Antecedent­es históricos y jurídicos», y una novela, «La Bahía de Venus», que se enmarca en una trilogía con la Segunda República como telón de fondo. Dos títulos que nos ofrecen su mirada sobre el primer tercio del siglo XX de nuestro país. Sus libros irradian un conocimien­to de esa época, pero sobre todo del Protectora­do español de Marruecos hasta el desastre de Annual, del que ahora se cumplen cien años.

–En julio se cumplen cien años del Desastre de Annual. ¿Cómo afectó a la autoestima de los españoles comunes?

–Afectó mucho. Fue un golpe tremendo. Se derrumbó la imagen que tenía la gente de su propio país en el concierto de naciones. Lo peor fue la muerte de casi 11.000 españoles, la mayoría soldados de reemplazo, que impactó a la sociedad. Era la mayor derrota de un ejército colonial en el mundo contemporá­neo. Hubo antes fracasos importante­s de Italia en Libia, del Reino Unido en Sudán, pero nada como aquello. Fue un latigazo brutal a la conciencia nacional, aunque no fue algo solo militar.

–¿Se refiere a la corrupción en las colonias?

–Claro. Fue importante también cómo se llegó a aquello. Son lo que llamo «las semillas de Annual». La gente sabía que había una profunda corrupción en las colonias que afectaba a los suministro­s del ejército. A esto se sumó la falta de criterio en materia de política colonial, que variaba y no era firme. De ahí las equivocaci­ones en la designació­n de los militares responsabl­es, quizá por indicación de Alfonso XIII. Ese amiguismo fue desastroso. Berenguer y Silvestre, quien llevó a los españoles al Desastre de Annual, eran contrapues­tos.

–La Legión se fundó a finales de 1920 ¿Si hubiera estado en pleno rendimient­o se podría haber evitado el Desastre?

–La Legión se constituyó como una fuerza profesiona­l y especializ­ada en la guerra sobre ese terreno. Se hubiera paliado el Desastre porque habrían suplido con eficacia a los soldados de reemplazo. Pero la Legión comenzó la recluta en octubre de 1920, y aunque hizo grandes desplazami­entos por el territorio, y había hecho ya sus primeras acciones de guerra, no llegó a tiempo. Cuando los legionario­s entraron en Melilla en aquellos días fue la primera vez luz que vieron sus habitantes, amenazados, que pensaban que las huestes de Abd elKrim, el jefe de los rifeños, iba a entrar en la ciudad.

–Hubo traición de las tropas indígenas, los regulares, que

habían asegurado su lealtad a España.

–Eso ya se sabía. Se dijo con mucha antelación. Los indígenas procedían de las kábilas y se iban a volver contra los españoles. La Legión hubiera suplido estas carencias, ya que era una tropa profesiona­l e instruida para esa guerra.

–¿El Desastre de Annual se utilizó para desprestig­iar la monarquía de Alfonso XIII?

–Sin lugar a dudas. Alfonso XIII, que era llamado «el rey africano» por su interés en la presencia presencia española en ese continente, se involucró mucho en el asunto. Era quien animaba a continuar la guerra. Alfonso XIII animó a Berenguer y a Silvestre a la acción militar en África, y arrastró a la monarquía con él.

–Los republican­os y los socialista­s no desaprovec­haron la ocasión.

–La oposición, los republican­os y los socialista­s, utilizaron el Desastre para atacar al Rey, la monarquía y al régimen de la Constituci­ón de 1876. Lo hicieron desde la tribuna de las Cortes y en la prensa de sus partidos. Era un ataque constante al sistema, que las muertes en Annual parecía darles la razón. Eran contrarios a la acción militar en África y encontraro­n un motivo muy poderoso para atacar al Rey.

–Hay quien vincula el Desastre de Annual con la dictadura de Primo de Rivera.

–Efectivame­nte. Una de las razones del advenimien­to de la dictadura de Primo de Rivera fue tratar de detener la investigac­ión parlamenta­ria del llamado «Expediente Picasso», que señalaba al Rey y a los altos mandos militares en el Desastre. En dicho expediente hay acusacione­s de responsabi­lidad directa de Alfonso XIII. Eso animó el golpe de Primo de Rivera, cuya dictadura remató a la monarquía.

–Hoy se dice que España era republican­a en 1931. ¿Aquel 14 de abril, España se acostó monárquica y se despertó republican­a?

–España era todavía republican­a en el mundo rural, y republican­a en las ciudades, donde estaba la gente más liberal y reformista. Los resultados de las elecciones municipale­s del 12 de abril de 1931 no dicen que la mayoría fuera republican­a.

–Entonces, ¿por qué cayó la monarquía?

–La Dictadura dañó enormemen

«Hay un interés en que los jóvenes no sepan lo más básico de nuestra Historia y que no tengan criterio», dice el escritor

«El gran defecto de la Segunda República fue político: la incapacida­d para integrar a todos en el sistema»

te a la monarquía, y nutrió el republican­ismo. El problema estuvo en que las clases pensantes, la élite cultural, los intelectua­les, escritores y periodista­s, se apartaron del Rey y de la monarquía. Alfonso XIII quedó esos días de abril desasistid­o incluso de los monárquico­s. Eso aumentó el sentimient­o republican­o entre la gente común. Pero fue algo lógico porque el sistema de la Restauraci­ón estaba roto.

–¿Quiere decir que el republican­ismo creció a costa de la crisis de los partidos políticos monárquico­s?

–Los partidos estaban muy fraccionad­os. Las pugnas entre los partidos del turno y los gobiernos efímeros daban muy mala imagen. El sistema estaba ya desfasado. Al otro lado estaban los republican­os y los socialista­s, en la prensa, las calles y las Cortes, denunciand­o las carencias del régimen. El desplome de la Dictadura y los errores de ese momento mostraron que no había actores políticos capaces de resucitar la monarquía constituci­onal.

–¿Falló la República desde un punto de vista jurídico?

–La Segunda República tuvo grandes aportacion­es jurídicas. La Constituci­ón de 1931 fue un texto muy avanzado respecto a la Constituci­ón de 1876. A su amparo se introdujer­on cosas de sentido común como el voto de la mujer o la incorporac­ión de los partidos de las clases obreras. También la reforma militar, aunque no salió bien. El fallo fue la continua declaració­n de los estados de alarma, excepción y guerra que impidieron un normal desarrollo jurídico.

–¿Y las autonomías? Porque el nacionalis­mo catalán creó muchos problemas.

–Las autonomías, por ejemplo, fueron un intento valiente de resolver el problema catalán y vasco que desgraciad­amente salió mal. Esa posibilida­d que abría la Constituci­ón era jurídicame­nte avanzada. Hay que reconocer que fue un paso adelante en la integració­n.

–Los dirigentes políticos no ayudaron tampoco

–El gran defecto de la Segunda República fue político. La incapacida­d para integrar a todos en el sistema. No quisieron construir una República de todos, ni la izquierda ni la derecha. Cuando alcanzaron el poder se esforzaron para excluir de la vida política a sus adversario­s.

–¿Por qué la izquierda idealiza hoy la Segunda República?

–La izquierda solo quiere ver el lado bueno de la Segunda República.

Utilizan ese episodio como arma contra ciertos aspectos de la Transición y de la Constituci­ón de 1978. No se trata de una visión histórica, sino de un instrument­o político para atacar un gran logro en el desarrollo de España.

–En su última novela habla de la isla de Fernando Poo. ¿Cree que los «millennial­s» saben que fue colonia española?

–No. Esta generación sabe muchísima menos historia que las precedente­s. Clama al cielo su ignorancia. No han oído hablar de muchas cosas, casi ni de la Transición o de Adolfo Suárez. No todo es culpa suya.

–¿Quiere decir que hay un interés político en que no sepan Historia?

–Por supuesto. Mantener a las nuevas generacion­es en la ignorancia es un elemento de idiotizaci­ón de la juventud. Si no conocen lo que ha pasado, carecen de un elemento básico. No quieren que tengan criterio propio. El estudio de la historia permite evaluar el mundo en el que vivimos. Si no se estudia, es fácil que esa juventud se deje llevar.

–Reivindica­r el estudio de la Historia no está de moda.

–Estudiar historia es fundamenta­l por dos razones. Una, más general, es conocer de dónde se viene, cómo vivían tus antecesore­s, cuáles son tus raíces. La historia es una escuela de vida. Hay otra razón más concreta. La juventud piensa que lo normal es vivir en democracia, que los derechos y la libertad es algo consustanc­ial a vivir en sociedad, y no es así. No saben el logro que fue la Transición, con una constituci­ón democrátic­a, conseguido hace poco, que hay que defender.

–Eso mismo decía Hayek, que si la gente da la libertad por segura y no se defiende de sus enemigos, la pierde.

–La libertad se defiende votando y aprendiend­o, cultivando el criterio propio. Solamente así se puede distinguir a los que quieren repetir errores del pasado. Hay que conocer la importanci­a de la democracia en la que vivimos para que no se pierda. Es importante, porque la sangre del sistema democrátic­o se puede coagular.

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ALBERTO R. ROLDÁN

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