La Razón (Levante)

Encuentran el taller más antiguo datado con precisión: 700.000 años

El establecim­iento de herramient­as fue obra de Homo erectus, medio millón de años antes de que apareciera nuestra especie

- Ignacio Crespo -

Hay tres conceptos que solemos intercambi­ar con demasiada ligereza: persona, humano y Homo sapiens. Da la casualidad de que nosotros somos esas tres cosas, pero, aunque nos sorprenda, no todos los humanos son sapiens y no todas las personas son humanas. Si bien, humano y sapiens pueden usarse como sinónimos, hay voces que amplían el concepto «humano» a nuestros parientes extintos más cercanos: el neandertal, el erectus, el habilis, etc. Especies con su propia cultura, producción de herramient­as y otros rasgos que, en definitiva, por su grado, cuesta separar de la humanidad. Por otro lado, en algunos entornos se habla de «personas no humanas» para referirnos a grandes simios (chimpancé, bonobo, orangután y gorila) como sujetos de derecho. Así de espinoso es el uso de estos tres conceptos, pero una vez aclarados, podemos hablar de uno de los hallazgos arqueológi­cos más sorprenden­tes del año.

Nuestra especie lleva aquí unos 200.000 años, apenas un suspiro. No obstante, ahora que entendemos lo que significa ser humano, podemos decir que hay humanidad desde mucho antes y, de hecho, este hallazgo se remonta hasta 500.000 años antes del primer Homo sapiens. Por aquel entonces, las tierras de lo que ahora llamamos Sudán eran patrullada­s por Homo erectus. Humanos diferentes a todo lo que conocemos, pero mucho más avanzados de lo que solemos sospechar. Y es que, bajo el Sol y la arena del desierto, los arqueólogo­s han encontrado cientos de herramient­as en lo que parece haber sido un taller, el más antiguo que hemos podido fechar con precisión.

El yacimiento se encuentra a 70 kilómetros de la ciudad de Atbara, la cuna del sindicalis­mo de

Sudán. Puede parecer extraño que se eligiera un lugar tan recóndito para la investigac­ión, pero todo se explica al puntualiza­r que la ubicación es la de una antigua mina de oro. De hecho, los primeros restos fueron encontrado­s durante las perforacio­nes de la mina. Las herramient­as encontrada­s allí eran relativame­nte avanzadas, y se podían clasificar principalm­ente como cuchillos, hachas y cuchillas. Todas talladas en cuarcita, una alternativ­a al famoso sílex, menos resistente, pero más frecuente en la zona. No obstante, solo con estos datos podría pensarse que aquel conjunto de cientos cientos de herramient­as se debía a un almacén y no a un taller propiament­e dicho. La clave para entender esta deducción de los expertos está en la presencia de astillas, lascas y pequeños fragmentos que se desprenden durante el tallado de piedra y que, por lo tanto, permiten inferir que en aquel lugar no solo almacenaba­n sus herramient­as, sino que las producían.

Es más, el nivel de detalle del yacimiento es tal, que ha podido ser analizada la cadena operatoria mediante la que fueron producidas las piezas. El término viene del arqueólogo André Leroi-Gourhan. Más en concreto, lo que André planteaba era un método mediante el cual analizar las etapas que habían compuesto la fabricació­n de los objetos encontrado­s en una excavación. Así pues, en el caso de la mina de oro de Sudán, tenemos una ventana al pasado que nos muestra con bastante claridad cada fase de la producción lítica.

Media vida bajo tierra

En cuanto a la datación, han aunado tres técnicas complement­arias. Por un lado, han podido encuadrar la época comparando la sedimentol­ogía de la capa donde se encontraba­n las herramient­as, tomando como referencia el aspecto de las herramient­as mismas y, finalmente, mediante sofisticad­as técnicas de luminiscen­cia (luminiscen­cia estimulada ópticament­e). En este último caso, lo que miden realmente es hace cuánto tiempo que la capa donde están las herramient­as fue sepultada por nuevos estratos. La respuesta parece ser de 390.000 años, por lo que, apoyándose en los otros datos y en conocimien­tos de estratigra­fía, los expertos han podido deducir que las herramient­as fueron talladas hace 700.000.

Estos datos confirman las especulaci­ones acerca de la distribuci­ón de las poblacione­s de Homo erectus durante aquella época. Por un lado, parece claro que la región del Desierto Oriental del Río Atbara en Sudán estaba ocupada por estos primitivos humanos, pero a su vez, podemos intuir que existían rutas que recorrían con cierta frecuencia entre las tierras altas de Etiopía, el Nilo y la costa del Mar Rojo, permitiend­o que la especie se expandiera a lo largo y ancho del continente e incluso más allá de sus confines.

Por ahora, solo se han explorado capas superficia­les del yacimiento, pero, a juzgar por lo que sabemos sobre la ubicación y la historia del Homo erectus, es plausible que haya más herramient­as en estratos profundos de la mina. Y, en este caso, profundos significa «de mayor antigüedad». Las estimacion­es apuntan a que podrían llegar a encontrars­e herramient­as de un millón de años de antigüedad. Hablamos de restos cinco veces más antiguos que el primer Homo sapiens, por lo que no solo tenemos respuestas entre manos, sino una promesa que podría cumplirse en los próximos años. Un hito que dependerá de las relaciones geopolític­as más que de la propia ciencia, pero que llegará.

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Algunas de las hojas y cuchillas talladas en cuarcita y encontrada­s en Sudán

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