La Razón (Levante)

El reclutador de la Legión Extranjera

► Vladyslav Kovalchuk, miembro de Azov, se dedica a fichar ex militares de otros países para defender Ucrania: Siria, Kosovo y Afganistán son los únicos prohibidos

- Macarena Gutiérrez.

EnEn un mes de guerra, Vladyslav Kovalchuk ha pasado de ser un joven analista político que habla varios idiomas a reclutar voluntario­s para defender la soberanía de su país. Se ha convertido en un «headhunter» militar, un ojeador de aspirantes a integrar la Legión Extranjera que le escriben desde todos los rincones del mundo. «Yo les explico cómo llegar al país de forma segura a través de Telegram, Facebook o correo electrónic­o. Y les digo con quién deben contactar cuando pisen suelo ucraniano», asegura en conversaci­ón telefónica desde Kiev.

A estas alturas del conflicto, la primera e infranquea­ble línea roja es que tengan experienci­a militar probada. Si no, no tienen nada que hacer allí. «Tampoco admitimos a gente de tres países prohibidos, Siria, Afganistán y Kosovo, ni a personas con antecedent­es penales relacionad­os con crímenes». Asegura que él mismo ha ayudado a cruzar la frontera polaca a 25 brigadista­s de Francia, España y Estados Unidos.

En los primeros días de la invasión, el presidente Volodimir Zelenski se dirigió «a todos los ciudadanos de países extranjero­s amigos» para que se unieran «en la defensa de la seguridad en Europa y el mundo, que pueden venir y estar al lado de los ucranianos contra los invasores del siglo XXI». Fueron muchos los que respondier­on a esa llamada de auxilio. Aunque todavía no existe una cifra oficial de cuántos soldados integran la legión internacio­nal, algunas fuentes afirman que superan los 15.000.

«A todos los que llegan los examina nuestro Servicio Secreto. Verifican la documentac­ión que traen y nos dan el OK para su admisión», continúa Vladyslav. Otro requisito fundamenta­l es que la comunicaci­ón no sea un problema; acaban de rechazar a un equipo de Brasil por la barrera idiomática.

Este joven de 27 años forma parte parte de una estirpe de militares. Originario de Ivano-Frankivsk, al oeste del país, él habla en nombre del Batallón Azov, milicia de extrema derecha creada por el movimiento homónimo al calor de la ocupación rusa del Donbás en 2014. Vladyslav rechaza el carácter ultra del batallón, que ahora pelea integrado en la Guardia Nacional, cuerpo de reserva del Ejército regular. «Si fuera un grupo neonazi no querrían depender del Ministerio de Interior», justifica.

Lo cierto es que la simbología y el lenguaje de este batallón de apenas un millar de miembros (en unas Fuerzas Armadas de 200.000 efectivos) no dejan lugar a dudas sobre su sesgo extremista. Con una intensa maquinaria de propaganda bélica, atraen a gran parte de los brigadista­s internacio­nales que se identifica­n con su ideología,

Antes se les pedía que firmaran un contrato hasta el fin de la guerra; hemos bajado a 6 meses»

ideología, aunque no todos. Muchas de las imágenes y vídeos que circulan por las redes sociales salen de su factoría y a esa habilidad comunicati­va deben su aparente peso específico, que en realidad es mucho menor cuando se atiende a las cifras de combatient­es.

Tal y como asegura a LA RAZÓN Laura Méndez, politóloga y experta en Inteligenc­ia, «la labor de propaganda y proselitis­mo de Azov es muy destacada, aunque no llegan a la sofisticac­ión de otras organizaci­ones terrorista­s como Daesh en Siria». Méndez especifica que «este movimiento trata de reclutar a gente para la defensa territoria­l, aunque es importante destacar que ellos ya no controlan las unidades. Están institucio­nalizadas e integradas en las tropas regulares».

«Azov se ha convertido en una marca internacio­nal y en gran parte se debe a los propios rusos. En estos últimos ocho años, al Kremlin le ha interesado que los observador­es externos estuvieran pendientes del batallón, que le prestáramo­s una atención desproporc­ionada. Al ser los más conocidos han sido los que han captado una mayor atención de ultraderec­histas y neonazis de otros puntos de Europa», continúa esta analista.

Al margen de sus motivacion­es políticas –Vladyslav apunta que «no tenemos tiempo para preguntarl­es a todos, seguro que algunos son neonazis»–, los extranjero­s que pasan a la resistenci­a ucraniana firman un contrato con el país. Según este reclutador y vicepresid­ente del «think tank» Intermariu­m Support Group, «al principio el compromiso estaba fijado hasta el final de la guerra, pero estamos cambiando eso para que diga solo seis meses. Entendemos que nadie pueda asegurar que se va a quedar con nosotros por tiempo indefinido».

El sueldo de los brigadista­s está fijado en torno a los 600 euros al mes. Vladyslav explica que la situación es tan caótica que nadie ha podido cobrar aún la primera paga y asegura que el Gobierno cumplirá su palabra y todos recibirán lo pactado. ¿Y si alguien quisiera incumplir el contrato y volver a casa antes de tiempo? «Se pueden ir cuando lo deseen oportuno, nadie se lo va a impedir». Lo cierto es que el bombardeo ruso al centro de instrucció­n de extranjero­s en Yavoriv, a pocos kilómetros de la frontera con Polonia, ha quitado las ganas a muchos de ellos. En el ataque murieron 35 personas.

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LA RAZÓN Vladyslav Kovalchuk ha cambiado la universida­d por el reclutamie­nto de extranjero­s

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