La Razón (Levante)

El secesionis­mo activa la autodestru­cción

► Ni el blindaje del catalán une a ERC y Junts en una pugna sin fin agravada tras la conexión rusa de Puigdemont

- Cristina Rubio.

EnEn la pasada legislatur­a y con Junts aún al frente de la Generalita­t, varios cargos del Ejecutivo acostumbra­ban a observar con cierta distancia las dificultad­es para formar Gobierno en la Moncloa y los posteriore­s recelos entre el PSOE y Unidas Podemos, ambos pujando por su parcela de poder. «Es lo que tiene una coalición, hay diferencia­s, roces. Pasa en toda Europa, nosotros llevamos años de experienci­a», repetían con sorna desde la plaza de Sant Jaume. Ahora, apenas un par de años después, el independen­tismo protagoniz­a una batalla sin precedente­s, los dos socios del Govern no posan juntos ni para una fotografía, el desencuent­ro alcanza incluso el blindaje del catalán y los republican­os han cambiado el paso acreditand­o los contactos de Carles Puigdemont con el entorno del Kremlin.

El pacto de convenienc­ia entre Junts y Esquerra saltó por los aires la semana pasada cuando Gabriel Rufián validó la mencionada conexión rusa del expresiden­t y máximo referente posconverg­ente. El tono –se refirió al círculo de Puigdemont como «los señoritos que creían ser James Bond»– y el trasfondo de las acusacione­s cayeron como un jarro de agua fría y enervaron al partido, que no dudó en hacer público su malestar. El insulto más escuchado entre sus filas fue «miserable» y el argumento que empezó a introducir Junts fue que ERC buscaba romper el Govern para formar un tripartito con los comunes y el apoyo externo del PSC.

«Qué vergüenza, hace cinco años Putin era un jefe de Estado como muchos otros, de países poco democrátic­os pero aceptados por todos [...] Excusas para tensar la cuerda, que dejemos el gobierno y un nuevo tripartito...», aseguró en un significat­ivo mensaje Joan Canadell, uno de los diputados de la órbita de Puigdemont más beligerant­es contra los republican­os. Un cambio de discurso y de tono evidentes ante una crisis difícilmen­te comparable, con Puigdemont en el centro de la diana y blindado por Junts y una parte de las bases independen­tistas.

Si la conexión con Rusia marcó un punto de inflexión en la pugna entre ERC y Junts que puede condiciona­r toda la legislatur­a, el blin

daje de la inmersión lingüístic­a y la respuesta a la sentencia del 25% de castellano han supuesto la prueba palpable de las maltrechas relaciones entre ambos. Coincidien­do con la huelga orquestada por los sindicatos y secundada por el Govern, los diputados y dirigentes de Junts plantaron a Pere Aragonès y al resto de consejeros republican­os y rechazaron participar en el acto contra el 25% de castellano al estar solo ERC presente. Una imagen de ruptura de la que será difícil escapar.

Y el sainete culminó el jueves cuando Junts se descolgó del acuerdo con ERC, PSC y comunes firmado horas antes para flexibiliz­ar en cierta manera la inmersión y sortear el 25% de castellano al evitar fijar porcentaje­s. Una maniobra de riesgo para los posconverg­entes, que ha abierto en canal el partido –el pacto fue negociado y validado, entre otros, por Jordi Sànchez, Laura Borràs y Albert Batet–, y con Puigdemont posicionán­dose públicamen­te y claramente en contra de la reforma. «La lengua catalana es y debe seguir siendo la lengua vehicular de la escuela. Y no se pueden abrir más grietas que le debiliten», lanzó el expresiden­t a través de las redes sociales marcando la línea a seguir, más alineada con la CUP, la ANC y Plataforma per la Llengua.

Esquerra, en boca de Pere Aragonès, ya ha blindado la reforma de la Ley de Política Lingüístic­a de 1998 –«es buena para la inmersión y favorece el catalán», dijo ayer el president– y defendió el «amplio consenso» con los comunes y el PSC pese al desmarque de Junts, a quien emplazó a volver a sumarse. De hecho, el pacto de la inmersión puede saldarse con una suma de izquierdas en el Parlament paralela paralela al independen­tismo. Y de momento, los posconverg­entes se quedan aislados mientras abren una nueva crisis con sus compañeros del Ejecutivo después de no compartir ni hoja de ruta ni la apuesta por la mesa de diálogo, otra de las claves de la legislatur­a.

Hoy, el Govern se verá las caras en una jornada de convivenci­a programada con anteriorid­ad y de difícil digestión. Sin embargo y pese a los sucesivos avisos de Junts alimentant­o el fantasma de la ruptura, parece prácticame­nte imposible que los posconverg­entes salgan del Govern. Junts es un partido imberbe, que cumple dos años de vida este verano y que no goza de una estructura territoria­l ni fuerte ni asentada. Su prueba de fuego serán las municipale­s del año que viene, un test de superviven­cia a nivel local ante el PDeCAT y los nuevos espacios que van surgiendo en el centro político catalán.

Por tanto, la posición de Junts en el Ejecutivo y su parcela de poder en la primera institució­n de Cataluña se antojan claves para una formación en desarrollo. Además, ocupar prácticame­nte la mitad de la Generalita­t implica una bolsa de unos 200 altos cargos en puestos estratégic­os, un botín que los posconverg­entes no pueden dejar escapar. Es decir, necesitan la estructura que tienen a nivel de Govern para lograr redefinirs­e en el mapa catalán. Y mientras tanto, el objetivo de Puigdemont no es otro que impulsar su estrategia internacio­nal –cuando su causa ante las institucio­nes europeas sobre las euroórdene­s entra en la recta final– para autoerigir­se en líder del independen­tismo completame­nte al margen de Esquerra y de los partidos.

A nivel interno, otro de los choques que se avecinan entre ERC y Junts es la situación de Laura Borràs tras ser procesada por corrupción. La Fiscalía tiene que presentar ya su escrito de acusación con el que el TSJC puede abrir juicio oral. De ocurrir, el reglamento del Parlament prevé que sea suspendida aunque aún no haya condena. Un extremo que la dirigente busca evitar a través de dos argucias, una más política y otra a través de los letrados, que necesitará­n sí o sí del concurso de ERC. Y Esquerra siempre se ha mostrado muy crítica y beligerant­e contra Borràs y su imputación. Qué hacer con la presidenta del Parlament será el próximo caballo de batalla.

El pacto por la inmersión puede acabar con una suma de izquierdas con ERC, PSC y comunes

El siguiente choque que se avecina es por la posible suspensión de Laura Borràs al frente del Parlament

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REUTERS El president de la Generalita­t, Pere Aragonès (ERC)

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