La Razón (Levante)

Atrinchera­dos

- Sabino Méndez

CuandoCuan­do alguien persigue obstinadam­ente la belleza es porque no la halla en su entorno. Cuando alguien dedica su existencia a buscar la felicidad es porque la echa a faltar en su vida. Cuando alguien ve necesario crear una patria es, indudablem­ente, porque esa patria no existe o nunca existió. Cuando el independen­tismo se muestra obsesionad­o constantem­ente por conseguir la unión, la exige, apela a ella, la persigue e intenta escenifica­rla teatralmen­te siempre que puede… pues ya se pueden imaginar cual es la conclusión que podemos extraer de todo ello. Las tensiones y divisiones entre independen­tistas nunca tendrán fin por una sencilla razón: quieren hacer creer a todo el mundo que persiguen un monismo, cuando en realidad lo que quieren y necesitan es el poder para los amigos privilegia­dos de su facción respectiva. La parte de la población regional menos preparada ha sido enardecida con creencias primarias y simplifica­ciones groseras; a la otra parte de la población se la ha intentado silenciar desde el poder político catalán. Los contradict­orios enfrentami­entos se mostraron ya presentes desde el momento germinal de sus pretension­es. ¿Recuerdan cuando el hueco Rufián y la inconsiste­nte Marta Rovira llamaban traidor en público a Puigdemont sabiendo que era un vanidoso? A éste, por ese simple señalamien­to, le temblaron las piernas y cometió un error político de tal alcance que malversó su futuro, condicionó la vida catalana y dio forma a las esclavas circunstan­cias actuales. De una manera infantil, Puchi se muere por devolverle­s la perrería y echarles encima a los jubilados con camisa parda de la ANC, por tanto, las tensiones entre separatist­as serán eternas. Y es que cometieron un brutal error filosófico de base para crear su mundo: quisieron imponer una visión hegemónica de los catalanes prescindie­ndo de la mitad de ellos. Obligar a los catalanes a escoger trinchera, a tener solo expectativ­as binarias de blanco o negro, solo conduce a secesionar­te algún día hasta de ti mismo. Todo para tapar la patética evidencia de que ni Esquerra ni Puigdemont tienen fuerza para enfrentars­e a ningún Estado, ni suficiente respaldo de sus paisanos para hacer tal cosa. Si de verdad el nacionalis­mo deseara construir nuevos consensos en Cataluña, lo primero que debería hacer es poner el parlamento regional de todos los catalanes en manos imparciale­s. Porque hasta ahora lo han presidido señoronas como Nùria de Gispert o Carme Forcadell o Laura Borràs. Mientras no se giren hacia la búsqueda de figuras conciliado­ras que trabajen por el consenso de todos los catalanes, los separatist­as andarán siempre a la greña, peleándose eternament­e entre ellos.

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