Atrincherados
CuandoCuando alguien persigue obstinadamente la belleza es porque no la halla en su entorno. Cuando alguien dedica su existencia a buscar la felicidad es porque la echa a faltar en su vida. Cuando alguien ve necesario crear una patria es, indudablemente, porque esa patria no existe o nunca existió. Cuando el independentismo se muestra obsesionado constantemente por conseguir la unión, la exige, apela a ella, la persigue e intenta escenificarla teatralmente siempre que puede… pues ya se pueden imaginar cual es la conclusión que podemos extraer de todo ello. Las tensiones y divisiones entre independentistas nunca tendrán fin por una sencilla razón: quieren hacer creer a todo el mundo que persiguen un monismo, cuando en realidad lo que quieren y necesitan es el poder para los amigos privilegiados de su facción respectiva. La parte de la población regional menos preparada ha sido enardecida con creencias primarias y simplificaciones groseras; a la otra parte de la población se la ha intentado silenciar desde el poder político catalán. Los contradictorios enfrentamientos se mostraron ya presentes desde el momento germinal de sus pretensiones. ¿Recuerdan cuando el hueco Rufián y la inconsistente Marta Rovira llamaban traidor en público a Puigdemont sabiendo que era un vanidoso? A éste, por ese simple señalamiento, le temblaron las piernas y cometió un error político de tal alcance que malversó su futuro, condicionó la vida catalana y dio forma a las esclavas circunstancias actuales. De una manera infantil, Puchi se muere por devolverles la perrería y echarles encima a los jubilados con camisa parda de la ANC, por tanto, las tensiones entre separatistas serán eternas. Y es que cometieron un brutal error filosófico de base para crear su mundo: quisieron imponer una visión hegemónica de los catalanes prescindiendo de la mitad de ellos. Obligar a los catalanes a escoger trinchera, a tener solo expectativas binarias de blanco o negro, solo conduce a secesionarte algún día hasta de ti mismo. Todo para tapar la patética evidencia de que ni Esquerra ni Puigdemont tienen fuerza para enfrentarse a ningún Estado, ni suficiente respaldo de sus paisanos para hacer tal cosa. Si de verdad el nacionalismo deseara construir nuevos consensos en Cataluña, lo primero que debería hacer es poner el parlamento regional de todos los catalanes en manos imparciales. Porque hasta ahora lo han presidido señoronas como Nùria de Gispert o Carme Forcadell o Laura Borràs. Mientras no se giren hacia la búsqueda de figuras conciliadoras que trabajen por el consenso de todos los catalanes, los separatistas andarán siempre a la greña, peleándose eternamente entre ellos.