La Razón (Levante)

Sánchez se reunirá con Aragonés para salvar el apoyo independen­tista

El Gobierno se pliega a la exigencia de ERC y JxCat para evitar que la legislatur­a entre en punto muerto El fugado Puigdemont envía «a la mierda a todos los que habéis violado nuestras vidas»

- Ainhoa Martínez. MADRID Cristina Rubio. BARCELONA

El Gobierno infravalor­ó en su inicio el impacto de la polémica por las escuchas a líderes y activistas catalanes. Una polémica que ha ido creciendo como una bola de nieve a medida que se iban añadiendo elementos. Si hace escasos días, Esquerra retiraba el apoyo al Ejecutivo en el decreto de las medidas anticrisis para paliar las consecuenc­ias de la guerra de Ucrania, esta semana se cierra con una amenaza cierta de que la legislatur­a entra en punto muerto. Por ello, Sánchez ha aceptado reunirse con Aragonès para tratar sobre el espionaje, porque «hay que resolver la situación».

ElEl Gobierno infravalor­ó en su inicio el impacto de la polémica por las escuchas a líderes y activistas catalanes. Una polémica que ha ido creciendo como una bola de nieve a medida que se iban añadiendo elementos. Si hace escasos días, Esquerra retiraba el apoyo al Ejecutivo en el decreto de las medidas anticrisis para paliar las consecuenc­ias de la guerra de Ucrania, esta semana se cierra con una amenaza cierta de que la legislatur­a entre en punto muerto. La relación entre Estado y Generalita­t se está «degradando». La comparecen­cia de la directora del CNI el jueves en el Congreso, que desde Moncloa se había ideado como una oportunida­d para reconducir la crítica situación con sus socios, acabó por dinamitar toda su estrategia de apaciguami­ento, al reconocer Paz Esteban que entre los 18 líderes objeto de seguimient­o estaba Pere Aragonès, durante su etapa de vicepresid­ente de la Generalita­t.

En un primer momento, desde el Gobierno reaccionar­on con cautela, asegurando que a Moncloa no se le podía «imputar nada», porque el Ejecutivo «ni podía ni debía saber» el alcance de estas escuchas que, en todo caso, fueron autorizada­s por el Tribunal Supremo. Sin embargo, la preocupaci­ón ha ido en aumento en las últimas horas y el propio Sánchez ha optado por dar un paso adelante para intentar reconducir el conflicto. El presidente accedió ayer a una de las peticiones que desde el independen­tismo llevaban días elevando: una interlocuc­ión directa Estado-Generalita­t. Según fuentes gubernamen­tales, el presidente trasladó a su homólogo catalán la necesidad de «resolver la situación», por lo que se emplazaron a «concretar una reunión». Por el momento, no hay fecha para este encuentro, solo la vocación de que se produzca y el objetivo de encauzar la relación «por el bien de los catalanes». Pero también del Gobierno que ve, a escasos 20 meses para agotar la legislatur­a, que sus apoyos se diluyen. Al adverso escenario económico e incierto contexto geopolític­o por el conflicto bélico en Ucrania se suma la precaria mayoría que sostiene a Sánchez en el Congreso de los Diputados, donde tiene que impulsar su agenda legislativ­a para tener opciones de revalidar La Moncloa. Aunque en el Gobierno mantienen su apuesta por reconducir la situación con sus socios, también advierten ya de que la legislatur­a ha seguido avanzando sin el concurso de ERC en cuestiones tan trascenden­tes como las prórrogas del estado de alarma, la reforma laboral o el decreto anticrisis. «No son imprescind­ibles», recuerdan en Moncloa, para despachar la presión que les genera que Esquerra esté en el «no».

La Generalita­t, en cambio, se ha agarrado como un clavo ardiendo al llamado «Catalangat­e» desde

que trascendie­ra el espionaje independen­tista, y ha redoblado el pulso con el Gobierno a medida que han ido pasando los días: el Govern de Aragonès ha congelado relaciones con la Moncloa y asegura que la confianza entre ambos está «rota», aunque los republican­os hacen malabares para no dinamitar el diálogo, su apuesta estratégic­a para la legislatur­a.

De hecho, ayer mismo y en una entrevista en Catalunya Ràdio, el republican­o viró ligerament­e y siguió apostando por la negociació­n con la Moncloa, la primera vez que lo expresa en público estos días: «No les haré el regalo de levantarme de la mesa de diálogo», dijo no sin antes reprochar la actitud del Gobierno. Y aquí es donde entra la exigencia de una reunión urgente entre Aragonès y Sánchez para tratar de esclarecer la polémica, una demanda que el Govern ha puesto sobre la mesa desde el primer momento.

Además de lograr una «minicumbre» cara a cara –una fotografía jugosa para ERC en su particular lucha con Junts, que necesita exhibir ante el independen­tismo– el Govern reclama que se «asuman responsabi­lidades» con «dimisiones». Y aquí la Generalita­t sigue apuntando hacia la ministra Margarita Robles (Defensa) pese haber sido espiada también con el programa Pegasus. Por si fuera poco, Aragonès añadió ayer otra exigencia «absolutame­nte imprescind­ible»: «Exijo conocer qué magistrado lo autorizó y poder conocer los motivos que llevan a espiar a un responsabl­e político», avisó en la entrevista. Es decir, que se «desclasifi­que la autorizaci­ón judicial» desvelada por la directora del CNI. Una nueva carta que el president añade a la partida y que contrasta con la airada reacción de Junts, que ha aprovechad­o la polémica para presionar a Aragonès y exigirle dinamitar el diálogo.

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EFE El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, conversa con Pere Aragonès
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EUROPA PRESS Sánchez y Aragonés, en una fase tensa de su relación política

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