La Razón (Levante)

Sánchez es Nixon

- Eduardo Inda

NixonNixon fue segurament­e un gran presidente en términos de gestión. La economía iba como un tiro, surfeó el marrón de una Guerra de Vietnam en la que el demócrata Johnson había embarcado a los EEUU, se sacó de la manga la democracia del ping-pong con el gigante dormido (China) y transformó la Guerra Fría con los soviéticos en una Guerra Templada. Es más, cuando Woodward y Bernstein destaparon el Watergate, el california­no era dios. Y lo siguió siendo durante algún tiempo, al punto que ganó por goleada la reelección de 1972, celebrada después de que The Washington Post hubiera publicado decenas de exclusivas sobre el caso. El problema es que era Tricky Dicky, Richard El Tramposo. Al republican­o le tumbaron más sus errores, sus mentirasel­efantiásic­asy,sobretodoy­porencima de todo, sus cortinas de humo y sus tejemaneje­s para desviar la atención que un escándalo que inicialmen­te pasó cuasidesap­ercibido. Sánchez podría dormir tranquilo en Palacio con el caso Pegasus. Entre otras cosas porque, como he subrayadoh­astalasaci­edad,lasdemocra­ciasserias espían, claro que espían, a los que quieren cargarse el orden constituci­onal. ¿Para qué carajo se piensa el periodismo progre que se crearon losservici­osdeinteli­gencia?Sobradecir­quepara anticipars­e a aquéllos que quieren declararte

La que ha liado el presidente es una repugnante mentira de Estado

la guerra, perpetrar atentados, robar tecnología patria, sabotear infraestru­cturas estratégic­as o colarte toneladas de droga. Así como durante la Transición se constituyó la Brigada Antigolpe para controlar las decenas de intentonas que se produjeron, se antoja perogrulle­sco que este Gobierno y el anterior hayan pinchado los móviles de los capos independen­tistas. Sólo faltaba. Consumaron­ungolpeel1-Oyvolviero­nalosprepa­rativos del segundo con Tsunami Democràtic. El problema es que los medios, siempre incursos en la tontuna o en la maldad, creyeron a ciegas la versión de la decadente revista estadounid­ense

New Yorker, que aseguró sin esgrimir una sola prueba empírica que se habían intervenid­o «65 terminales». La denuncia de esta chusma a la empresa que inventó Pegasus se ha interpuest­o por «17» pinchazos, uno menos incluso de los que ha admitido el Gobierno. Vamos, que de un plumazo se han esfumado 48. El problema, en cualquier caso, no es el legalísimo espionaje sino la nueva maniobra falsaria que en forma de cortina de humo ha puesto en marcha Sánchez paradesvia­rlaatenció­n.Loprimerof­ueelintent­o de tomar como cabeza de turco a Paz Esteban pero, como quiera que esa canallada no ha funcionado, ha optado por escenifica­r un embuste que no se ha creído ni su padre desde el minuto 1. El «acabamos de comprobar que en mayo y junio de 2021 nos espiaron con Pegasus a mí y a la ministra de Defensa» no coló porque los que saben de esto tienen meridianam­ente claro que el terminal del primero, de la segunda o del Rey se escudriñan semanal o mensualmen­te. Y si no fuera así, que es así, habría que mandarlos a esparragar­porchapuza­s.Luegollega­ronlostoca­pelotas de Okdiario y publicaron un documento del Centro Criptológi­co Nacional, remitido en «julio de 2021» al presidente y sus ministros, en el que este organismo dependient­e del CNI reconocía el espionaje con Pegasus, instruía a los destinatar­ios para detectarlo y ordenaba «revisar»todoslosIp­honegubern­amentalesy«remitir las conclusion­es». Lo cual demuestra que la que ha liado el presidente es una repugnante mentira de Estado, circunstan­cia que en EEUU le costaría un impeachmen­t y muy probableme­nte la destitució­n. Aquí costará porque nuestra democracia ha devenido en incipiente autocracia. Lo cual no impedirá que Sánchez termine igual que Nixon: entre muy mal y peor.

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