La Razón (Levante)

El Rodamón: sintonía viajera, proximidad gastrónoma

► El maridaje entre la influencia culinaria viajera y la cercanía del servicio se conjugan en este enclave gastronómi­co del barrio de Ruzafa

- Tino Carranava.

La visita al restaurant­e El Rodamón (C/ Sueca, 47) tiene un efecto antiestrés, ansiolític­o y antidepres­ivo. No son cuentos. En este caso, la intensidad es lo de menos pero sí importa, y mucho, la regularida­d y la constancia. La armonía de sabores es el leitmotiv del viaje gustativo que nos proponen. La sinergia entre las diferentes cocinas del mundo y el restaurant­e de mercado funciona. Y lo hace en ambas direccione­s. Un paseo por la barra y los dos comedores permite comprobar cómo los clientes proponen cotidianam­ente su investidur­a universal.

La carta es clara y meditada, como un viaje culinario estimulado donde la variedad se convierte en el tributo más valorado. La visita a este local se convierte en un rito de paso. Saben hacer del maridaje cotidiano un signo de identidad propio. La carta describe a grandes rasgos la universali­dad de la cocina de este restaurant­e. Se atreven con todo. Cocina de accesibili­dad impensada. Gastronomí­a abierta pero exacta. El acertado dominio del cómo, el cuándo y el cuánto se observa hasta en los menús semanales para todos los gustos y bolsillos.

Se recomienda empezar con las entradas Tigre y Dragón: «Rollito de Pato Pekín», «Gyoza de gamba y shiitake», «Temaki de cangrejo crujiente», seguir con las croquetas de queso, buñuelos, la ensaladill­a con bonito, el pulpo plancha y crema de patata, un turrón de foie y un steak tartar, sin olvidar las ensaladas, con un surtido homenaje: de vieira y maíz crujiente o de salmón marinado. Para finalizar, contraer los músculos y pasar al maravillos­o mundo de los postres con un «semifrío de baileys y helado de café» y un «coulant» de chocolate y galleta lotto. Merecen la pena. Los fantástico­s postres caseros no pueden someterse a la dictadura del instante.

Una y otra vez, el vibrante estribillo de la carta no implica dependenci­a. Y puede afirmarse con rotundidad, porque convive con conseguido­s platos de carnes y pescados sin estridenci­as para el comensal más exigente. La ubicuidad de los obligados arroces y fideuás también es motivo de quietud. Sin menguar su popularida­d, no debemos olvidar mencionar la versión peculiar de las clásicas patatas bravas. Hay motivo.

Dos credos convergen en la cocina de El Rodamón, una gastronomí­a que combina ritos mediterrán­eos, franceses, orientales y un peregrinaj­e exitoso por la cocina de medio mundo fiel al sagrado producto de cercanía. Dando lugar a una singular restauraci­ón donde la calidad no está reñida con el precio.

La sobremesa se convierte en un heraldo continuado de estímulos permanente­s bajo las propuestas culinarias de Javier Rodríguez Soria. Nos quedamos con una certeza indiscutib­le, el cliente que se ponga en suerte disfrutará. El maridaje permanente entre la sintonía viajera y la proximidad gourmet se consolida con la sabiduría sumiller macerada por los consejos de Adrián Tigau que nos aportan un plus para poder sobrevivir a la amplia carta. La practicida­d e intuición hermanadas en tiempo real por Marin Mihaila y el equipo de sala funcionan funcionan como catalizado­res de sobremesas universale­s.

Ante cualquier duda, una recopilaci­ón de sabios consejos del servicio sintetizan la carta y se convierten en un auténtico tutorial de buen gusto. La bodega simula una radiografí­a vitiviníco­la nacional e internacio­nal con vinos (des)conocidos como compañeros de viaje. Un libro de ruta por todas las DEO. Vinos de pago, homenajes al tanino, añadas tradiciona­les, novedades locales, cercanas y extranjera­s. Ya se sabe el mundo de las varietales tiene sus límites pero el de las bodegas es ilimitado. Fiel a su cita, la sobremesa puede ampliarse con una carta de ginebras y espirituos­os. Si queremos distendern­os podemos saborear unos particular­es cafés y gin tonics. Tienen vocación de coctelería, con un inquieto «bartender», El Gran «Berni» capaz de alterar (subir) el ánimo. Aunque es necesario dar carpetazo al feliz encuentro, el curso serpentean­te de la sobremesa nos lleva a vivir un sorprenden­te brindis alambicado. No sabemos si el tardeo será una forma de dominación hostelera o un hábito crucial (a) temporal. Pero una cosa esta clara. Sea como fuere la coctelería está bien viva también en este establecim­iento y avanza con credencial­es vitales como acontecimi­ento reposado de incuestion­able calidad. Hasta su peculiar terraza retrata con una clarividen­cia inusual el triunfo del tardeo.

Allí donde se vive una sobremesa feliz uno debe compromete­rse a pronunciar­se, y no hacerlo supone una forma de complicida­d con el olvido. El cliente, anémico de oportunida­des culinarias equilibrad­as en Ruzafa, tiene aquí una gran oportunida­d donde la originalid­ad concertada de sus propuestas se hermana con la calidad del producto. El Rodamón: sintonía viajera, proximidad gastrónoma.

La carta es clara y meditada donde la variedad se convierte en el tributo más valorado

La sinergia entre las diferentes cocinas del mundo y el restaurant­e de mercado funciona

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LA RAZÓN Rollito de Pato Pekín
 ?? ?? Ensalada de vieira con crujiente de maíz tostado
Ensalada de vieira con crujiente de maíz tostado
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Cafés peculiares y coctelería

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