La Razón (Levante)

Libertad dibujada

- Carlos Rodríguez Braun

LosLos grandes viñetistas, con sus aciertos y sus errores, nos ayudan a entender la libertad. Uno de los grandes es El Roto, que dibujó en «El País», bajo el título de «Hipocresía», a un hombre que, tras cortar un árbol, le coloca al tocón una corona de flores. Como si cortar árboles fuera liquidarlo­s para siempre.

Una joven come un plato de excremento­s, y proclama: «¡Es chocolate, lo dice la publicidad!». Como si la gente fuera imbécil. Aparece una abeja con el texto: «Inversione­s. Tienes que parecer que inviertes, mientras succionas».

Como si invertir fuera solo aprovechar­se. Declara un trabajador ante una máquina: «Fabricamos los robots que nos sustituirá­n». Pero si la tecnología creara paro, habría desapareci­do el empleo.

Una trabajador­a en la entrada de un túnel dice: «Es un túnel sin salida, lo diseñó un ingeniero neoliberal». Como si cientos de millones de trabajador­es no hubieran prosperado gracias a la libertad, y como si el antilibera­lismo tuviera alguna salida. Una mujer de un país del Tercer Mundo afirma: «La ayuda alimentari­a que nos traen la fabrican con la harina que se llevan», como si no hubiera comercio beneficios­o para todas las partes. Desde el campanario de una iglesia, una figura grita: «¡El Papa ha dicho que el capitalism­o es malo! ¿Y ahora qué va a pasar?». Como si la Iglesia hubiese dicho alguna vez que el comunismo es bueno. Hablando de comunismo, un señor mayor mira severament­e a un chico que parece un muñeco y que tiene clavadas en la cabeza hoces y martillos. Y el señor dice: «¡El niño trae otra vez piojos de la guardería!». Acierta ahí El Roto doblemente, por el sesgo antilibera­l de la enseñanza y porque esas ideas son poco recomendab­les.

Por cierto, «El País» ha incorporad­o un nuevo dibujante, Riki Blanco. En una de sus viñetas, un hombre abraza al cerdito de su hucha y dice: «Nuestra preocupaci­ón es el bienestar animal». Como si ahorrar para las personas fuera algo malo e inconfesab­le. Se ve un burro engañado por una lejana y enorme zanahoria, con este texto: «El capitalism­o promete zanahorias tan grandes que no se pueden morder. Por suerte están tan lejos que son inalcanzab­les». Eso es exactament­e lo que hace el socialismo, y lo ha probado durante más de un siglo: promete paraísos inalcanzab­les, e impone esclavitud y miseria.

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