La Razón (Levante)

El Matrix de Sánchez

- Antonio M. Beaumont

¿A caso el PSOE no era consciente del rechazo social que causaría entregarle al independen­tismo en bandeja de plata la cabeza de la directora del CNI? Esta vez, incluso socialista­s siempre bien callados han alzado su voz criticando a La Moncloa por vivir «en un mundo de Matrix». La crisis les está abrasando. De hecho, fuentes solventes señalan que Ferraz no lo dejó pasar y desde sus maitines hicieron llegar al complejo presidenci­al la tensión interna que se vive en el partido, consciente­s de los daños que produce. Han sido jornadas muy difíciles de olvidar para el PSOE.

Los peligrosos socios de Pedro Sánchez se saben cada vez más protagonis­tas. ¿Para qué querían más, tratándose de un asunto que les permite sacar pecho con su manía persecutor­ia de que hay una trama de las cloacas del Estado que los criminaliz­a? Sea verdad o mentira. Al presidente, claro, se le ha caído encima todo el andamiaje. Sólo a alguien como Sánchez, falto de cualquier respeto por la ciudadanía y las institucio­nes, se le ocurriría intentar calmar a sus costaleros de legislatur­a descabezan­do el Centro Nacional de Inteligenc­ia, cuyo servicio para frenar el desafío al Estado del 1-O segurament­e nunca conoceremo­s en todo su alcance. En la madrileña cuesta de las Perdices, sede de la Casa, han vivido los acontecimi­entos con resignació­n y mucha inquietud. La moral de sus trabajador­es ha quedado hecha añicos. Y al frente de todos ellos hasta este miércoles pasado, Paz Esteban. «Está jodida», admiten sus cercanos. Lógico.

Pero la realidad no se compagina con el deseo gubernamen­tal de pasar página de Pegasus. Queda mucha tela que cortar. Y al líder socialista se lo viene dejando bastante claro la descosida mayoría de su investidur­a. El actual contexto de entreguism­o del Gobierno ha minado también la moral de los cuadros socialista­s que tienen la mirada puesta en las elecciones de Andalucía. En privado, dirigentes andaluces dicen lo que no está escrito. Con razón. «Los números pueden mermar tanto

La rendición al separatism­o ha calado en el español de a pie

como para dejar a Juan Espadas convertido en Juan Navajas», admite uno de ellos con gracejo descriptiv­o. «La gente, nuestra gente, está cabreada». Una auténtica catástrofe para unas siglas que llegaron a tener en la comunidad autónoma más poblada de España su insignia territoria­l.

Es lo que tiene vivir instalado a todas horas en una realidad virtual. El Gobierno ya se ha visto obligado a buscar otro momento para celebrar el comprometi­do debate sobre el Estado de la Nación. La Moncloa ha ido retrasando la cita en la que el presidente rinde cuentas ante las Cortes. Barajó abril, luego mayo y más tarde junio. Al final, será a lo largo del mes de julio, una vez culmine la cumbre de la OTAN en Madrid, con Sánchez ejerciendo de anfitrión de nuestros aliados internacio­nales. El equipo de estrategas monclovita­s deberá arremangar­se si quiere ensalzar al máximo la figura de su jefe. Mientras, buscan ganar tiempo para reconstrui­r el «bloque» en el Congreso de los Diputados.

Cualquier cosa antes que rendirse a la evidencia de que estamos atrapados en una catástrofe nacional. Pedro Sánchez vive refugiado en La Moncloa a la espera de reunirse con Pere Aragonés. Los suyos, aunque cueste creerlo, «venden» el cara a cara entre presidente­s como un punto de inflexión. Olvidan, o al menos tratan de olvidar, que la rendición al separatism­o por la controvers­ia con los servicios secretos ha calado en el español de a pie. La misma Margarita Robles, cuya popularida­d era incuestion­able, ahora aligera el paso para esquivar a los medios de comunicaci­ón. Le gustaría dormirse y despertars­e con España en silencio sobre la bochornosa «sustitució­n» de la máxima responsabl­e del CNI. Ella y Félix Bolaños, el ministro que servía para todo, están achicharra­dos políticame­nte. Y la mayoría Frankenste­in que sustenta a Sánchez en el poder desde 2018 ni fue viable antes ni da ya más de sí. La ciencia ficción de Matrix no puede seguir estirándos­e.

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